Adolescentes ebrios por el alcohol o el amor al prójimo por saciar a un cerebro sediento de emociones

¿Quién no ha bebido unas copas de más durante la adolescencia? ¿Quién no ha sentido en su juventud el impulso de cambiar el mundo? Pues parece que ambos comportamientos comparten un origen común: un cerebro hambriento de emociones fuertes. Los jóvenes buscan diversión en conductas de riesgo o colaboran en una ONG al dictado de sus neuronas...ellos, que se sienten tan dueños de su destino.

Que la juventud es una enfermedad que se cura con los años, es una frase que utilizamos los que hemos pasado esa etapa para consolarnos. Nunca como en la adolescencia la vida luce tan suculenta, tan digna de ser engullida a bocados. A menudo, esa voracidad se torna peligrosa, pero ¿qué es vivir sino sortear peligros?

Ese apetito de riesgo se traduce en comportamientos que pueden resultar contrapuestos pero que responden a la misma razón. Así, conductas peligrosas como el excesivo consumo de alcohol o el desarrollo de otras que implican hacer el bien buscan el mismo fin: satisfacer el ansia de diversión del cerebro. Adolescentes borrachos, jóvenes ebrios de amor al prójimo…Un estudio desarrollado en la Universidad de Leiden y publicado en la revista Child Development ha encontrado una relación entre ambas conductas y, también, indicadores para predecirlas.

adolescentes buscan diversión

«Debido a que la adolescencia a menudo se asocia con estereotipos negativos, nuestros hallazgos brindan una visión más matizada sobre el desarrollo adolescente al centrarse en la relación entre la toma de riesgos y el comportamiento prosocial», afirma en Medical X Press Neeltje E. Blankenstein, investigador en la Universidad de Leiden, que lideró el estudio.

Los investigadores examinaron a 210 jóvenes durante los años 2011, 2013 y 2015. Los participantes tenían entre 8 y 25 años al comienzo del estudio, entre 10 y 27 años cuando fueron encuestados la segunda vez, y de 12 a 29 años cuando fueron encuestados por última vez.

Los sujetos respondieron preguntas sobre la frecuencia con la que participaban en conductas rebeldes y prosociales. También informaron sobre su tendencia a buscar actividades divertidas o gratificantes, y sus habilidades sociales, específicamente, empatía y perspectiva social, que los autores definieron como la capacidad de comprender los puntos de vista de los demás (por ejemplo, comprender ambos lados cuando dos compañeros no están de acuerdo).

riesgo

Cada vez que fueron encuestados, los participantes se sometieron a una resonancia magnética para medir la maduración de dos regiones del cerebro, el núcleo accumbens y la corteza prefrontal medial, para determinar si estas áreas, que son importantes para la toma de riesgos y el comportamiento prosocial, servían para predecir comportamientos. Así, el estudio halló cierta evidencia de que un desarrollo estructural más rápido de la corteza prefrontal medial se relacionaba con un comportamiento menos rebelde.

rebeldes y prosociales

A luz de los resultados, los investigadores concluyeron que la rebeldía aumentó desde la adolescencia temprana hasta la adolescencia tardía antes de descender a la edad adulta. Por otra parte, el comportamiento prosocial alcanzó su punto máximo en la adolescencia media a tardía.

El comportamiento rebelde y el comportamiento prosocial se relacionaron positivamente entre sí, incluso cuando se controlaba por la edad, es decir, cuanto más audaz se mostraba un adolescente, más probabilidades tenía de mostrar una conducta prosocial. De esta forma, la toma de riesgos en la juventud puede tener efectos positivos cuando el joven asume riesgos para ayudar a otros.  Los adolescentes buscan diversión…pues que se diviertan (con cabeza) y colaboren para un mundo mejor.

Imágenes: Pixabay

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