El día 16 de septiembre celebramos el ‘Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono’, esa fina capa de gas que nos protege de la radiación ultravioleta y que tantas portadas ocupó en los ochenta y los noventa.
El agujero de la capa de ozono ha pasado a un segundo plano en la última década debido a la creciente preocupación por otros problemas medioambientales. Sin embargo, y aunque su tamaño se ha ido reduciendo, no ha desaparecido del todo. Por si te pilla despistado, aquí tienes una breve historia de lo que ha sucedido con la capa de ozono desde los ochenta hasta hoy.
Nuestra defensa desde la estratosfera
El ozono es un gas compuesto por tres átomos de oxígeno que se forma en las capas más altas de la atmósfera por efecto de la radiación ultravioleta. En concreto, en la estratosfera, a entre 10 y 40 kilómetros por encima de la superficie terrestre.
Este gas forma una fina capa de color azulado que nos protege de los efectos nocivos de los rayos solares. Sin ella, estaríamos más expuestos a la radiación ultravioleta, que puede provocar desde lesiones en la piel hasta cáncer. Algunos han comparado la capa de ozono con una gigantesca protección solar para el planeta.
El ozono constituye una parte muy pequeña de la atmósfera, pero su papel es fundamental para garantizar la vida de los ecosistemas terrestres. Por ello, cuando en la década de los ochenta se detectó un agujero, se activaron todas las alarmas. El manto gaseoso se estaba debilitando sobre la Antártida, y era necesario frenar esa tendencia.
No se tardó en constatar que el origen del problema estaba en la emisión de gases químicos a la atmósfera. Concretamente, de clorofluorocarbonos (CFC), sustancias muy comunes que se usaban en los aerosoles y refrigerantes, como los aparatos de aire acondicionado, y cuya presencia en la atmósfera impide la correcta formación del ozono.
Los científicos y la comunidad internacional comenzaron una colaboración, en una acción conjunta que para muchos no tenía precedentes, para encontrar soluciones a este problema.
Los 32 años del ‘Protocolo de Montreal’
En septiembre de 1987 se redactó el ‘Protocolo de Montreal’, un acuerdo para proteger la capa de ozono reduciendo la producción y el consumo de las sustancias que acaban con ella (SAO, por sus siglas en inglés).
La principal prioridad era acabar con el uso de los clorofluorocarbonos de forma gradual. Formaba parte también de los objetivos acabar con los hidroclorofluorocarburos (HCFC), aunque de forma menos urgente, ya que su impacto en la capa de ozono es menor y, en ocasiones, se usaban como sustitutos temporales a los CFC.
Según datos de la ONU, se ha conseguido eliminar el 99% de los productos químicos que contaminan el ozono a través de los refrigeradores, aires acondicionados y muchos otros productos. Datos que no tienen en cuenta, claro está, las emisiones ilegales.
La aplicación del ‘Protocolo de Montreal’ se considera un éxito, ya que países de todo el mundo respetaron los calendarios pactados. En 2003, el ex Secretario General Kofi Annan declaró que se trataba, quizás, del acuerdo internacional más exitoso hasta la fecha. Un punto de vista compartido por otros representantes de la comunidad internacional.
¿Cómo está la capa de ozono ahora?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que el agujero de la capa de ozono cambia continuamente de tamaño, por lo que su recuperación no sigue una línea recta. Su tamaño depende de numerosos factores, como la temperatura del aire y los vientos. Sin embargo, se estima que se recupera entre un 1% y un 3% por década.
El agujero alcanzó su tamaño máximo en el año 2000. En 2017 se registró el más pequeño desde 1988, aunque en 2018 volvió a aumentar, tal y como ilustra este vídeo de la NASA.
De acuerdo con los resultados de un estudio científico realizado en 2018 por la Organización Meteorológica Mundial y la ONU Medio Ambiente, se espera que el ozono se recupere por completo en 2030 en el hemisferio norte y las zonas de latitud media, en 2050 en el hemisferio sur y en 2060 en las regiones polares.
Sin embargo, otros investigadores son menos optimistas y señalan que, a pesar de los logros alcanzados, queda mucho por hacer. En su evolución entran en juego, también, las emisiones ilegales: el estudio ‘An unexpected and persistent increase in global emissions of ozone-depleting CFC-11’, publicado en Nature en 2018, informó del aumento de emisiones de CFC-11 o triclorofluorometano (una sustancia no permitida) desde 2012. Más adelante se constató se provenía de fábricas de las provincias de Shandong, Hebei y Shangai (China).
Para saber si se cumplirán los objetivos fijados por el ‘Protocolo de Montreal’ debemos confiar en que todos los países (y todas las industrias) respeten lo acordado. Mientras tanto, los más curiosos pueden acudir a la página web del observatorio de la NASA, que pone a disposición de todos imágenes de cómo la fina capa de ozono evoluciona día a día.
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