La tecnología 5G supone un cambio notable, un gran paso hacia delante, en lo que respecta a las tecnologías de comunicaciones. No es solo un “mero” cambio de guarismos, como ha sucedido hasta ahora con 2G, 3G y 4G y sus respectivos decimales del tipo de 4,5G. La siguiente generación de comunicaciones móviles es también la habilitadora de nuevas formas de entender las telecomunicaciones y es la llave para la puerta a soluciones tecnológicas que hasta ahora son muy complicadas de implementar.
Actualmente, se habla mucho del Internet de las Cosas, del coche conectado o del autónomo, de la realidad virtual o aumentada, de la telemedicina e incluso la robótica. Pero, sin una red de comunicaciones ubicua, rápida, segura y fiable como promete ser 5G, es complicado hacer un despliegue generalizado de estas tecnologías.
Las tecnologías de comunicaciones móviles actuales son el resultado de una evolución que tiene como piedra angular las redes 2G desplegadas allá por los años 90 (ver infografía adjunta). Los equipos de red han ido mejorando las posibilidades de aquella tecnología arcaica, añadiendo frecuencias, modulaciones, equipos de red más refinados y veloces, pero en el fondo es como si estuviésemos usando una bicicleta con un piñón fijo en la que solo podemos mover las piernas más rápido, pero nada más. Llega un momento en el que, sin cambio de desarrollo, no se puede aumentar la cadencia.
5G es un cambio sustancial más allá de una evolución. Siguiendo esta analogía, 5G es un cambio de desarrollo en toda regla. Con 5G pasamos de pedalear a una cadencia de 120 pedaleadas por minuto para ir a 20 Km/h a pedalear a una cadencia de 20 pedaleadas por minuto para ir a 80 Km/h.
5G, Un salto cualitativo y cuantitativo
Con 5G, prácticamente todos los parámetros de las redes de comunicaciones mejoran en muchos órdenes de magnitud. Y gracias a ello, será posible, por ejemplo, implementar tecnologías que precisan de una red de comunicaciones capaz de manejar decenas de miles de objetos conectados ubicados en una misma zona y con una latencia de 5 a 1 milisegundo.
Para que hacernos una idea, para el coche conectado, con una latencia de 100 ms en las comunicaciones y para una velocidad de 108 Km/h, una orden de frenado tardaría en llegar al coche desde un centro de control 100 ms, con lo que el coche podría estar circulando 3 metros sin control. Tiempo suficiente para colisionar con el vehículo delante de él o atropellar a un ciclista o saltarse un desvío.
Para aplicaciones de medicina, este tipo de latencias hacen imposible que, por ejemplo, se pueda operar a distancia de un modo fiable. Con latencias por encima de 1 ms, el usuario no tiene una consciencia clara de que los movimientos que marca se están ejecutando correctamente. Y lo mismo sucede en aplicaciones de realidad virtual o aumentada.
En aplicaciones del Internet de las Cosas, el beneficio viene tanto por parte de la eficiencia, con ahorros de energía de más del 90% frente a las comunicaciones actuales, como por parte del número de dispositivos que puede manejar la red de comunicaciones en un área dada, que pasa de 100.000 para 4,5G a un millón.
Además, las redes 5G permitirán dar servicio no solo a móviles, sino también a hogares, con prestaciones mejores incluso que la fibra óptica.
Cuándo veremos 5G
El “problema” de 5G es que requiere mucho trabajo, desarrollo e inversión por parte de los operadores de comunicaciones de cara a cambiar la infraestructura de red. Ya no solo se trata de renovar equipos en las torres de comunicaciones, sino de modificar la trastienda de control de las redes, pasando de dispositivos de hardware a centros de datos en los que se implementan tecnologías de virtualización, como las redes definidas por software o la virtualización de las funciones de red.
Básicamente, se mueve la inteligencia de la red de las estaciones base a centros de datos en los que el tráfico de red se gestiona mediante software básicamente. La ventaja es la de poder configurar servicios o redistribuir recursos de red en cuestión de pocos minutos en vez de tardar horas o días como ahora.
De momento, forzando las tecnologías actuales, se consiguen latencias de unos 10 ms en el mejor de los casos con 4.5G, y se pueden manejar decenas de miles de dispositivos por kilómetro cuadrado con velocidades por encima de 1 Gbps. Quizás suficiente por ahora, pero seguro que el futuro próximo en el horizonte exigirá infraestructuras que posibiliten menores latencias y mayor número de dispositivos conectados. Un futuro que se escribe con 5 y con G, y en el que los operadores como Orange ya están trabajando. Y aunque es complicado hablar de una fecha concreta, el año más repetido es 2020. Hasta que llegue ese momento, este es el camino que hemos recorrido hacia la nueva generación de comunicaciones inalámbrica.
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