El TAC (siglas de Tomografía Axial Computerizada) en realidad es un escaneo del interior de nuestro organismo por medio de rayos X. Un potente escáner en forma donut produce múltiples tomas transversales de nuestro cuerpo. Unas instantáneas que luego son tratadas por ordenador para producir imágenes muy precisas en dos o tres dimensiones.
Los médicos recurren al TAC para conseguir imágenes detalladas de órganos como el pulmón, el corazón, los riñones o el intestino. Los expertos suelen recomendar un TAC a un paciente si hay sospecha de una hemorragia, de enfermedades cardiovasculares o de fracturas y lesiones de órganos internos. También se recurre al TAC para descartar o localizar tumores cancerígenos y estimar su alcance en el organismo.
El TAC sirve asimismo para administrar tratamientos de radiación para combatir tumores o medir la respuesta de un órgano determinado a la quimioterapia. También es útil para detectar osteoporosis porque permite a los médicos calcular la densidad mineral de los huesos.
El TAC dura entre 10 y 20 minutos
Para hacernos un TAC, tenemos que tumbarnos en una camilla y dejar que el característico tubo en forma de gran donut nos analice deslizándose desde los pies a la cabeza. El escaneo es una prueba que suele durar entre 10 y 20 minutos. La máquina hace ruido, pero no llega a molestar demasiado. En cualquier caso, un TAC no debe asustar al paciente, pues realmente se trata de una prueba indolora y ambulatoria.
En ocasiones puede ser necesario que el paciente que se somete a un TAC tenga que tomar el llamado líquido de contraste. Estaríamos ante un “TAC por contraste”. Se trata de un compuesto de yodo y sirve para definir y resaltar mejor las imágenes que se obtienen con el escaneo. Este compuesto puede ser administrado por vía intravenosa o por vía oral.
Consejos para pasar UN TAC
Es fundamental que el paciente permanezca tumbado todo el tiempo durante la prueba, que no se mueva y que contenga la respiración cuando se lo pida el personal sanitario. También es probable que le pidan que no coma nada en las dos horas previas a la prueba, especialmente si hay que administrarle líquido de contraste.
Asimismo, es recomendable llevar ropa ligera y cómoda a la prueba, y no portar pulseras ni objetos metálicos que interfieran con el escáner. Además, el paciente deberá beber dos litros de agua, entre el periodo previo y el rato posterior a la prueba. No es necesario ir acompañado al hospital o al centro de salud porque es una prueba donde no se pierde la consciencia y donde el personal sanitario permanece en la sala vigilando al paciente.
Por último, no es descartable que el paciente sienta náuseas, calor en todo el cuerpo o un enrojecimiento de la cara cuando acaba la prueba. Sin embargo, son efectos que se suelen pasan al cabo de unos minutos.
Diferencias con una resonancia magnética
TAC y resonancia magnética son pruebas que muchas veces se suelen confundir. En ocasiones son pruebas complementarias, pero también tienen sus diferencias. La principal, a nivel tecnológico, es que el tubo de la resonancia magnética nuclear o RMN utiliza ondas de radio y no rayos X para obtener fotografías muy detalladas del interior del cuerpo.
Por esta razón, la resonancia magnética es totalmente inocua, mientras que en el TAC estamos expuestos a una pequeña radiación. Por otra parte, en la resonancia el ruido de la máquina es mayor (suena como un taladro o un martillo que golpea repetidamente una superficie dura).
Además, el paciente de una resonancia se introduce tumbado en un tubo largo y envolvente, por lo que la prueba puede afectar a las personas claustrofóbicas. El escáner del TAC, ese donut que recorre el cuerpo del paciente, no produce esa sensación de encerramiento y es mucho más silencioso.
Las patologías que tratan el TAC y la resonancia
El TAC también es más llevadero porque dura menos (entre 10 y 20 minutos), mientras que la resonancia suele durar más de media hora y puede llegar incluso a los 40 minutos. Otra diferencia está en la resolución de las imágenes. Las del TAC tienen menos definición que las de la resonancia.
Pero la principal diferencia está en el destino de las pruebas que proporcionan ambas tecnologías. El TAC sirve para detectar lesiones óseas y complicaciones en el pulmón y el tórax, además de localización de cánceres.
Por su parte, la resonancia magnética está muy indicada para ver con detalle tejidos blandos en lesiones de ligamentos y tendones, o localizar lesiones de médula espinal y columna vertebral, así como patologías cerebrales o neurológicas.
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