El CO2eq es la medida de nuestra época. Informa de la contaminación incluso cuando una actividad observada no emite este gas de efecto invernadero. Pero a medida que las fuentes renovables se abren camino en generación (eólica), transporte (coche eléctrico) y climatización (bomba de calor), la importancia del CO2 bajará para fijarnos en el coste energético, en MJ/kg.
El consumo de energía en kWh per cápita no ha parado de subir desde que se midió en 1971. De los 1.200 kWh/año a los actuales 3.132 kWh/año en 2014 (último registro disponible). Es evidente que esta tendencia, con o sin renovables, no es sostenible. Aunque algunos países empezamos una deceleración en el consumo, este sigue sin medir el coste energético.
¿Por qué MJ/kg en lugar de CO2?
El CO2 se ha convertido en el registro aproximado más útil para medir la contaminación. Aunque tiene detractores por sobresimplificación. Otros son la huella ecológica o la huella hídrica. Todo aproximaciones. Es fácil determinar el CO2eq de un vertido de metano, sin embargo, ¿cuánto CO2eq cuesta un ciervo desplazado de su entorno natural? ¿Y una autopista solar?
¿Cuánto CO2eq atribuimos a la construcción de una vivienda si usamos máquinas 100% eléctricas en todo el proceso y las alimentamos de energía de fuentes renovables? En el ejemplo de la cantera de arriba, ¿cuánto CO2eq contabilizamos si no usamos combustibles fósiles?
Si bien la huella de carbono es útil para comparar grosso modo dos actividades, dista mucho de ser perfecta. Además, no correlaciona las actividades a ningún tipo de coste. Una misma actividad (véase cortar madera) puede emitir CO2 o no en base a la máquina elegida para la tarea.
¿Cuánto cuestan los diferentes materiales?
Extraer un kilogramo de piedra ronda los 5,9 megajulios. Van a ser 5,9 megajulios ya usemos un cincel o una maquinaria industrial pesada, del mismo modo que la energía para hervir agua será la misma tanto si dejamos el cazo al sol o usamos una cocina de gas o de inducción. Es un proceso físico y la medida se llama energía incorporada.
La energía incorporada agrupa la extracción y servicio de un material e indica el impacto del ciclo de vida del mismo. Como puede observarse en la columna CO2/MJ, no hay correlación entre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la energía consumida. Y, sin embargo, seguimos midiendo todo en base a la columna central cuando debiéramos usar, como poco, ambas.
Por un lado, interesa que fabricar el próximo teléfono móvil emita poco CO2, y a la vez y sin restar importancia, necesitamos que se invierta poca energía en su extracción, fabricación, servicio y reciclaje. El motivo es que todo consumo de energía tiene un impacto no nulo. Un aire acondicionado impulsado por placas solares no es neutro: hemos de tener en cuenta su fabricación y mantenimiento.
MJ/kg dejará obsoleto al CO2eq
Si bien hemos comentado que ninguna de las dos medidas es perfecta, y que ahora deberíamos tener en cuenta ambas, la descarbonización de la economía nos hará prescindir de las dos últimas columnas. Cuando todo emita 0 CO2/kg, ¿qué sentido tendrá el CO2eq que no veremos materializado en ningún lado?
Dentro de unas décadas es probable que el impacto se mida en megajulios consumidos, o kWh (por su cercanía al consumidor). Ya compramos así la energía y los electrodomésticos, cuya etiqueta de eficiencia energética indica los kWh/año estimados. Y los MJ/kg es una medida que la industria de los materiales lleva tiempo usando, permeando el concepto a sus respectivos clientes.
Además, los MJ/kg, o kWh/kg resultan mucho más fáciles de medir que las TCO2eq, que de hecho suelen necesitar varias transformaciones mediante tablas. Para los MJ/kg basta una división entre lo fabricado (piedra, madera, televisiones, muebles, móviles, lapiceros) y la factura de la luz. Si empezamos a mirar la energía consumida, quizá ahora bajen aún más los kWh per cápita.
¿Una vuelta a los materiales antiguos?
Cuando ninguna industria genere CO2 pero sí contamine (tala, desplazamiento de especies, contaminación hídrica, etcétera) los MJ o kWh servirán como una mejor referencia de su impacto frente al CO2eq. Y esto podría hacernos mirar hacia materiales tan antiguos como el adobe o la paja, que ya están volviendo.
Frente a una tecnología que cada vez hace más uso de metales costosos y tierras raras —sin contar el aumento de consumo derivado del aumento de eficiencia—, la construcción es un sector en el que podemos ver una mejora notable hacia el bajo impacto. Por eso las viviendas de paja prensada se están popularizando.
La paja es asequible, y aunque no cuesta 0 MJ/kg, el valor se aproxima mucho a cero. Residuo de la industria alimentaria, la alternativa a construir con ella es el compost (que genera gases de efecto invernadero) o la ‘revalorización energética’, que emite muchos más GEI y que consiste básicamente en incinerarla.
Además, es un muy buen material de construcción. Bien aislada, puede durar más de cien años. Aún mejor material es el adobe en cuanto a durabilidad. Hoy tenemos construcciones milenarias que nos demuestran cómo aquellos 0,4 MJ/kg de hace milenios fueron muy bien aprovechados. Es resistente, y combinado con aislante, incorpora las ventajas de una elevada masa térmica.
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Imágenes | iStock/geogif, Markus Spiske, ian dooley
Buenos muy buenas la pagginas