Paz, justicia e instituciones fuertes. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 16 de las Naciones Unidas establece que sin estabilidad, sin protección de los derechos humanos y sin Estado de derecho, nunca lograremos alcanzar el desarrollo sostenible.
¿Cuáles son las metas, los pasos, para lograr este ODS? ¿Es algo posible teniendo en cuenta el clima internacional de la actualidad? ¿Cuál es el rol de la tecnología?
Mikel Mancisidor es uno de los 18 expertos independientes que conforman el Comité de Derechos, Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas. Profesor del Washington College of Law, miembro del Consejo de Gobierno de la Universidad de Deusto y uno de los 100 de Cotec, Mikel no promete respuestas fáciles. No porque no las quiera dar, sino porque no existen.
– Una de las metas básicas del ODS 16 es proporcionar acceso a una identidad jurídica para todos los habitantes del planeta. ¿Por qué es importante?
A primera vista puede parecer algo demasiado formal. Pero acceder a la identidad jurídica, a la descripción de la persona, es la base para participar en la sociedad y de la protección de los derechos humanos. No tener una identidad jurídica impide, en muchas ocasiones, el acceso a prestaciones, a la educación, a la salud, a la igualdad… En definitiva, impide participar en la vida pública.
«Necesitamos una tecnología accesible, comprensible, intuitiva y traducida en lenguas minoritarias»
Para garantizar este acceso existen varios problemas. Muchos tienen que ver con los recursos, la existencia de un estado de derecho, la presencia de oficinas y funcionarios, desplazamientos y cuestiones de equilibrio territorial. Pero también existen otros obstáculos menos conocidos que tienen que ver con cuestiones de identidad, de la situación de minorías étnicas o de la seguridad pública y situaciones de conflicto.
Aunque haya tantas dificultades y parezca una meta poco importante, se trata de un aspecto en el que todavía se puede avanzar mucho y en el que es necesario avanzar.
– La ONU estima que 1.000 millones de personas son legalmente invisibles. Que 625 millones de nacimientos de niños hoy menores de 14 años nunca han sido registrados. Ante este panorama, ¿es factible proporcionar, en el corto plazo, una identidad jurídica para todos?
Existen muchos obstáculos que se cruzan. No es algo tan sencillo. Las situaciones jurídicas, políticas y culturales son muy diversas. Los recursos y las voluntades son importantes, pero hay otros elementos que hacen difícil avanzar en esta meta. Pero alcanzarla plenamente depende de factores que están fuera de nuestro alcance.
– Otra de las metas señala la importancia de garantizar la toma de decisiones inclusivas, participativas y representativas. ¿Cuál es la importancia de la tecnología para alcanzarla?
La tecnología es un medio de participación en asuntos que afectan a la ciudadanía. Para una sociedad democrática e inclusiva, esto significa que los ciudadanos tienen que tener acceso a la tecnología y formación y capacidad para utilizar las herramientas. Necesitamos una tecnología accesible, comprensible, intuitiva y traducida en lenguas minoritarias. Para que así la gente pueda desde solicitar documentación hasta montar una empresa o participar de la democracia.
Hay determinados contextos en los que las tecnologías de comunicación no son tan accesibles. Pero en nuestro entorno, las tecnologías significan una potentísima herramienta para participar en la sociedad.
«Ni Trump ni Putin parecen defensores del multilateralismo y prefieren la vuelta a un sistema de bloques y superpotencias»
– El ODS 16 también indica la necesidad de ampliar y fortalecer la participación de los países en desarrollo en las instituciones de gobernanza mundial. ¿Están los países ricos dispuestos a perder su posición de dominancia en estas instituciones?
Esto tiene que ver con la gobernanza global y con las organizaciones internacionales, sobre todo las Naciones Unidas. La ONU es un proyecto de participación de todos los Estados. Ya en la propia definición hay dudas. ¿Se trata de un voto por estado? ¿Tiene que valer lo mismo un voto de Andorra que uno de China? Cómo equilibrar el peso de los Estados y mantener el principio de un Estado, un voto es algo complejo.
Así que no solo se trata de la voluntad de determinados países, sino de definir la democracia en las relaciones internacionales. En el ámbito de la ONU se mantiene el principio de un país, un voto. Pero en otros ámbitos, como el Consejo de Seguridad, determinados países tienen derecho de veto. El tema de la reforma de la ONU es un clásico. De lo que se trata es de garantizar la participación de todos los países en los organismos de gobernanza financiera global, como el Banco Mundial o el FMI.
El momento para mejorar la gobernanza global no es el mejor. Estamos en un contexto casi de renacimiento de la Guerra Fría donde se están debilitado los organismos multilaterales. Ni Trump ni Putin parecen defensores del multilateralismo y prefieren la vuelta a un sistema de bloques y superpotencias. El contexto internacional no es el mejor para mejorar la gobernanza de los organismos internacionales.
– En un país como España contamos con un Estado y unas instituciones fuertes. Pero esto no sucede en todos los países del mundo. ¿Cómo se puede garantizar la justicia y la paz si la ley no llega a todos lados?
Un Estado de derecho es fundamental para garantizar la democracia y los derechos humanos. Hace 20 años que las Naciones Unidas habla de la relación entre el desarrollo, la paz y el respeto a los derechos humanos. En ocasiones, se ha querido minusvalorar la importancia del buen gobierno frente a los retos del desarrollo. Pero tenemos que comprender que es una parte importante de este triángulo. Si no hay desarrollo no hay condiciones para un Estado de derecho. Y si no hay un Estado de derecho difícilmente habrá paz o respeto a los derechos humanos.
– Retomando el tema de la tecnología, a menudo se habla de una sociedad cada vez más polarizada por causa, entre otras cosas, de las redes sociales y el uso que de ellas hace la política. ¿Caminamos hacia un mundo cada vez más dividido?
Habría que preguntarse en qué sentido estamos polarizados. Políticamente, socialmente, con mayores dificultades económicas… Las redes nos prometían la nueva ágora moderna, donde el debate político iba a enriquecerse, pero se han convertido, en parte, en el lugar de los insultos, las mentiras, las medias verdades, los engaños… En ocasiones, la ambición por el titular fácil o la respuesta rápida se traduce en que acudamos a argumentos maniqueos, de blancos y negros, de buenos y los malos.
Las redes están ganadas por este tipo de disputa infantil. Y esto a su vez es el caldo de cultivo de los populismos de izquierdas y derechas. La ficción de identificar un problema de una forma simplista y unívoca. Problemas complejos que se entienden con una sola clave y para el que hay una solución fácil y simple. Cualquier discurso que presente un diagnóstico simplista no nos ayuda.
Al mismo tiempo, las redes son un maravilloso instrumento de participación, de oportunidades para salir de la pobreza y desarrollarse, de aprendizaje y mejorar el acceso a la educación… Las redes sociales nos trasladan a un nuevo espacio de posibilidades casi infinitas. A veces lo usamos de forma maravillosa y otras lo malutilizamos para hacernos más mezquinos.
«Los tiempos en que el cambio climático era una cuestión peregrina, los tiempos en que se ponía en cuestión la evidencia científica, han pasado»
– Antes señalabas que el clima internacional no invita mucho al optimismo. Al mismo tiempo, se repiten muchos argumentos de que, en líneas generales, estamos mejor que en el pasado. ¿Crees que ha habido importantes retrocesos últimamente?
No lo creo. La tendencia es positiva, si bien con mil aristas y dificultades e infinito sufrimiento por parte de mucha gente. Con problemas que no logramos resolver y problemas nuevos que aparecen. Pero si hablamos de tendencias y revisamos los últimos 20 años vemos una línea positiva. Hay menos gente en pobreza extrema. Existe mayor acceso a la educación, sobre todo entre niñas y mujeres. Hay menos hambre y mayor acceso a agua potable y saneamiento. En muchos hábitos importantísimos se ha mejorado.
Esto no significa que no haya obstáculos importantes ni que no quede mucho camino por recorrer. Decir lo contrario sería injusto y sería desmovilizador. El avance no es constante. Por ejemplo, en la lucha contra la desnutrición se avanzó muchísimo entre el 2000 y el 2016 y en los últimos dos años ha habido retrocesos relacionados, según la FAO, con conflictos y con el cambio climático. Dos años de caída frente a 15 de avances. La pregunta es si esto va a ser solo un tropezón o estamos ante un punto de inflexión. Hay que seguir trabajando para que esto no se convierta en un retroceso.
– Hambre, conflictos por recursos, desplazamientos… ¿Estamos subestimando el rol del cambio climático en la estabilidad y la paz mundial?
No creo que se esté subestimando políticamente. Los tiempos en que el cambio climático era una cuestión peregrina, los tiempos en que se ponía en cuestión la evidencia científica, han pasado. Hay excepciones notorias como la de Trump. Pero al mismo tiempo las ciudades reaccionaron cuando el Gobierno federal decidió retirarse de los acuerdos de París.
Otra cuestión es que se estén tomando las medidas necesarias. Parece que cada vez tienen que ser más severas y radicales. No nos sirven soluciones parciales. Exige cambios que no estamos acostumbrados a hacer y para los que nuestros sistemas políticos cortoplacistas no están preparados. Los políticos, los organismos internacionales y los ciudadanos tenemos que aprender a valorar y a premiar los esfuerzos a largo plazo.
– En relación con este cortoplacismo y el auge de los populismos, destaca especialmente la situación de la Unión Europea. Se han hecho muchos esfuerzos por mantener la paz, por crear marcos comunes que incluyan a todos, incluso a visiones políticas que ahora amenazan con destruir el propio proyecto de convivencia desde dentro. ¿No es paradójico?
Son las paradojas de la democracia y las paradojas de la tolerancia que ya nombraba Karl Popper en los años 40. La Unión Europea es el proyecto político más importante y más noble que hemos generado. Con todas sus insuficiencias e imperfecciones. Es el proyecto de paz, de cooperación, de cordialidad, de participación más importante de la historia.
Sin embargo, es algo que damos por hecho, como que no pudiera tener vuelta atrás. Pero no es así. Los derechos humanos, el respeto a las minorías, la igualdad de género, la libertad sexual… Son cosas que damos por hechas, pero son frágiles. Parece que el discurso de Europa no cala en la ciudadanía, que necesita de respuestas más inmediatas. Hay discursos populistas y nacionalistas, estrechos y facilones que pretenden ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos. Y no lo han hecho.
«Hoy estamos en un momento en que el que muchas Fuerzas buscan una involución a nivel internacional. Es el momento de consolidar lo que se ha hecho hasta ahora»
– ¿Cuál podría ser la salida a esta situación?
No creo que haya soluciones mágicas. Lo desconozco. En una sociedad democrática la responsabilidad la tenemos los ciudadanos. Si tenemos ciudadanos maduros, formados y responsables, tendremos instituciones sólidas y un futuro para el proyecto europeo. No hay ni genios, ni estrellas, ni respuestas mágicas. Europa es el proyecto de la participación de los ciudadanos.
– Para concluir, volviendo sobre el plano internacional, ¿cuáles son las dificultades de construir un sistema de justicia global?
La justicia internacional es compleja. No tiene que ser un espejo de los sistemas nacionales a los que estamos acostumbrados. La justicia internacional ha avanzado un montón en los últimos 20 años. Solo pensemos en la Corte Penal Internacional [establecida en 1998]. El derecho internacional tiene muchas carencias, pero ha avanzado mucho.
Hoy estamos en un momento en que el que muchas fuerzas buscan una involución a nivel internacional. La vuelta de las superpotencias y el debilitamiento del multilateralismo. Es el momento de consolidar lo que se ha hecho hasta ahora. No creo que sea el momento de una revolución, de grandes pasos. No tendrán el apoyo necesario. Este no es el mejor momento para reconsiderar el sistema de protección de los derechos humanos ni la carta de Naciones Unidas. Ambos tienen muchos elementos por desarrollar. Es momento de sacarles todo el jugo.
Imágenes | Mikel Marcisidor, Unsplash/Jørgen Håland, Joakim Honkasalo