El pasado mes de agosto se publicó el balance de las intervenciones contra la vulneración de los derechos de Propiedad Industrial relativos a 2018. Todas ellas acciones realizadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Según estos datos, el año paso se incautaron objetos por un valor de casi mil millones de euros, de los que casi 22 corresponden al sector textil. Lo que no incluye el calzado (valorado en ocho millones) ni la categoría de complementos y marroquinería (cerca de los 128 millones).
El volumen del textil representa el 2,2% de las intervenciones. Se trata del porcentaje más bajo desde 2012, el primer año del que se ofrecen cifras en este sentido. En 2017 las incautaciones de dispararon en este sector representado el 20,7% del total y valoradas en 61,4 millones de euros. Es decir, esto fue lo que dejaron de ganar aquellos que se dedican a falsificar productos originales.
Unos meses antes de conocerse los datos referidos a 2018, el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo lanzó una campaña bajo el lema ‘Sé responsable con tus compras, hay mucho en juego’. Además de alentar el comercio de proximidad, también se hacía especial hincapié en los consumidores para que se fijaran en el tipo de producto que adquirían.
«Si compras productos originales y desechas las falsificaciones, generas empleo, cultura, innovación, proyectos empresariales… Además, estás protegiendo tus derechos como consumidor y contribuyes, aunque no lo creas, a luchar contra la explotación laboral», rezaban algunos de los carteles de la campaña. Un mensaje que resume los riesgos de consumir ropa de imitación.
Repercusiones económicas
Las cifras anteriores demuestran que la fabricación de productos no es algo anecdótico. Los principales beneficiarios no son los consumidores, sino las mafias que se crean en torno a este negocio fraudulento. La Asociación General de Consumidores (ASGECO) lleva cinco años tratando de concienciar al ciudadano sobre sus efectos adversos.
Desde el punto de vista económico, la compra de productos falsificados provoca que las empresas que fabrican los artículos originales reduzcan su producción, sus ganancias y, por tanto, disminuyen los ingresos que el Estado percibe por el ejercicio de su actividad. Se estima una pérdida de 15.000 millones de euros de ingresos fiscales y contribuciones a la seguridad social de la Unión Europea.
La eliminación de puestos de trabajo es una consecuencia derivada de esa ralentización de la producción. La Confederación Española de Comercio (CEC) y la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema) estiman que el mercado de las falsificaciones en España supone la destrucción de más de 53.400 empleos y la pérdida de más de 6.700 millones de euros al año. El sector más afectado es el textil, que se deja 3.800 millones.
“La venta de falsificaciones hace un daño irreparable al comercio local. Los comerciantes crean empleo, pagan impuestos y se esfuerzan en abrir su puerta cada día. En algunas zonas, nos sentimos totalmente desprotegidos ante la venta ilegal de falsificaciones delante de nuestros locales”, explica José Guerrero, secretario general de la CEC.
Riesgos para el consumidor
Junto a las repercusiones económicas, la compra de ropa falsificada también tiene efectos negativos directos en los consumidores. Estos artículos no siguen los cauces oficiales para su fabricación y comercialización, por lo que no tienen que cumplir la regulación vigente.
Esto implica que, por ejemplo, se utilicen tintes tóxicos prohibidos en Europa, no sigan los criterios de seguridad aprobados para su producción pudiendo repercutir sobre la salud de los compradores, y que no respeten los criterios medioambientales. Por la misma razón, los consumidores carecen de derechos en el caso de querer reclamar si se ocasiona algún perjuicio.
Para concienciar al ciudadano de los peligros de comprar productos falsificados, incluidos los textiles, ADEMA y el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM) han empezado a colaborar. Tratan de discernir cuál es la mejor forma de hacer llegar al público los riesgos de estas acciones de compra.
“Lo que a priori puede parecer algo obvio, como es el motivo por el que alguien compra una falsificación, puede tener detrás muchas ramificaciones. Estas se concatenan y dan lugar a diferentes tipos de perfiles de consumidores”, señala José Ortiz, psicólogo del COPM y coordinador del proyecto. “Al consumidor que compra una falsificación para dar determinada imagen no le llega el mismo mensaje que aquel que lo hace para ayudar al vendedor”.
La Oficina Española de Patentes y Marcas (OPEM) ha preparado, junto al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, una guía genérica sobre cómo actuar en caso de detectar estos producto. Si el precio de un artículo es sospechosamente bajo, la calidad deja mucho que desear o huele a químicos lo más sensato es evitar la compra. Aunque eso no quita que a veces nos den ‘gato por libre’. Por lo que acudir a establecimientos de confianza debería ser garantía de un consumo responsable.
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