“Asalto al Área 51, no pueden detenernos a todos”. Así reza la página de Facebook que invita a la gente a presentarse en masa en el Área 51 de Nevada, una base de entrenamiento para tropas militares estadounidenses, con el objetivo de ver a los aliens supuestamente atrapados (y liberarlos). Días más tarde, otro usuario, Bryan Richards, creaba un grupo similar para buscar al monstruo Ness.
Aunque es improbable que encuentren nada relacionado con alienígenas o monstruos, esta enorme concentración de personas ociosas puede suponer un problema serio para ambas zonas. El Gobierno estadounidense ya ha tratado de disuadir a los ‘gorritos de aluminio’, lo que en esencia ha supuesto echar gasolina al fuego. Se va a montar un buen… ¿festival! Vayamos por partes.
¿Por qué la gente sigue pensando que hay alienígenas?
El fenómeno de los alienígenas en el Área 51 lleva décadas circulando. El del Lago Ness, la Tierra plana y otros fenómenos paranormales, también. El documental ‘Behind the curve’, de Netflix, estudia con un caso real cómo se forman este tipo de creencias populares. No basta con juntar personas ociosas, inventarse una teoría con gancho y trabajar duro por superar cada evidencia en contra. Hace falta un malo contra el que dirigirse. Un enemigo.
Todas estas leyendas parten de una conspiración a gran escala, y este es un elemento clave. De este modo, cualquier comunicación por parte de organismos oficiales no solo queda automáticamente descartada, sino que se convierte en parte de una tapadera que trata de ocultar la verdad. Es una mecánica que concuerda con la arquitectura de las torturas.
¿Cómo fiarse de lo que dice un torturado? ¿Cómo fiarse de lo que dice el gobierno? Cualquier anuncio del Ejecutivo estadounidense pasa automáticamente a ser desacreditado y parte de la conspiración. Un ladrillo más. Los desmentidos solo echan gasolina al fuego, pero el silencio también.
Toda señal es un ataque del gobierno
Como comenta Marc Argemí en su nuevo libro ‘Los siete hábitos de la gente (des)informada’ (2019), “tienen sus adeptos en la medida en que resultan explicaciones plausibles para hechos no suficientemente explicados por las autoridades, o cuyas incógnitas surgidas en su día no se han podido despejar del todo”. Y es que es muy complejo confesar algo cuando no hay nada que contar.
En esta postura, las fuerzas armadas estadounidenses no tienen mucho margen de movimiento. Si guardan silencio, los fieles de esta nueva ‘religión’ siguen aumentando. Cuando realizan comunicados, como ocurre cada vez que se airea esta nota de prensa oficial, surgen las chispas.
Tampoco ayuda que los algoritmos de Facebook vetasen durante unos días la página web, como informaba la BBC. La retirada por error del sitio online fue entendida como un ataque del Gobierno, como no podía ser de otro modo por parte de los conspiranoicos. Si algo se mueve es el gobierno en la sombra.
¿Cómo se combaten entonces los bulos?
Javier Santaolalla, científico de prestigio mundial y conocido divulgador en YouTube, subió un vídeo en 2018 en el que hablaba sobre los peligros del terraplanismo. Un vídeo anterior sobre el tema, en el que demostraba usando la ciencia por qué el terraplanismo carece de sentido, había sido criticado por tratar a los conformantes de este movimiento con tono burlesco.
El documental ‘Behind the curve’ mencionado antes también había recibido críticas similares. Lo cierto es que el tono burlesco es un añadido voluntario para evitar que un contenido no científico se ponga a la misma altura que la evidencia consensuada de forma académica, descartando alienígenas del Área 51, vacunas que provocan autismo, antenas peligrosas, el monstruo del Lago Ness…
Santaolalla resume diciendo que “tenía miedo de que, hablando en un tono neutro, se pudiera malinterpretar como si fuesen dos posibilidades […] que están a la par y que sea algo abierto a discusión o debate”.
Era broma, todo era un festival
El fenómeno de la nueva peregrinación al Área 51 ha sido una noticia viral en todo el mundo. Raro es el periódico que no lo ha mencionado, y cuando ha llegado a una masa crítica sus organizadores han levantado la página web de un festival llamado Alien Stock Festival. ¿Era algo planificado de antemano?
Con más de dos millones de asistentes que han dicho que irán (dato en cuarentena), y un millón y medio de interesados, puede que se trate de la mejor campaña publicitaria de festivales de la historia. El caso recuerda al libro ‘Yo, libertino’, la novela falsa que se volvió un éxito de ventas por una broma. El escritor Ian Ballantine vio el negocio de diseñar ad hoc un novela para el caso.
De modo que cabe la posibilidad de que los organizadores originales del evento hayan visto negocio creando un festival de música en una zona y durante unos días sobre los que ellos mismos habían generado una peregrinación. Lo que está claro es que ya venden merchandising como camisetas a 25 dólares, así como plazas de camping a 140 dólares. No es mal negocio.
Sin eliminar la parte empresarial del festival (el botón de donar en PayPal sigue también presente), también puede ser que lo estén usando como tapadera para seguir reuniendo a la gente de forma legal. Si vamos a jugar a la conspiranoia, nosotros también queremos imaginar, aunque en septiembre de 2019 saldremos de dudas y veremos en qué ha quedado todo.
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