Decir que al planeta no le va bien con el cambio climático es una doble falsedad. Primero porque a la Tierra, como masa atrapada en el campo gravitatorio del Sol, le da igual la temperatura. Y si no miremos a Venus, tan tranquilo con sus 436ºC. En segundo lugar porque los que lo pasaremos mal con el cambio climático seremos los humanos, verdaderas víctimas de nuestra polución.
Encendemos la televisión y esta nos habla de que el cambio climático traerá altas temperaturas, sequías y osos polares hambrientos al derretirse su hogar. Pero rara vez se mencionan el aumento de la frecuencia y fuerza de los huracanes. Tampoco el desplazamiento de las especies desde los trópicos o la fusión del lecho marino. Igualmente, nos olvidamos de la aparición de enfermedades ecuatoriales en los trópicos, de cómo se derrite el permafrost siberiano o del aumento de las enfermedades pulmonares.
Esta es la otra visión acerca del aumento de la temperatura global. 5 consecuencias del cambio climático con las que no contabas.
Aumento de los huracanes (y de su potencia)
2017 será conocido, al menos durante un tiempo, como el año de los huracanes, con Irma a la cabeza de una tanda de eventos desastrosos que barrieron el Caribe. Nate, Harvey, María o José también hicieron mella en localidades mexicanas y puertorriqueñas, pero Irma mantuvo la categoría 5 (máximo nivel en huracanes de la escala Saffir-Simpson) durante más de tres días seguidos.
Además, alcanzó vientos de 295 km/h en algunos puntos. Por comparar, el huracán Andrew (1992) o el Katrina (2005) estuvieron en categoría 5 durante tan solo horas. La fuerza de Irma incluso llegó a valorar la posibilidad de crear una categoría 6, pero según Emma Sharples, experta en la Met Office, oficina meteorológica de Reino Unido, no hay clasificación por encima de “catastrófico”.
2017 fue el año con más huracanes registrados en 30 años según la NOAA. Además, cada vez tienen más fuerza y duración. Dicho esto, ¿qué tiene que ver el cambio climático con los huracanes?
El Atlántico es un sistema realmente complejo de reparto de energía (calor) a escala planetaria. Las corrientes del Atlántico Norte y del Atlántico Sur ayudan a que el frío de los polos llegue al ecuador, reduciendo la temperatura media de la superficie del agua. Esta temperatura es crítica, porque un océano caliente ayudará a que los huracanes ganen fuerza.
Podemos hacer una analogía con agua en una cazuela: si está a 0ºC, necesitamos más energía para que hierva que si ya la tenemos a 99ºC.
El huracán Irma se encontró un Atlántico excepcionalmente caliente. Su energía ciclónica acumulada se convirtió en una pesadilla para Centroamérica y Caribe. Si la temperatura atmosférica sigue subiendo como hasta ahora, 2017 pronto dejará de ser “el año de los huracanes”. Vienen curvas.
Las especies y los biomas se desplazan hacia los polos
Imaginemos la siguiente escena: un clásico porche americano coronado por una zona verde ajardinada que avanza hasta el asfalto, unos metros más allá. Un día, cuando salimos a la calle, nos damos cuenta, sorprendidos, de que el verde se ha movido 1,67 metros hacia el norte. La situación puede resultar extraña, pero esto es lo que les está ocurriendo a los biomas.
El calor excesivo en el ecuador está haciendo que los biomas y sus especies se desplacen a una media de seis kilómetros por decenio hacia el norte (y seis metros hacia mayores altitudes). Es la conclusión del estudio ‘A globally coherent fingerprint of climate change impacts across natural systems’ publicado en ‘Nature’ en 2003. Esta investigación ha sido refutada en muchas ocasiones, y la tendencia está ganando impulso.
Es por eso que cada vez es más frecuente encontrar especies no autóctonas del sur en determinadas zonas del norte, especialmente aves como las golondrinas. Pero la fauna no es la única afectada. La flora y los ciclos biológicos anuales (fenológicos) de muchas especies comestibles como el trigo o la soja se adelantan en su maduración diez horas cada año y el tiempo de siembra también se desplaza.
Cada año perdemos unas cuantas horas de cultivo. Aunque contemos con robots agrícolas de bajo impacto, no son buenas noticias.
El permafrost se está fundiendo
Tampoco es una buena noticia, especialmente para Rusia, Canadá, Alaska y China, saber que el permafrost se está fundiendo. Este es un tipo de suelo helado sobre el que buena parte de las infraestructuras humanas están construidas: viviendas, carreteras, líneas de ferrocarril…
Toda una rama de la ingeniería civil se encarga de la construcción sobre permafrost. Se estima que pueblos como Vorkuta (Rusia) tienen un 80% de sus edificios sobre este tipo de terreno. Un terreno que se funde y licua lentamente y hace que en algunas zonas los trenes hayan dejado de circular a gran velocidad porque las vías (que deberían estar rectas) se comban.
En el vídeo de arriba podemos ver cómo el suelo de Bely Island (Rusia) parece abombarse cuando una persona lo pisa. Lo que ocurre es que el metano almacenado durante milenios se está fundiendo. Como pesa menos que el aire, tiende a subir, formando estas burbujas que, para colmo, pueden liberar enfermedades mortales como antiguas cepas de ántrax.
En 1941 se detectó por última vez ántrax en la región rusa de Yamalia. Tras su erradicación, solo existía bajo el permafrost. Pero el cambio climático lo está liberando. A mediados de 2016, se dio a conocer la primera muerte humana por carbunco (un tipo de ántrax). Fue un niño de 12 años.
Podríamos decir que los problemas asociados al cambio climático acaban aquí, pero por desgracia la lista continúa. El mismo metano (CH4) que el permafrost libera es un gas de efecto invernadero unas 56 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2). Dicho de otro modo, una tonelada de metano calentará la atmósfera 56 veces más que una tonelada de CO2.
la belleza del cambio climático
En la imagen de arriba podemos observar el fantástico lago Abraham (Canadá). Los turistas se agolpan en la costa para ver cómo los rayos solares se refractan en las burbujas heladas que escapan lentamente del hielo. Es una imagen preciosa.
Estas burbujas son de metano. Cuando estén en la atmósfera, ayudarán a calentarla más rápido. No es un hecho aislado. Lo mismo pasa frente a las costas noruegas y en las inmediaciones de Svalbard (en el océano Glacial Ártico): las fumarolas no paran de expulsar CH4.
enfermedades ecuatoriales y tropicales alcanzan Europa
Hoy sabemos que las antiguas plagas de peste vinieron a Europa desde Asia empujadas por el clima. Pensemos en un mosquito al que le gusta vivir a 25ºC. Podrá extenderse por todas las tierras que se encuentren a 25ºC o más, y a menudo en verano acaba por abandonar muchos territorios debido al frío. Pero el invierno (de media) es cada vez más cálido.
Los mosquitos, como las plantas y otros animales que mencionábamos arriba, también se mueven 1,67 metros al día hacia los polos. A Europa le queda poco para que “ciertas especies de garrapatas, del mosquito tigre asiático y de otros portadores de enfermedades” lleguen al sur de España, Turquía e Italia.
Por desgracia, estos animales vienen acompañados de enfermedades como “Lyme, la encefalitis transmitida por garrapatas, la infección por el virus del Nilo Occidental, el dengue, la fiebre chikungunya y la leishmaniasis”, según la EEA (Agencia Europea de Medio Ambiente). Si queremos dejar atrás esas enfermedades, necesitamos dejar de contaminar, y rápido.
Las enfermedades pulmonares serán más frecuentes
Aquellos que conozcan la calima africana se habrán dado cuenta de que una temperatura y humedad elevada ayudan a que se mantenga en suspensión. Por ejemplo, se sabe que este polvo sahariano es un peligro para la salud de Gran Canaria porque supera los umbrales definidos como peligrosos por la OMS.
En ciudades norteñas es improbable que se dé el fenómeno de calima africano porque no hay arena o partículas naturales en suspensión. Sin embargo, sí hay contaminación atmosférica. Según todas las métricas, las ciudades tienen un aire peligroso.
El efecto isla de calor que se da en las urbes genera a su vez otros como la inversión térmica. Esto provoca que contaminantes como los COx y los NxOy de los tubos de escape, las calderas y los sistemas de climatización se mantengan suspendidos a la altura de nuestros pulmones. No es una buena noticia para la salud, pero tampoco para el sistema sanitario.
El cambio climático, el “cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana” según la ONU, es responsabilidad humana. Lo hemos generado nosotros y seguimos alimentando los fuegos de los que se alimenta, literalmente.
Poco a poco estamos aprendiendo a usar otro tipo de combustibles, a desplazarnos por el mundo con energía más limpia o a hacer frente a la contaminación innecesaria cambiando nuestros hábitos de vida.
Hemos esbozado algunas de las consecuencias del cambio climático de las que no se suele hablar, aunque hay más. Si queremos ponerles fin, necesitamos remar todos en la misma dirección.
En Nobbot | ¿Sacrificarías parte de lo que eres y de la vida que llevas por salvar la Tierra?
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