La joven vasca que ha revolucionado la conservación de los alimentos

Maitane gana el premio en la feria Intel ISEF

Estudia segundo de Medicina en la Universidad del País Vasco y quiere ser oncóloga. Disfruta de su tiempo en familia en Sodupe (Bizkaia). Y de la afición de su padre por las barbacoas.

Maitane Alonso es una joven normal, pero su inquietud y su curiosidad la llevaron a desarrollar una tecnología para conservar alimentos de forma sostenible cuando aún no había cumplido los 16 años. Hoy acumula premios, imparte conferencias, tiene su propia empresa y pronto habrá un asteroide con su nombre. “Tenemos que dar pie a que las ideas pequeñas salgan adelante”, asegura. La suya, desde luego, se ha convertido en una gran historia.

– Has desarrollado un nuevo método de conservación. ¿En qué consiste?

Hace que la comida dure más tiempo y reduce el uso de productos químicos, cuyo abuso puede tener efectos todavía desconocidos, y el uso de plásticos en los hogares y en la industria. Es un método más sostenible que puede contribuir a ayudar en la situación de emergencia climática en la que nos encontramos.

Además, también tiene beneficios sanitarios, al contribuir a reducir las enfermedades causadas por una mala conservación de los alimentos. Por último, es más rápido y más barato que los métodos de conservación actuales, lo que supondría ahorros para la industria y los hogares.

– ¿De qué manera logra que se conserven los alimentos sin conservantes?

El método se llama envasado con aire tratado. Hacemos que el propio aire mate a los microorganismos para alargar la vida útil del alimento. El cómo, en concreto, por tema de patentes no se puede contar. Se puede utilizar con cualquier envase. La máquina doméstica funciona con cualquier táper de cristal; en cinco segundos se consigue alargar la vida del producto.

«Actualmente, se desecha el 30% de la producción mundial por causa de la mala conservación. Es un dato escalofriante».

– ¿Qué problemas podrían solucionarse gracias a esta tecnología?

Para mí, sobre todo, lo más importante es reducir el desperdicio de alimentos. Actualmente, se desecha el 30% de la producción mundial a causa de la mala conservación. Es un dato escalofriante. Sobre todo, si pensamos en toda la gente que pasa hambre. Comida hay para todos, simplemente no logramos consumir todo lo que producimos de forma eficiente.

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU es el de Zero Hunger. Creo que esta tecnología podría tener beneficios sociales, alargando la conservación de alimentos tanto en casa como a nivel industrial.

Además, me parece importante poder encontrar una alternativa al envasado con plásticos. Con este proyecto eliminamos totalmente su uso.

– En 2019, tu proyecto fue premiado en la Intel ISEF (International Science and Engineering Fair), la mayor feria de ciencias del mundo, celebrada en Phoenix, Arizona (Estados Unidos).

La Intel ISEF es el mayor campeonato del mundo de ciencia y tecnología. Conseguí el pase tras ganar la feria más importante a nivel español, Exporecerca Jove en Barcelona [logró dos reconocimientos, uno de la Societat Catalana de Biologia y otro de Intel ISEF]. En Estados Unidos, el proyecto se llevó el segundo premio en la categoría de microbiología, por el cual el MIT le dará mi nombre a un asteroide, y el primer premio en sostenibilidad de la Arizona State University.

Maitane Alonso en el evento Intel ISEF en Phoenix

– ¿Qué se siente al saber que habrá un asteroide Maitane?

Es algo un poco surrealista. Es un proyecto que ha surgido en casa y de una curiosidad. Me parece muy importante preguntarse el porqué de las cosas, intentar dar solución a los problemas cotidianos. Algo que se creó con el propósito de ayudar a pequeña escala ha conseguido un gran reconocimiento.

«Todos nacemos con curiosidad, pero creo que el sistema, poco a poco, nos va quitando las ganas. Vivimos una vida tan rápida que muchas veces no nos da tiempo a cuestionarnos el porqué de las cosas».

El asteroide es lo de menos. Pero sí que ha sido una gran plataforma para reivindicar que los jóvenes estamos implicados y hacemos cosas. Muchas veces no se nos da el apoyo que necesitamos para poder cambiar el mundo.

– Señalabas que el proyecto nació en casa. ¿Cómo se te ocurrió la idea?

Hace ya casi cuatro años que empecé a investigar esto. La historia, por más que la cuente, no deja de ser un poco rara. A mi padre le encanta hacer barbacoas y siempre cocina como si pensara invitar a todo el pueblo. Siempre nos sobraba un montón comida. Un día, después de una comida familiar, estábamos desayunando hamburguesas. Y pensé: “¿qué estamos haciendo?”.

Empecé a leer cosas y descubrí la cantidad de comida que se desechaba en el mundo. Así decidí que había que hacer algo para plantarle cara a este problema más allá de darle las sobras al perro.

Todos nacemos con curiosidad, pero creo que el sistema, poco a poco, nos va quitando las ganas. Vivimos una vida tan rápida que muchas veces no nos da tiempo a cuestionarnos el porqué de las cosas, preguntarnos qué podemos hacer para solucionar los problemas.

– De hecho, la solución que tú encontraste llegó por observar y cuestionar.

Mi hermano me va acabar matando por contar tanto esta historia [risas]. Juega al fútbol en el Sodupe. Un día al volver del entrenamiento dejó sus playeras, con un olor un tanto interesante, al lado de un generador. Observé que el olor desaparecía. Entonces entendí que el olor lo causaban los microorganismos, los mismos que inciden en la caducidad de los alimentos. Y empecé a pensar cómo aplicar eso en la industria alimentaria.

– Tenías menos de 16 años. ¿Cómo conseguiste llevar tu idea a la práctica?

La primera respuesta que le dan a un investigador joven es un no. Es triste que se desanime a la juventud de esta manera, sobre todo porque los principios nunca son fáciles. El único apoyo que tuve fue el de mi familia, tanto emocional como económicamente. Para los viajes y el desarrollo es importante la financiación. Yo también empecé a trabajar para poder pagar parte de la investigación.

«De nada sirve que surjan proyectos para después quedarse guardados en un cajón. Son proyectos que podrían conseguir una mejora real en la sociedad».

La primera máquina la hice con las cosas que encontré por casa: una persiana rota, unas cajas de plástico… Pero cuando la enchufé por primera vez, no funcionaba. Me parece muy importante no rendirse, seguir para adelante y continuar formándose. Así logré hacer que funcionase. Lo más bonito, echando la vista atrás, es haber sabido sobreponerse a las negativas.

– La pasión investigadora escasea hoy en día. Sobre todo, si hablamos de jóvenes y, en particular, de mujeres. ¿Qué te motivó a dar el paso?

La investigación está mucho más allá de la ciencia. No solo la hace gente con bata en laboratorios, mezclando cosas hasta que algo explota. Es un estereotipo falso. Al final, todo lo que nos rodea es investigación. Ser investigador es preguntarse el porqué de las cosas, todos somos investigadores en el fondo.

Por otro lado, no se puede negar que las mujeres escasean, sobre todo, en carreras tecnológicas. Es un mundo muy estereotipado y con una falta importante de referentes. Es muy difícil que una niña quiera dedicarse a algo que nunca ha visto; ni siquiera tiene un punto en el que apoyarse para dar el salto y construir su propio camino.

Otro de los problemas, bajo mi punto de vista, es el llamado efecto tijera [o techo de cristal]. Por ejemplo, en medicina la mayoría de estudiantes somos chicas. Pero muchas se quedan por el camino porque a los puestos de poder llegan, sobre todo, los hombres. Se trata de conseguir una igualdad de oportunidades real, de eliminar los obstáculos. De que cualquier persona, hombre o mujer, pueda dedicarse de lleno a lo que le apasiona.

– ¿Qué medidas crees que son necesarias para subsanar esta desigualdad?

Por un lado, necesitamos acercar referentes científicos a la gente. Es muy importante la divulgación científica y acercar la realidad a las personas y romper los estereotipos. Lograr que los jóvenes se sientan identificados y ayudar a todos los niños a que sigan su vocación.

«La ciencia y la investigación consiste en aportar cada uno su grano de arena para conseguir montañas. A mí me gustaría seguir aportando el mío».

– Señalabas antes la importancia del apoyo económico de tu familia. ¿Crees que hay muchas ideas de jóvenes investigadores que se quedan por el camino por falta de financiación?

Estoy al cien por cien segura. Es importante apoyar a investigadores de renombre, conseguir que la ciencia avance. Pero también tenemos que dar pie a que las ideas pequeñas salgan adelante. De nada sirve que surjan proyectos para después quedarse guardados en un cajón. Son proyectos que podrían conseguir una mejora real en la sociedad.

– Has creado tu propia empresa: Innovating Alimentary Machines. ¿Cuál es el siguiente paso?

Estamos produciendo la máquina ya. En octubre empezaremos a presentar la tecnología a nivel industrial, en la feria Food Tech de Barcelona. En febrero estaremos en Madrid en el Meat Atraction. El plan es seguir desarrollando el proyecto y la empresa; y continuar dando conferencias en las que comparto mi experiencia.

También me gustaría acabar mis estudios de medicina y especializarme en oncología para trabajar tanto en investigación como en prevención. La ciencia y la investigación consisten en aportar cada uno su grano de arena para conseguir montañas. A mí me gustaría seguir aportando el mío.

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Imágenes | Maitane Alonso

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