Toda buena casa encantada que se tercie tiene que tener una serie de elementos imprescindibles. En primer lugar, una localización aislada y cuanto menos hospitalaria mejor. En segundo lugar, unos cuantos años de antigüedad porque, reconozcámoslo, no es lo mismo pasar miedo en un pisito vanguardista que en una antigua casa victoriana.
En tercer lugar, un buen suelo de madera y varios muebles tapados con sábanas cubiertas de polvo. Por último, necesitamos una buena historia que consiga meternos el miedo en el cuerpo y lo cierto es que, cuantos más fantasmas y sucesos trágicos tenga, mejor.
Las casas encantadas y sus leyendas llevan atrayendo nuestra atención desde hace siglos. Nos gusta escuchar los distintos relatos que esconde cada una de ellas pero, demostraciones de valentía a parte, lo cierto es que nos dan miedo, y mucho.
Tal y como recoge Muy Interesante, los psicólogos achacan este miedo intenso que nos inspiran las casas encantadas a la sensación de desconocimiento. Aunque sabemos que es posible que ocurran cosas extrañas si cruzamos sus puertas, no tenemos muy claro si nos enfrentamos a una amenaza real o no.
¿Por qué sentimos miedo?
Si tuviéramos que describir el miedo lo haríamos como una sensación que invade nuestro cuerpo cuando intuimos algún tipo de peligro, ya sea real o esté tan solo en nuestras cabezas. Es también, y según los psicólogos evolutivos, una herramienta de adaptación evolutiva que permite a los individuos evitar peligros y, en consecuencia, aumentar su supervivencia.
Como cualquier otra sensación, nace en una región de nuestro cerebro, concretamente en el núcleo del lóbulo temporal, conocida como amígdala. Aquí se analiza al detalle el impacto emocional que producen los distintos estímulos a los que estamos expuestos y, en el caso de aquellos que inspiran miedo, la amígdala detecta una especie de amenaza.
La amígdala activa otras áreas cerebrales que desencadenan la liberación de hormonas y ponen en marcha el sistema nervioso simpático. Cuando estamos muertos de miedo, nuestro cuerpo lo nota y lo manifiesta con una serie de cambios entre los que cabe destacar el aumento de la presión sanguínea y el ritmo cardíaco o la aceleración de la respiración.
Imaginemos que, cada vez que vemos una película de terror o disfrutamos de una noche de sofá y manta frente a Cuarto Milenio, nuestro cuerpo experimentase todos estos cambios. La cosa resultaría un poco extrema y, como el cuerpo humano es muy sabio, difiere perfectamente entre las amenazas reales y las que no lo son. El hipocampo y la corteza prefrontal analizan la amenaza a la que nos vemos sometidos y se encargan de ponerla en contexto. No nos vayamos a sobresaltar para nada.
Volviendo a las casas encantadas, y tal y como aseguran desde Muy Interesante, el contexto tiene mucho que ver en la sensación de miedo. Por ejemplo, el aislamiento o la localización remota de las casas encantadas son uno de los factores que nos inspiran este sentimiento tan desagradable. Tenemos la sensación, y no vamos desencaminados, de que si algo ocurre no vendrán a salvarnos. Además, la oscuridad y la estética, en general, de la casa, como el hecho de encontrar escaleras medio rotas, representan obstáculos para nuestra posible huida por lo que nos echamos a temblar como unos cachorrillos asustados.
¿Disfrutamos del miedo?
Aunque cuando cae la noche solemos arrepentirnos de nuestra insólita valentía, lo cierto es que a muchas personas les gusta pasar miedo. Experimentamos un extraño y casi inexplicable placer cuando estamos a punto de darle al play para ver la película más desagradable y terrorífica que nos ha recomendado Netflix.
Somos perfectamente conscientes de que, cuando los muebles crujan en plena noche, nos acordaremos de nuestra hazaña maldiciendo aquel momento en el que decidimos emprenderla pero, aun así, no somos capaces de parar a tiempo. ¿Por qué nos gusta pasar miedo?
Todo tiene que ver con la dopamina, los glucocorticoides, la noradrenalina y la adrenalina. Estas sustancias regulan el sistema de recompensa cerebral, un conjunto de mecanismos que permiten que asociemos ciertas situaciones a una sensación de placer.
El sistema de recompensa no se encuentra ubicado en una única zona cerebral, sino que está formado por un conjunto de estructuras situadas en diferentes zonas del cerebro e interconectadas entre sí. El recorrido de este sistema de recompensa empieza en una zona del tronco encefálico llamada área tegmental ventral, que se relaciona con los mecanismos básicos de supervivencia. De ahí pasamos al sistema límbico, un conjunto de estructuras encargadas de la generación de las emociones y la producción de sustancias como la dopamina.
Por último, llegamos al lóbulo frontal, donde se integra la información para desarrollar una respuesta ante la misma.Cuando experimentamos situaciones que nos proporcionan un cierto placer (y el miedo está entre ellas), nuestro cerebro aprende e intenta que estas circunstancias vuelvan a repetirse en el futuro.
casas encantadas Para los más valientes
En España también somos muy dados a esta tradición fantasmagórica así que, para todo aquel que quiera vivir una experiencia diferente (como poco) existen casas encantadas a lo largo y ancho de nuestra geografía.
-Casa de los miedos (Guía, Gran Canaria): Cuenta la leyenda que una pareja de recién casados se trasladó a esta humilde casa con la intención de engañar a los vecinos de la zona. Un buen día, alertados por el timo de los recién llegados, los vecinos decidieron presentarse en la casa con ganas de castigar a los culpables. Después de matar a todo el ganado que poseía la pareja, decidieron hacer lo propio con ellos. A partir de entonces, los distintos moradores de la casa, ahora abandonada y ruinosa, aseguraban oír extraños y escalofriantes ruidos entre los que se encontraban el cacareo de las gallinas asesinadas.
-Casa de los Bayón (El Rayán, Asturias): Corría el año 1915, cuando el llanto de su hijo despierta a Concepción González y a su marido Eusebio Bayón. Alertados por los sollozos, se acercaron hasta el cuarto del pequeño para ver qué ocurría. Tremenda sorpresa se llevaron cuando descubrieron que la cuna se mecía violentamente. Ruidos de cadenas, objetos con vida propia… los sucesos paranormales se multiplicaron tras el extraño episodio. Un buen día, la propia Concepción aseguró escuchar la voz de alguien que reclamaba su presencia pero jamás quiso revelar de quién se trataba. La mujer falleció con 103 años llevándose consigo algún que otro secreto pero lo cierto es que no hay demasiados valientes que se atrevan a adentrarse en una de las casas encantadas más famosas de nuestro país.
El secreto de la Casa de los Bayón. https://t.co/NCNB2ujBpw pic.twitter.com/QqPGMgw2rM
— MundoPandereta (@MundoPandereta) September 30, 2018
-El Cortijo Jurado (Campanillas, Málaga): la familia Heredia mandó construir en la segunda mitad del siglo XIX un imponente cortijo que esconde extraños secretos. Entre 1890 y 1920, 5 chicas aparecieron brutalmente asesinadas junto a un río cercano al cortijo. La fama de la familia relacionaba a sus miembros con la Masonería y se llegó a hablar de túneles subterráneos en los que se habrían encontrado objetos de tortura. La cosa quedó como una simple leyenda pero lo que sí es cierto es que durante la Guerra Civil, en la finca tuvieron lugar unos cuantos fusilamientos. Además, algunas estancias del Cortijo Jurado se utilizaron como hospital y los sótanos hicieron las veces de calabozos.
Actualmente la casa está en ruinas pero son muchos los que aseguran haber oído ruidos extraños, latigazos y gritos entre ellos, alrededor de sus muros. De hecho, los parapsicólogos ya hicieron acto de presencia en este cortijo y aseguraron haber grabado claras psicofonías.
-La casa de las 7 chimeneas (Madrid): Este antiguo edificio está ubicado en el centro de Madrid y guarda una historia de fantasmas que data del siglo XVI. Cuenta la leyenda que la casa se construyó para que en ella viviera una joven llamada Elena, quien se decía que era amante del por entonces Príncipe Felipe, quien más tarde se convertiría en el Rey Felipe II. Elena contrajo matrimonio con un capitán que falleció en la famosa Batalla de San Quintín. La joven, quedó tan triste después de conocer la noticia que poco después fue encontrada muerta en su dormitorio. A su vez, su padre, atormentado por el fallecimiento de su hija, se suicidó en este mismo edificio. Según la leyenda, se vio el fantasma de una joven vestida con túnica blanca que paseaba por el tejado de la casa. Suposiciones y leyendas a parte, lo que sí es cierto es que durante unas reformas realizadas en el siglo XIX se encontró un esqueleto humano en el sótano enterrado junto a unas monedas que databan del siglo XVI. Saquen sus propias conclusiones y, si quieren, visiten La Casa de las Siete Chimeneas que actualmente alberga el Ministerio de Cultura.