Un corta y pega a escala molecular. Eso es a muy, muy grandes rasgos la herramienta de edición genética CRISPR. Una tecnología que ha revolucionado la escena de la medicina y la biotecnología.
Mientras el mundo decide las líneas éticas que han de delimitar la edición del ADN humano, la investigación avanza a distintas velocidades. China empezó una carrera a la que se ha sumado pronto Estados Unidos y a la que el resto del planeta mira con interés. Las expectativas son altas. Esta combinación de ADN bacteriano y una enzima en el papel de tijera está llamada, entre otras cosas, a curar muchas de las enfermedades que a día de hoy carecen de tratamiento.
El boom de CRISPR
En 2002 se publicó el paper en el que aparecían, por primera vez, seis siglas: CRISPR. Las iniciales, en inglés de repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas. Aquel artículo estaba firmado por cuatro investigadores de la universidad de Utrecht, en los Países Bajos. El grupo de científicos había bautizado como CRISPR un tipo de secuencia en el ADN de las bacterias que iba a revolucionar la genética.
Y había elegido el nombre de forma conjunta con el equipo de investigadores de Francis Mojica. De la mano del investigador alicantino se habían descubierto, en 1992, las primeras pistas de la existencia de este sistema de inmunidad adquirida de las arqueas. Un sistema que tardó casi una década en describirse por completo y nombrarse.
En 2003 se publicó otro paper y al año siguiente, ninguno, tal como recoge en su web Lluís Montoliu, científico del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Al cabo de una década se habían publicado 669 artículos científicos sobre CRISPR. Era 2013 y se acababa de sugerir la potencialidad de esta herramienta en la edición genética. El año pasado, según Nature, se publicaron más de 5.000 papers.
CRISPR ha acaparado la atención científica durante esta década y su protagonismo no ha hecho más que empezar. En 2015, sin bombo ni platillo, China empezó a probar terapias genéticas CRISPR en humanos. Los primeros bebés cuyo ADN había sido editado nacieron 2018, ante el asombro de la comunidad científica. Y a estas alturas de 2019 hay ya una veintena de estudios médicos en marcha, casi todos repartidos entre Norteamérica y China, que implican el uso de CRISPR, según la base de datos de la National Library of Medicine de Estados Unidos. Estos son algunos de los más destacados.
Edit-101: buscando curar la ceguera
En julio del año pasado, las compañías Editas Medicine y Allergan, en colaboración con cuatro centros de investigación de Boston, Florida, Michigan y Portland, todos ellos en Estados Unidos, recibieron el visto bueno para iniciar el que se considera el primer ensayo clínico in vivo de un fármaco de edición genética. El objetivo es desarrollar una cura para un tipo de ceguera hereditaria, la amaurosis congénita de Leber tipo 10.
El fármaco, denominado Edit-101, contempla que CRISPR trabaje directamente en el cuerpo humano. Es decir, los pacientes reciben una inyección con un gen corregido que no causa la ceguera, y CRISPR se encarga de reemplazarlo directamente en el organismo. Además de buscar una cura, estos ensayos servirán para medir los riesgos potenciales de la edición genética in vivo.
China y el intento de eliminar el VIH
Durante los últimos dos años, científicos de la universidad de Beijing han estado intentando desarrollar un sistema basado en CRISPR para luchar contra el VIH, el virus causante del SIDA. Los resultados de su primer experimento acaban de ser publicados y, aunque no han logrado el objetivo final, aseguran que el tratamiento no ha generado efectos secundarios en el paciente. Una vez más, se testea tanto la eficacia del procedimiento como la seguridad de la tecnología CRISPR.
Durante algo más de un año, una persona con VIH y cáncer de sangre tuvo en su cuerpo una serie de células madre editadas para imitar una forma rara de inmunidad natural al virus del SIDA. Estas células sobrevivieron durante 12 meses sin causar efectos secundarios. El problema, aseguran los investigadores, fue que la cantidad de células inyectadas no era suficiente para combatir el virus.
El estreno de EE.UU. y la cura del cáncer
El primer ensayo clínico de terapias CRISPR en Estados Unidos lleva poco tiempo en marcha. Y el objetivo no es poco ambicioso. Hace poco menos de un año, investigadores de la Universidad de Pensilvania iniciaron las pruebas de un tratamiento que busca modificar las células T, un tipo de linfocito clave en el sistema inmunológico humano, para que sean capaces de combatir ciertos tipos de cánceres. Por el momento, se trabaja con 18 pacientes con diferentes tipos de cáncer, como sarcoma y mieloma múltiple.
En este caso, el uso de CRISPR se hace fuera del cuerpo humano. A los pacientes se les extraen sus células T. En el laboratorio, se modifican sus genes para que puedan identificar una clase de célula cancerígena y atacarla. Después, se devuelven las células T a los pacientes y se esperan los resultados. Funciona como una inmunoterapia, el tratamiento para el cáncer que estimula las defensas naturales del cuerpo, pero con el apoyo de CRISPR.
Aunque se esperan resultados preliminares antes, el equipo investigador asegura que no se podrán obtener resultados definitivos antes de 2033.
La importancia de la forma de los glóbulos rojos
La anemia de células falciformes no es una enfermedad muy conocida. Pero quienes la padecen sufren dolor crónico, hinchazón de las extremidades y anemia. Está causada por la simple sustitución de una base por otra (timina por adenina) en una proteína (globina beta) de un único cromosoma (el 11). Este pequeño cambio provoca que los glóbulos rojos adquieran una forma de hoz (normalmente son como discos) y transportan menos oxígeno en la sangre.
Desde finales del año pasado, la Universidad de Columbia, el hospital infantil de Filadelfia y las empresas Vertex Pharmaceuticals y CRISPR Therapeutics estudian cómo las células madre de los pacientes, editadas mediante CRISPR en laboratorio, pueden producir menos hemoglobina falciforme. Y cómo una vez reintroducidas en el cuerpo mejoran la salud de los enfermos. Los ensayos concluirán en 2022 y podrían abrir nuevas vías de investigación para el tratamiento de enfermedades raras.
Desde tratamientos contra la tuberculosis y la leucemia hasta curas para el síndrome de Kabuki o la hipertermia, la lista de investigaciones en curso para poner a prueba la tecnología CRISPR no deja de crecer. Mientras, el debate sobre hasta dónde merece la pena correr el riesgo de editar nuestros propios genes sigue abierto.
En Nobbot | Addgene, un Netflix para la edición genética (y la revolución CRISPR)
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