La velocidad de la marcha es un indicador bien conocido relacionado con el envejecimiento, el riesgo de degradación funcional y mortalidad en adultos mayores, pero se sabe poco sobre los factores asociados con la velocidad de la marcha en etapas más tempranas.
En Nobbot hemos defendido en más de una ocasión la necesidad de tomarse la vida con un poco más de calma, evitando carreras y prisas que no llevan a ningún sitio. Mirar, contemplar, recrearse, fijarse en el detalle, caminar y no correr, y hacer camino al andar, en palabras del maestro Antonio Machado.
Sin embargo, aunque la lentitud como gesto subversivo en este tiempo acelerado nos gusta, parece que la parsimonia al caminar puede tener implicaciones para la salud a las que hay que prestar atención. Esta es, por lo menos, la conclusión a la que ha llegado un equipo de investigadores de la Universidad de Duke después de realizar un seguimiento de mil personas durante 50 años.
velocidad de la marcha de hoy, la infancia de ayer
A la luz de los resultados, los indicadores físicos y biológicos del envejecimiento acelerado, incluida la integridad cerebral comprometida, un volumen cerebral reducido, escaso grosor cortical y micro lesiones cerebrales, se asociaron con una marcha lenta a los 45 años. Además, en una escala de 19 parámetros analizados por los investigadores, los pulmones, dientes y sistemas inmunes de estos sujetos tendían a estar en peor situación que las personas que caminaban más rápido.
En resumen, las personas que caminan lento a esa edad parecen tener un cerebro más viejo que el que les correspondería según el calendario.
Por su puesto, estas características pueden asociarse también al estilo de vida, pero la novedad de este nuevo estudio es que la infancia puede ser un indicador de problemas en el futuro. Es lo que afirma Line J.H. Rasmussen, director de esta investigación, en declaraciones recogidas por Muy Interesante.
Los resultados obtenidos a los 3 años en coeficiente intelectual, comprensión del lenguaje, tolerancia a la frustración, habilidades motoras y control emocional predijeron la velocidad de marcha a los 45 años.
prevención de los efectos del envejecimiento
Hasta la fecha, la investigación sobre la marcha y el funcionamiento cognitivo se ha centrado principalmente en adultos mayores, muchos con enfermedades neurológicas. Pocos estudios han integrado medidas cognitivas y estructurales del sistema nervioso central con la marcha en adultos sanos de mediana edad y ninguno ha examinado la relación entre el desarrollo del sistema nervioso central en la infancia con la velocidad de la marcha en edad adulta.
Según los autores del estudio, que señalan la necesidad de seguir investigando, “llenar este vacío de información es importante para comprender los orígenes de la velocidad de la marcha en edad adulta y poder prevenir la discapacidad funcional. Si la velocidad de la marcha es precedida por indicadores en la infancia, esto apuntaría a las posibilidades de identificación temprana de vulnerabilidad y resistencia en la capacidad funcional mucho antes de la edad avanzada y sugeriría posibles estrategias de prevención”.
Resulta más fácil prevenir el daño asociado con el envejecimiento que revertirlo, y por ello el efecto de las intervenciones para retrasar el envejecimiento puede ser mayor si se aplican mientras las personas aún son jóvenes y están libres de enfermedades y discapacidades. Esto requiere incluir participantes más jóvenes en ensayos antienvejecimiento, y para ello, se necesitan medidas válidas para identificar los grupos de riesgo que necesitan intervención, así como para rastrear el curso del resultado antes de la manifestación de enfermedades relacionadas con la edad.
“La velocidad de la marcha podría usarse como una de esas medidas: la prueba es barata, segura, fácil de probar repetidamente y factible de usar entre personas de 40 años”, concluyen estos investigadores.