Climeworks es una startup con sede en Hinwil, un pequeño pueblo suizo de 11.000 habitantes. Es una pequeña realidad con un gran objetivo: reducir los efectos del cambio climático gracias a los sistemas para eliminar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera.La compañía fue fundada en 2009 y en 2017 pudo construir su primera planta piloto. El proyecto ha sido cubierto hasta por ‘New York Times Magazine’.
Un principio básico de la economía es que cuando la producción es alta se debe encontrar la demanda para deshacerse de ella. O reducir la producción, claro. Es lo que intentan hacer todos aquellos que buscan formas de reducir el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera. Para que este objetivo sea económicamente sostenible es necesario encontrar formas de reutilizar y vender el CO2 recuperado.
Cristoph Gebald y Jan Wurzbacher, los dos empresarios alemanes que fundaron Climeworks, se preguntaron: ¿qué industria necesita grandes cantidades de dióxido de carbono? Simple, la que produce bebidas gaseosas. Con esta intuición, los dos empresarios se presentaron en Coca-Cola para venderle su producto.
El CO2 es una de las principales causas del efecto invernadero. Junto con otros gases, impide que la Tierra disperse el calor acumulado por los rayos del sol. Esto lleva a un aumento de la temperatura global que causa el cambio climático. La liberación de CO2 a la atmósfera ha aumentado enormemente durante el siglo pasado debido a las actividades humanas. Es un dato científicamente probado, aunque algunos persisten en negarlo. De esta certeza surge la necesidad de, por un lado, reducir las emisiones y, por otro, capturar el exceso de dióxido de carbono presente en la atmósfera.
Cómo funciona el sistema de Climeworks
La planta piloto de Climeworks se encuentra en el techo de una incineradora que quema desechos para producir electricidad. Está formada por una docena de grandes ventiladores que aspiran el aire del exterior y lo transportan a una particular sustancia absorbente. Esta consiste en gránulos microscópicos a los cuales el CO2 se liga por reacción química, separándose del resto del aire. Periódicamente, el sistema calienta la sustancia absorbente para liberar el dióxido de carbono, que luego se almacena en recipientes a presión.
Como dijimos, parte del CO2 así obtenido se vende a una fábrica que produce bebidas gaseosas para Coca-Cola. Lo que queda se transporta a un invernadero donde se cultivan vegetales. De esta manera, se explota la capacidad de las plantas para usar dióxido de carbono en la producción de la energía que necesitan.
Existen varias compañías en todo el mundo que están experimentando con sistemas similares contra el cambio climático. Sin embargo, Climeworks es la primera que intenta desarrollar un modelo de negocio para vender toneladas de CO2. Incluso los proyectos más filantrópicos deben ser económicamente viables. El desafío, sin embargo, es complejo, tanto por las dificultades tecnológicas que plantea como por las económicas.
Actualmente, explica el ‘New York Times Magazine’, Climeworks está en números rojos. Gastó entre tres y cuatro millones de dólares para desarrollar e instalar la maquinaria, que requiere cantidades significativas de electricidad para funcionar. Teniendo en cuenta la inversión inicial, eliminar una tonelada de CO2 le cuesta a Climeworks entre 500 y 600 dólares. Esta cifra debería bajar hasta 200 dólares para que el trabajo empiece a ser rentable. No obstante, el dinero por ahora no es un problema. Los inversores creen en el proyecto y la compañía ha recaudado 50 millones de dólares en nuevos fondos.
Las otras opciones para combatir el cambio climático
Gebald y Wurzbacher confían en vender su CO2 a otros productores de bebidas y a los agricultores que usan invernaderos. En particular, apuestan por el tirón de la agricultura orgánica y los consumidores sensibilizados con el cambio climático. Climeworks también confía en los avances tecnológicos para hacer que la eliminación de CO2 sea más rápida y económica. Uno de los sectores de mayor interés es el de la producción de combustibles alternativos a los fósiles, combinando dióxido de carbono con hidrógeno.
A su vez, están experimentando con un sistema para bombear el CO2 capturado de la atmósfera a las profundidades de la Tierra. Y así devolverlo allá donde había estado almacenado durante miles de millones de años. Un proyecto piloto que ya está en marcha cerca de Reykjavik, Islandia, y está dando resultados alentadores.
La introducción de ciertos tipos de gas en el subsuelo es una práctica bastante extendida, por ejemplo, para aumentar la presión en los pozos petrolíferos. Los investigadores estiman que se podrían bombear hasta 25.000 billones de toneladas de CO2 bajo tierra. Por tanto, hay espacio y tecnología para lograrlo. Sin embargo, no hay certeza sobre la sostenibilidad económica.
El mercado del dióxido de carbono recuperado
El volumen de negocio de Climeworks actualmente es muy limitado: logra vender alrededor de seis millones de toneladas de CO2 por año. Una pequeña fracción en comparación con los 37.000 millones de toneladas de dióxido de carbono liberadas a la atmósfera cada año. Para evitar un aumento de tres grados en la temperatura del planeta para finales de siglo, no deberíamos superar las 20.000 millones de toneladas para 2030 y alcanzar las cero emisiones para 2050.
A finales de este año, Climeworks espera lograr una expansión de sus sistemas que le permita eliminar alrededor del 1% de las emisiones anuales de CO2. Para lograrlo, los costes de la maquinaría, de mantenimiento y los energéticos tendrán que disminuir significativamente. Dicho esto, y aunque la cantidad de CO2 eliminada por Climeworks sea marginal en comparación con el tamaño del problema del cambio climático, no significa que su iniciativa sea menos importante.
Todavía no existe un mercado real para el dióxido de carbono recuperado, pero las cosas podrían cambiar con la introducción de impuestos específicos por parte de los gobiernos. Además, como señalan las Naciones Unidas, se deben considerar e integrar más soluciones para reducir el aumento de la temperatura global. Producir mucho menos CO2 puede no ser suficiente. Especialmente en el caso de que, como parece probable, los gobiernos no cumplieran con sus promesas de reducir sus emisiones para frenar el cambio climático.
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