No corren buenos tiempos para los jóvenes que tratan de hacerse un hueco en el abarrotado camarote de la influencia en redes sociales. Diversos estudios hablan del declive del influencer en Instagram.
En uno de los últimos, realizado por InfluencerDB, se afirma que el compromiso que genera entre sus seguidores –“engagement”- se encuentra en estos momentos en su nivel histórico más bajo.
Eso es así porque, a medida que la app sigue aumentando sus posts patrocinados, la tasa de contratación de influencers para estas publicaciones cae. Hay ya tantos reclamos comerciales de las marcas que los usuarios se muestran remisos a la hora de aceptar los consejos de alguien más que quiere venderles productos de belleza, moda, comida, viajes, deportes, etc. Cada vez es más difícil captar su atención y, aun más, su dinero.
influencer en instagram que no influye
Sonado fue el caso de esa influencer en Instagram con más de dos millones de seguidores que, después de lanzar su propia línea de camisetas, solo consiguió vender 36. Para compensar, Belle Delphine, una instagramer con más de cuatro millones de seguidores, ha obtenido pingües beneficios con la venta del agua en la que se baña. «Vendo el agua de mis baños para todos vosotros, sedientos jugadores», explica ofreciendo el delicado elixir a 30 dólares el frasco.
Ejemplos como el de esta sirenita de cuarto de baño animan a la chavalería a seguir marcando músculos, trasero o morritos ante un bello atardecer o a matricularse en estudios universitarios para conseguir su sueño de convertirse en influencer en Instagram. Como dice Bob Pop, quizás haya demasiados influencers y pocos referentes y ese sea uno de los signos de estos tiempos locos que vivimos.
austchwitz convertido en parque temático para selfis
El caso es que, en su búsqueda desesperada de nuevos seguidores en esta red social, los aspirantes a Kim Kardasian hacen cada día cosas más locas, algunas de ellas pasadas por el filtro con una incuestionable bajeza moral. Así, el campo de concentración de Austchwitz se ha convertido en un parque temático para estos cazadores de selfis perfectos.
También la pobreza se ha convertido en “atrezzo” para algunos de estos jóvenes que incluyen en sus instantáneas a niños menesterosos escribiendo frases como «la abracé con muchísimo cariño porque no tenía ni comida, ni ropa calentita, ni dinero, ni nada. Solo le di un abrazo súper calentito y con muchísimo cariño que estoy seguro lo sintió más y agradeció más que cualquier otra cosa. Al menos yo sí».
Los “likes” llueven sobre esta solidaridad impostada y las lágrimas hacen que corra el rímel por las mejillas bien alimentadas del llamado primer mundo. No es rubor ante la indignidad, es colorete.
Influencers sin fronteras ?
[ Abro Álbum ] pic.twitter.com/5EjIWvsg6W
— 9 0 0 0 (@9000x) 8 de julio de 2019
jugarse la vida por un «like»
Para ser justos, estos aspirantes a influencer de Instagram no solo banalizan la dura vida de los demás, sino que también juegan con la suya en pos de su sueño. Esta tendencia, que ya ha costado vidas en todo el mundo, ha convertido al monte Neme, en Galicia, en lugar de peregrinación, la meca de todo aquel que busca una foto perfecta en las aguas azul turquesa de una antigua mina de walframio. ¿Qué ese selfi nos causa vómitos o ronchones en la piel? Qué más da si eso hace que crezca nuestro número de seguidores.
Es que el escenario es muy hermoso como fondo para las fotografías, tanto como el basurero tóxico que los instagramers confunden con una playa caribeña, situado en la ciudad siberiana de Novosibirsk. En el caso poco probable de que les crezca otra cabeza sobre los hombros, tal mutación no sería un problema ya que haría mucho más populares sus selfis.
un uso más enriquecedor de instagram también es posible
En fin, visto lo visto, podría parecer que la respuesta a la pregunta que titula este texto debe ser un taxativo NO. Sin embargo, como canta Rubén Bladés, “en medio del plástico también se ven las caras de trabajo y de sudor, de gente de carne y hueso que no se vendió”.
Así, por ejemplo, Instagram se utiliza para legítimos intereses comerciales pero, también, como altavoz de causas sociales como el feminismo, para dinamizar la vida en un pueblo, reinvindicar la vejez, impulsar la poesía, divulgar el arte y la ciencia o dar testimonio fotográfico y periodístico del mundo que nos rodea.
Por ello conviene recordar siempre que la máquina es lo que hacemos con la máquina y que, como dice el gurú Jeff Jarvis, «Internet no es un medio, Internet somos nosotros”. Nosotros, con nuestras miserias, pero también con nuestras grandezas. Que son muchas, tantas que no caben en Instagram.