¿Alguna vez te has planteado cómo se te ve cuando la gente te busca en Google? ¿Te has buscado en internet para ver qué sale? Cuando el coche de Google Maps empezó a recorrer el mundo, a todos nos hacía ilusión buscar nuestra casa. La mayoría no la habíamos visto desde esa perspectiva. ¿Qué hay de nuestra perspectiva personal en las búsquedas?
Haz la prueba, aunque sea tan solo para satisfacer tu curiosidad. Basta con entrar en un buscador, activar la navegación oculta y teclear nuestro nombre. Muchos de nosotros obtenemos bastante información como respuesta. Documentos oficiales, fotografías, registros, redes sociales…
Lo que me encontré al buscar mi nombre en Google
Cuando busqué mi nombre y DNI en la web me encontré con sorpresas desagradables. Currículums desactualizados con la dirección de mis padres, fotografías personales que yo no había subido a la red, una sentencia a mi favor en un contencioso laboral que había ganado unos años atrás, documentos públicos como administrador de una sociedad y registros deportivos de cuando estaba federado, entre otros.
Pocos minutos más tarde amplié la búsqueda a mi familia. Usando el número de DNI de un familiar cercano, en pocos segundos, di con multas de tráfico, sanciones por beber en la calle, bullying hacia esta persona (de hacía cinco años), varias RRSS abandonadas, e incluso información sanitaria. De mis padres, más mayores, apenas encontré información.
En mayo de 2019 fuimos testigos del daño que puede hacer la información con el caso de Verónica en San Fernando de Henares. Una vez en la red, perdemos el control sobre la información y es motivo por el que prácticas como el sharenting pueden llegar a ser muy perjudiciales.
Medir con lupa nuestros aportes personales a internet
Vivimos en un momento histórico en el que los ladrones saben dónde estamos porque se lo decimos en las redes sociales, en el que una única fotografía podría usarse para construir un vídeo (y muchas fotografías dar con toda una exposición, como ocurre con Dalí) y en el que la voz se puede recrear a voluntad si se tienen suficientes datos. Y ahí está la clave, en los datos.
La cautela a la hora de subir contenido, o controlar lo que otros suben sobre nosotros se vuelve una habilidad necesaria. La fotografía que un día subimos a Facebook podría convertirse en un despido como muestra esta sentencia; y un tuit desafortunado tener resultados similares, como pasó con David Suárez.
No son pocas las personas que se han tenido que cambiar de profesión y trabajar duro para volver a ser anónimos debido a su interacción en la red, y es que olvidamos que internet no olvida (casi nunca).
Cómo enterarte de si apareces en la red
Entrar en modo incógnito y hacer una búsqueda de nuestro nombre, nuestros apellidos, DNI, dirección o algún otro dato personal puede ser el primer paso. Lo de la navegación oculta lo hacemos para que el navegador no nos ofrezca contenido personalizado. Es decir, para que podamos ver lo que ven los demás.
Además merece la pena probar diferentes motores de búsqueda para tener una mejor perspectiva. Algunas personas no encontraremos nada. Otras probablemente se sorprendan y se pregunten quién ha subido todo eso. Spoiler: a menudo hemos sido nosotros sin ser conscientes. Nuestra huella digital es relativamente fácil de seguir si tenemos redes sociales.
Una vez hemos hecho un inventario de dónde aparecemos y de dónde queremos desaparecer (explicamos el cómo más abajo), también podemos activar una alerta automatizada para ser los primeros en conocer una nueva publicación sobre nosotros. Por ejemplo, Google Alerts.
En esta web solo tendremos que escribir por qué términos queremos ser avisados y la frecuencia de aviso. Si introducimos nuestro DNI, por ejemplo, seremos los primeros en saber si alguien lo ha publicado en línea.
Cómo desaparecer de las redes sociales
Borrar sin más nuestra cuenta de una red social no hace que nuestra información desaparezca. Las fotografías que un familiar, amigo o conocido ha subido a su Facebook con nosotros en la toma seguirán ahí. De modo que los primeros pasos antes de echar el cierre a Twitter o Instagram es catalogar la información.
Lo que nosotros subimos es fácil de borrar. Lo que suben otros, no tanto. Incluso es posible que nos dé apuro pedir a un conocido que elimine de su muro o perfil esas fotografías en las que salimos, pero lo cierto es que tenemos derecho a ser eliminados si la foto se sube sin nuestro consentimiento.
En caso de no llegar a un acuerdo con el dueño de la fotografía, plataformas como Facebook permiten en las opciones “Enviar comentarios sobre esta publicación” y denunciar en el proceso. Y por supuesto también podemos emprender acciones legales, algo engorrosas y más lentas, pero eficaces.
¿Puedo eliminar mi rastro de internet?
El Derecho al Olvido es un derecho que todos tenemos en la red siempre que se demuestre vulnerada nuestra privacidad. Pero hay que saber cómo y cuándo usarlo, y dónde solicitarlo. Como ejemplo, es posible que se nos niegue el derecho al olvido si somos los protagonistas de una noticia de interés general.
Hace unos años Google puso a disposición de todos los internautas europeos el Formulario para solicitar la retirada de información personal. En este podremos incluir aquellas páginas que queremos que se bloqueen. Es muy fácil de cumplimentar aunque exigirá, por motivos obvios, que nos identifiquemos. Además, se trata de un documento jurado con validez legal.
Un tiempo después de realizada la petición, recibiremos una respuesta por parte de Google. Aunque esta empresa también podrá notificar la desaparición de un contenido en los resultados, tal y como leemos en esta reciente sentencia. Es decir, avisar a los que buscan de que hay contenido desindexado.
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