María Marcos nació en Las Palmas, vivió en Benavente (Zamora) y estudió en Salamanca. Terminó la carrera de biología en Vigo. Allí empezó a trabajar en el aula marina de la isla de Ons y continuó como guía en el parque nacional Illas Atlánticas durante siete años.
También participó en el programa de educación ambiental del Ayuntamiento de Vigo ‘Camiño a camiño’ y en el proyecto de huertos ecológicos urbanos. Pero sus pasos no terminaron en las rías gallegas. Ahora vive en Melaka, un estado al suroeste de Malasia. A orillas del canal homónimo, un corredor marítimo de navegación y un punto caliente de la biodiversidad oceánica mundial, lleva cerca de tres años trabajando para restaurar los ecosistemas coralinos de la zona. Reforestando los arrecifes de coral.
Mediante el Proyecto de Conservación y Rehabilitación de Corales que está desarrollando junto a Goh Yong Chow, estudian en profundidad ocho tipos de corales: Platygyra sp. (el coral cerebro), Pachyclavularia violacea, Palythoa sp., Sarcophyton trocheliophorum (lugar de anidamiento de los peces payaso), Goniopora stutchbury (en la lista de especies en peligro de la UICN), colonias de Leptastrea, Pocillopora damicornis y Galaxea fascicularis.
– ¿Cómo terminas en Malasia?
El septiembre hará cuatro años que llegué a Malasia. En España la profesión de biólogo no se valora demasiado y tampoco había muchos fondos para investigar. Al final llegó un momento en que el me vi forzada a trabajar de forma voluntaria. Nos ofrecieron venir a Malasia a mi chico y a mí, estuvimos valorándolo casi un año y al final nos lanzamos.
– ¿De qué manera te involucraste con la protección de los corales?
Aquí empecé a trabajar gestionando un restaurante. Pero a veces el cuerpo te pide hacer aquello para lo que has nacido. Siempre he tenido la pasión de la biología en la sangre. En Madrid había hecho un curso de seis meses sobre conservación y gestión de corales. Y justamente donde vivimos, en Melaka, conocí a uno de los mayores coleccionistas de corales, Goh Yong Chow.
Él los estudia con la finalidad de frenar si extracción de la naturaleza. Hay mucha gente que compra corales o peces exóticos de forma ornamental. Para que estas especies lleguen a nuestras manos han tenido que ser extraídas de la naturaleza de forma salvaje. Les pagan cuatro duros a los locales y ellos las extraen sin control.
Me pareció alucinante el trabajo de este hombre. Él tenía dificultades para hacer un estudio científico bien hecho. Llevamos ya dos años y medio colaborando. En Malasia, todos los centros de conservación de corales se encuentran en zonas de aguas claras y de fácil acceso, las más turísticas, como Borneo o la costa este. Pero en Melaka la situación es diferente, aunque los ecosistemas son muy delicados.
«En España la profesión de biólogo no se valora demasiado y tampoco había muchos fondos para investigar».
– ¿En qué sentido?
Hay manglares en la costa, praderas marinas a baja profundidad y luego arrecifes de coral. Todo interconectado y relacionados entre sí. Si destruyéramos este hábitat tardaría muchos años en volver a recuperarse. Pero aquí la gente no lo valora tanto. El agua no es tan cristalina, hay muchas medusas por lo que no se puede hacer esnórquel y los corales no se ven tan fácilmente.
Como no se valoraba a nivel medioambiental ni turístico, se le ha abierto la puerta a constructoras e inversores. Lo que han hecho ha sido ir ganando terreno al mar durante años. En unas décadas, la gente ha pasado de vivir al lado del mar a tener que coger el coche para llegar al agua.
Para reclamar esta superficie, retiran arena del océano y hacen el relleno. Esto está destruyendo los manglares, las praderas marinas y los corales. Es un desastre ecológico. Y está pasando ahora.
– ¿A qué problemas se enfrentan los arrecifes de coral del estrecho de Melaka?
La extracción de coral y especies para venta, el relleno para construir, el ascenso de las temperaturas y la acidificación de las aguas… Pero no hay ningún estudio al respecto. Por más que busco y pregunto esta costa está sin estudiar. Goh Yong Chow y yo, de forma altruista, vamos a una zona sana que está a una hora al norte de Melaka e identificamos especies y su estado. Se trata de un cabo en una zona migratoria de aves y cuenta con cierta protección. Ahora hemos planteado al Departamento de Pesca un proyecto para que extienda la zona de protección a la zona intermareal.
La mejor protección es la no intervención. Se trata de ayudar a que las especies puedan hacer su vida normal. El proyecto que hemos presentado tiene como objetivo estudiar la relación entre las diferentes especies de corales y contar con un equipo de investigación con cierta permanencia. No puede hacerse un estudio solo con voluntarios. Si conocemos bien cómo interactúan podremos imitar esa relación en áreas circundantes que sí necesitan rehabilitación.
La reforestación de arrecifes muchas veces consiste en hacer un monocultivo de una única especie. Pero esto deja el arrecife indefenso ante enfermedades o cambios en las condiciones ambientales. Como no hay diversidad genética, el arrecife es muy vulnerable. Nosotros queremos imitar a la naturaleza para que la rehabilitación sea más efectiva.
«Están destruyendo los manglares, las praderas marinas y los corales. Es un desastre ecológico. Y está pasando ahora».
– ¿Qué trabajo estáis haciendo ahora exactamente?
En esta zona que está protegida, el Gobierno anterior construyó un centro de interpretación hace 10 años. Está muy bien equipado, pero está abandonado. Nosotros ahora queremos ponerlo en movimiento. Hemos propuesto que nos lo cedan para monitorear el estado de las especies de la zona y estudiarlas, desarrollar nuevas formas de rehabilitación y, por último, hacer un programa de educación ambiental e involucrar a la comunidad local. Ellos son los que mejor pueden proteger la zona.
– ¿Cómo se hace para reforestar un arrecife de coral?
Los corales se reproducen de dos formas dentro de su gran diversidad. Por un lado, se reproducen sexualmente una vez al año. El coral masculino y el coral femenino expulsan el esperma y los óvulos a la vez, con mucha sincronización. Por otro, pueden reproducirse asexualmente. De un coral pueden formarse dos con genética idéntica.
Así, lo que se hace para reforestar arrecifes de coral es fragmentar los corales y repartirlos. Pero no es tan sencillo. Cada especie tiene sus ritmos de crecimiento y debe tratarse de forma distinta. Para la rehabilitación suele utilizarse una especie, la Acropora cervicornis, lo que en español se llama cuernos de ciervo, que crece muy rápido. En un año se percibe ya el crecimiento.
«La mejor protección es la no intervención. Se trata de ayudar a que las especies puedan hacer su vida normal».
– Al ser un animal de crecimiento tan lento, ¿cuáles son las probabilidades de supervivencia tras esta reforestación?
El coral hace simbiosis con un tipo de alga llamada zooxantela. Esta alga genera parte de la alimentación del coral. Pero a su vez esta especie es muy sensible a la química del agua. Si los humanos no intervenimos en los hábitats, la supervivencia de los corales está garantizada. Pero un pequeño cambio en la química puede acabar con ellos.
– Y a nivel global tenemos el problema del blanqueamiento de los corales.
Si nosotros seguimos aumentando la cantidad de CO2 en el ambiente, acidificando los océanos y aumentando su temperatura… Si el agua pasa de 28 grados, la zooxantela se va. Se rompe la simbiosis y el coral muere. Pero si las condiciones vuelven a ser idóneas, el alga regresa y el coral se recupera.
– ¿Puede un animal que lleva en la Tierra millones de años desaparecer en pocas décadas?
Un coral es un fósil viviente. Algunos llevan más de 100 millones de años sin grandes cambios. Se han adaptado a diferentes ambientes y ahora, en unos pocos años, por culpa de nuestras acciones, pueden desaparecer. Son la base de la biodiversidad marina. Si acabamos con ellos, quién sabe qué efectos en cadena habrá.
– Melaka es uno de los puntos calientes de la biodiversidad. Pero el sudeste asiático también está en el punto de mira por la contaminación. ¿Cómo se vive la conservación a nivel local?
Los grupos conservacionistas locales trabajan casi sin apoyo. Hay gente involucrada con el medioambiente, pero no hay medios. A nivel general, hay muy poca concienciación entre la gente. Prácticamente no existe. Si pasa en nuestros países, donde lleva años intentándose concienciar a la población y no ha cambiado nada…
Además, aquí se quiere imitar el estilo de vida de Europa, el consumo. Pero estos países carecen de sistemas de recogida de residuos efectivo o de limpieza de playas.
«Lo que se hace para reforestar arrecifes de coral es fragmentar los corales y repartirlos».
– ¿Crees que la solución a estos problemas ambientales pasa solo por la concienciación?
Hace falta algo más. Es necesario que los gobiernos y las empresas se involucren de verdad. Lo que no puede ser es que compremos determinados productos porque nos engatusan y que, una vez que se termine el producto, el envase y la marca siguen por ahí sin desaparecer. Como individuos no vamos a ningún lado sin la implicación de las empresas.
– Cada vez se habla más de la conservación de los océanos. La ONU le dedica un Objetivo de Desarrollo Sostenible completo. Pero parece que nada cambia. ¿Qué hace falta para que empecemos a tomarnos en serio la gestión de los mares?
Vivimos en un mundo de codicia voraz y en el que todo va a mucha velocidad, cambiando muy deprisa. Aun queriendo actuar, es muy difícil. Se nota, por ejemplo, con la sobrepesca. Las grandes pesqueras tienen herramientas que las hacen muy eficaces y les permiten pescar grandes cantidades. Pero los controles no llegan. Sin embargo, es mucho más sencillo controlar las prácticas ilegales del pequeño pescador local que, aunque sean dañinas, tienen mucho menos impacto.
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Imágenes | María Marcos, millasyorillas.com