La posibilidad de que las especies vegetales se comuniquen a través de complejas redes, lo que algunos científicos han dado en llamar el internet de las plantas, es un asunto sobre el que se discute desde hace, al menos, 20 años. Fue en 1997 cuando la científica Suzanne Simard, de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá), publicó un estudio en la revista Nature sobre cómo las plantas de los bosques utilizan complejos sistemas donde las especies intercambian nutrientes, envían señales de alerta y se relacionan con el medio.
Si bien no hay consenso científico, diversas investigaciones parecen avalar esa hipótesis. De confirmarse, tal como leemos en un fascinante reportaje de la Agencia Sinc, los bosques actuarían como enormes estructuras que se articulan bajo el suelo a través de una red en la que interactúan factores invisibles al ojo humano y que pueden determinar el futuro del clima. Comprender su funcionamiento es el desafío al que se enfrenta aún la ciencia.
internet de las plantas y la sabiduría de los bosques
La premisa de Suzanne Simard es que las responsables de esta colaboración son las redes de micorrizas, es decir la simbiosis entre los hongos y las raíces de las plantas. Esta conexión, que también se conoce como la red de Hartig, permite el intercambio de nutrientes, agua y carbono con y entre las especies vegetales a las que están conectadas. Esta idea de internet de las plantas inspiró el alegato ecologista de la película Avatar y, así, en la cinta estrenada en 2009 podemos escuchar a la doctora interpretada por la actriz Sigourney Weaver decir que en la luna Pandora del planeta Polifemo los recursos se gestionan gracias a “algún tipo de comunicación electroquímica entre las raíces de los árboles”.
A pesar de la aceptación por parte de toda la comunidad científica sobre la importancia de estas interacciones, la controversia comienza cuando Simard se refiere a estas conexiones como «sabiduría del bosque», una expresión que suena más a cuento infantil que a ciencia. Para disipar las dudas, otros investigadores se han lanzado a estudiar en los últimos años este entramado de tuberías subterráneas de raíces e hifas (filamentos cilíndricos del cuerpo de los hongos), que pueden llegar a ser kilométricos y aparecen en todos los sistemas climáticos.
La hipótesis de una internet de las plantas puede sonar un poco loca, pero cada vez son más las evidencias que la confirman. Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) afirma que “a través de la evolución, las plantas y demás organismos han desarrollado una especie de lenguaje, vías bioquímicas, que han utilizado para comunicarse y actuar en consecuencia del mensaje recibido”, señala el científico.
talas de árboles que desconectan su wifi
Un estudio de la revista Science demostró, tras cinco años de investigación, que algunos ejemplares de abeto europeo con más de 120 años de antigüedad traspasaban carbono a otros árboles, tanto a sus semejantes como a los de especies distintas. Después de sus experimentos, Tamir Klein, geoquímico de la Universidad de Basilea (Suiza), concluyó que «el bosque es más que una colección de árboles individuales, ya que no solo compiten por los recursos sino que los comparten, actuando de forma colectiva”.
En estos mismos bosques, el ecólogo Kevin Beiler, investigador en la Universidad de Eberswalde (Alemania) y discípulo de Simard, mapeó los vínculos entre las especies de micorrizas en un bosque y los abetos de Douglas (Pseudotsuga menziesi) a través de sus conexiones genéticas.Los resultados de este primer muestreo, publicados en el Journal of Ecology, desbordaron al investigador, que observó cómo las raíces de cada abeto de Douglas estaban unidas a probablemente “más de 1.000 especies de hongos micorrícicos”, comenta.
Estas redes, similares a las que utilizamos en el WiFi de casa, corren el peligro de “desconectarse” ante las talas masivas de árboles. Pero ante otras amenazas, como el aumento de las emisiones de dióxido de carbono, las tuberías que conectan los árboles desempeñan un papel esencial, sobre todo teniendo en cuenta que los bosques absorben cerca del 30% de estas emisiones.
En otro estudio de Science, publicado el pasado mes de enero, el científico de la Universidad de Columbia Británica, Jonathan A. Bennett, se centró en las relaciones de 550 poblaciones de 55 especies de árboles de Norteamérica. La hipótesis principal era que los ejemplares adultos, al haber crecido durante décadas en el mismo lugar, han establecido muchas interacciones con otros organismos del suelo y los resultados lo confirmaron.
tomates y habas
Los tomates y las habas también utilizan ciertas formas de comunicación. Para demostrarlo, en la investigación publicada en Frontiers in Plant Science por Ren Sen Zeng, de la Universidad Agrícola de Fujian, en China se cultivaron pares de plantas de tomate en macetas y en algunas muestras se permitió que los vegetales formaran redes micorrízicas, mientras que en otras limitó esta simbiosis.
Cuando las redes de hongos habían acabado de formarse, las hojas de una planta de cada par fueron rociadas con Alternaria solani, un hongo que ocasiona la enfermedad del tizón en cultivos agrícolas. Pasadas 65 horas, Zeng infectó la planta que quedaba sana en cada par, pero los ejemplares que estaban unidos a una red micorrícica mostraron resistencia ante el hongo, siendo menos propensos a enfermar; y cuando lo hicieron, los niveles de estrés fueron más bajos.
Otra investigación similar a la de Zeng es la que realizó un equipo de científicos de la Universidad de Aberdeen (Escocia), liderados por David Johnson. Para su estudio, publicado en Insights & Perspectives, se seleccionaron habas, algunas de las cuales fueron expuestas a áfidos, especies de insectos cuyas plagas son una amenaza para los cultivos agrícolas y forestales. En el estudio, estos organismos se alimentaron con las hojas de la planta de haba a la que pudieron acceder. “Las que estaban conectadas a través de los micelios (masa de hifas del hongo) excretaron defensas químicas contra los áfidos, mientras que las que no estaban conectadas no pudieron reaccionar”, apunta a Sinc Johnson.
A la vista de estos estudios, ¿os sigue pareciendo una idea loca la existencia de una internet de las plantas?
Fuente: Agencia Sinc
Imágenes: Pixabay