La producción de alimentos tiene una huella de carbono que proviene del uso de terreno y de las emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente. Un 22 % de estos alimentos termina en la basura, y con ellos todos los recursos utilizados en el proceso.
En los últimos tiempos, hemos oído hablar de la importancia que nuestra dieta tiene en el cambio climático. Según este estudio, la contribución al cambio climático de la dieta en los hogares es alrededor de un 19 %. El transporte y la energía suponen el 39 %.
Durante mi participación en la COP25 celebrada en Madrid, en una mesa redonda sobre emisiones GEI en los sectores agrícola y ganadero, se puso de manifiesto la importancia de los avances tecnológicos para reducir las emisiones. La moderación del consumo y la reducción del desperdicio alimentario son también puntos fundamentales.
Impacto de la agricultura y la ganadería
El inventario de gases de efecto invernadero en España señala a la agricultura como responsable del 11,6 % de las emisiones.
La ganadería supone un 9 %, siendo las emisiones de metano de la digestión de los rumiantes el factor principal. Los sensores en granja, el manejo de cultivos, la alimentación del ganado o la genética pueden contribuir a una agricultura y ganadería más eficiente.
Desde la investigación se trabaja para que la agricultura y la ganadería sean más productivas, eficientes y con menores emisiones de gases de efecto invernadero.
Por ejemplo, el proyecto METALGEN investiga estrategias genómicas y de nutrición para que el ganado deje una menor huella de carbono.
El desperdicio alimentario y el efecto invernadero
Este informe de la FAO analiza el desperdicio alimentario y su impacto medioambiental en función del origen de los alimentos (vegetal o animal).
La producción mundial de alimentos de origen vegetal es de unos 4 800 millones de toneladas, principalmente cereales, seguidos de verduras, hortalizas y tubérculos. En comparación, la producción de alimentos de origen animal ronda los 1 000 millones de toneladas, que suponen entre el 17 y el 18 % de la producción total de alimentos en el mundo.
El estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO pone de manifiesto que en el mundo se desperdician 1 100 millones de toneladas de alimentos vegetales (un 19 % del total). La mayor parte de este desperdicio ocurre durante la producción y en los hogares a partes iguales.
El desperdicio mundial de alimentos de origen animal es de 175 millones de toneladas (un 3 % del total).
La huella del desperdicio
El desperdicio alimentario supone un uso subóptimo de recursos cuya producción conlleva una huella hídrica, un aumento de la tierra cultivable y una emisión de gases de efecto invernadero.
El informe de la FAO revela que los cereales es el tipo de cultivo que mayor huella hídrica supone, un 51 % de la huella de aguas útiles o aguas azules en agricultura y ganadería, seguidos de las frutas. La carne supone menos de un 10 % del total de la huella de aguas azules de la agricultura.
Los desperdicios vegetales suponen un 16 % del total de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura, mientras que los productos de origen animal suponen el 7 %. Entre los desperdicios que más contribuyen a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero están las verduras y hortalizas (7 %), la carne (6 %) y los cereales (5 %).
El uso de tierra arable es similar en los productos de origen vegetal y animal. Entre ellos, los cereales, la carne y la leche son los que mayores superficie cultivable ocupan. Una reducción total del desperdicio de los alimentos supondría reducir un 23 % las emisiones totales de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura y la ganadería.
Cómo reducir el desperdicio alimentario
El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente propone un plan estratégico para una producción y consumos responsables.
Los ciudadanos podemos seguir algunos de los consejos que sugiere la FAO:
- Servir porciones pequeñas en los hogares y los restaurantes. Es mejor repetir que desperdiciar lo sobrante.
- Compartir raciones grandes en restaurantes.
- Ir al supermercado con una lista de la compra.
- No comprar con la vista. Las frutas y verduras “feas” o irregulares son igual de buenas, pero un poco diferentes.
- Entender las fechas de caducidad y consumo preferente.
- Donar los excedentes, principalmente los de restaurantes y supermercados (es necesaria una legislación).
- Hacer compostaje.
Reducir el desperdicio de comida no salvará el planeta, pero ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y contribuye a una agricultura y ganadería más sostenibles.
Óscar González-Recio, Investigador especializado en mejora genética animal, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.