El 17 de noviembre se celebra el Día Mundial del Niño Prematuro, una realidad que supone el 10% de todos los partos mundiales.
En nuestro país, estas son las cifras: cada año nacen 28.000 bebés prematuros. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un bebé prematuro es aquel que nace antes de las 37 semanas de gestación. Existen tres categorías en relación al tiempo que los bebés pasan en el útero materno:
- Prematuros moderados, de 32 a 37 semanas.
- Muy prematuros, de 28 a 32 semanas.
- Prematuros extremos, menos de 28 semanas.
Los bebés prematuros necesitan cuidados especiales, ya que su organismo no está completamente desarrollado. Algunos de estos problemas son la rápida pérdida de temperatura, dificultades para alimentarse, un sistema inmunológico más débil contra las infecciones y una posible retinopatía, una enfermedad por la que crecen vasos sanguíneos en la retina de forma anormal y que puede provocar ceguera. Y, sobre todo, en bebés de menos de 34 semanas, problemas respiratorios, pues los pulmones no están completamente formados.
Las primeras incubadoras
En 1880, en el hospital Port Royal de París, Stéphane Tarnier inventó la primera tecnología para bebés prematuros: una incubadora. El propósito era mantener al niño caliente; por eso la incubadora era una especie de caja con dos compartimentos. En la parte de abajo se suministraba agua caliente, mientras que en la de arriba se colocaba al pequeño. La mortalidad de los niños prematuros se redujo en un 28%.
En la actualidad, las incubadoras han avanzado notablemente. No solo sirven para los bebés prematuros, sino también para los que nacen con poco peso o presentan deficiencias en el sistema inmunitario. Las funciones básicas de las incubadoras son mantener unas condiciones de temperatura y humedad óptimas, proporcionar oxígeno y rayos UVA que activen la vitamina D, monitorizar sus constantes, aislarlo de posibles infecciones y, si es necesario, suministrarle terapia intravenosa.
Sin cables pero con mucho amor
Uno de los retos de los avances actuales es usar procedimientos menos invasivos. Es el propósito de un equipo de pediatras, dermatólogos e ingenieros de la Universidad de Northestern en Illinois.
Han desarrollado un biosensor fabricado en silicona (menos agresivo para la piel del bebé) y con forma de tirita. El biosensor se adhiere al tórax y suministra información sobre el ritmo cardíaco, la temperatura y la presión arterial. Estos datos se transmiten a través de una antena receptora que se ubica en el colchón de la cuna y llegan, mediante una aplicación, a una tablet o un smartphone. Es decir, no utiliza cableado.
Otro de los problemas para los bebés prematuros es la falta de contacto directo con sus madres, fundamental para su desarrollo. Para solucionar esta ‘distancia’, se creó Babybe. Se trata de un sensor con forma de tortuga que la madre se pone en el pecho. Gracias al chip Edison, el sensor graba diferentes señales biométricas de la madre como la temperatura, la voz y el latido del corazón. Las señales pasan, de forma inalámbrica, al módulo de control que ‘traduce’ la información y la transmite al colchón biónico sobre el que está el bebé.
Úteros artificiales para bebés prematuros
¿Con cuántas semanas de gestación podría llegar a sobrevivir un bebé prematuro? Desde el Hospital Pediátrico de Filadelfia se plantean preservar la vida de niños de 23 semanas con ayuda de su útero artificial.
El dispositivo imita el ambiente que se establece en una placenta. Como el corazón del pequeño no resiste la presión de un sistema de circulación externo, es el propio niño el que regenera el circuito sanguíneo que le llega a través de un cordón umbilical artificial. Para que pueda seguir desarrollando sus pulmones, el ‘útero’ se llena de líquido amniótico, tal y como sucede en la placenta. Eso sí, hasta ahora, este avance solo se ha testado en corderos prematuros.
En una línea muy parecida tenemos el trabajo del hospital universitario Máxima Medical Center (MMC), en el que destaca la participación de Linda Mandemaker. Esta diseñadora social ha creado un modelo en forma de globo para introducir a los bebés y que se desarrollen sumergidos en líquido amniótico y en sus propios fluidos.
Ectogénesis: así se llama otro procedimiento por el que un cuerpo humano podría crecer en un entorno artificial. En Japón, trabajadores de la Universidad de Tohoku también han presentado evidencias que demuestran poder mantener con vida a bebés de 24 semanas a través de úteros artificales. Esta técnica podría estar desarrollada en una década.
Incubadoras de última generación
Mientras tanto, las incubadoras siguen siendo la herramienta más completa. Babypod es una incubadora con un extra muy especial. Utiliza la tecnología de los coches Fórmula 1, con un esqueleto exterior de fibra de carbono, y está especialmente pensada para poder transportar al bebé de un hospital a otro de la forma más rápida y segura.
Por su parte, mOm es una incubadora de bajo coste ideada para zonas en vías de desarrollo, en las que adquirir estos aparatos puede ser un lujo. Es una incubadora hinchable que puede doblarse para transportarse más fácilmente. Lo mejor es su precio, pues cuesta un 10% que una incubadora convencional.
El poder de las células madre
La displasia broncopulmonar (DBP) es uno de los problemas más graves a los que puede enfrentarse un bebé prematuro y su familia. Es una enfermedad en la que los pulmones se inflaman y desarrollan tejido anómalo. Los neonatos más inmaduros, que no han formado completamente sus pulmones, son el mayor grupo de riesgo. Desde el Hospital Infantil de Cincinnati han creado una terapia celular que estimula el desarrollo de los pulmones.
A través de las células madre, en concreto endoteliales c-KIT, se facilita el desarrollo de los alveolos. El tratamiento ya ha sido probado en bebés. Después de recibirlo, solo el 33% de los mismos desarrolló una DBP leve.
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