339.000 toneladas de CO2 equivalente al año, lo mismo que emiten 85.000 coches. Esa es la huella de carbono de la tecnología de Facebook… Y ni siquiera se acerca a la de Google.
Si tenemos en cuenta los casi 2.500 millones de usuarios de Facebook, la cifra que reconoce la compañía de Mark Zuckerberg en su último informe de sostenibilidad, cada persona que utiliza la red social genera unos 150 kilos de CO2 equivalente cada 12 meses. El dato, el más bajo desde que Facebook publica estos informes, subraya una realidad que no siempre es evidente: la revolución tecnológica y digital tiene implicaciones profundas en el planeta.
Internet tiene una huella de carbono
La red existe, pero no la vemos. Tampoco emite humo, ni hace ruido, ni genera residuos, pero aún así contamina. Internet tiene una huella de carbono importante que pasa desapercibida para un gran número de sus usuarios. Es cierto que su impacto no se acerca al de otros sectores y que el CO2 equivalente de Internet es difícil de calcular, pero se estima que en 2019 las emisiones relacionadas con la actividad digital del mundo superaron el 2% del total. Y la cifra pronto podría superar el 3%.
Las 390.000 toneladas de Facebook pueden parecer muchas. Pero se quedan en nada si las comparamos con los más de 15 millones de toneladas de CO2 equivalente que Google reconoció haber generado en 2018. El dato incluye emisiones propias, emisiones derivadas del consumo energético y emisiones indirectas de proveedores. E indica que cada búsqueda que hacemos en Google es igual a unos 12 gramos de CO2 equivalente.
Cada post que leemos, cada publicación en redes sociales, cada filtro de Instagram, cada hilo de Twitter, cada vídeo de TikTok, cada streaming en Netflix, cada lista de reproducción en Spotify… Todo lo que hacemos en el mundo digital implica un CO2 equivalente, una medida en la que se suman todos los gases de efecto invernadero emitidos, convirtiendo los que no son CO2 a su equivalencia en dióxido de carbono.
Pero, ¿cómo puede ser que un clic implique 12 gramos de CO2 equivalente? Internet es invisible. Pero la red que la soporta está formada por miles de servidores y centros de datos físicos situados alrededor del mundo. Cables que dan la vuelta a la Tierra varias veces. Millones de dispositivos tecnológicos cuya producción y funcionamiento consumen energía. Para entenderlo, nada mejor que el caso de un viejo conocido de la revolución digital: bitcoin.
Criptomonedas y las emisiones de Kansas City
Las bitcoins son criptomonedas, una divisa digital que solo existe en una cadena de bloques. Pero tienen un valor real y son un recurso escaso, que hay que minar. Y se mina también con maquinaria pesada y contaminante, aunque digital. Para que los mineros puedan extraer criptomonedas, deben resolver problemas matemáticos muy complicados mediante cálculos aleatorios desarrollados por hardware cada vez más potente.
De acuerdo con un estudio llevado a cabo por investigadores del MIT, en Estados Unidos, y la Universidad Técnica de Múnich (Alemania), publicado el año pasado en ‘Joule’, la minería de bitcoins consume 45,8 teravatios (billones de vatios) por hora de electricidad cada año. Este consumo produce entre 22 y 23 megatones de dióxido de carbono. Es decir, las mismas emisiones que Kansas City (Estados Unidos) o que países menos industrializados como Sri Lanka.
“Si se incluyen otras criptomonedas, el consumo de energía sería más del doble del que genera el bitcoin”, explican en ‘MIT Technology Review’. “Sin duda, 23 megatones de dióxido de carbono es una parte relativamente pequeña frente a los aproximadamente 30.000 megatones de emisiones anuales relacionadas con la energía en todo el mundo. Pero lo último que el mundo necesita ahora es inventar nuevas formas de generar dióxido de carbono adicional”.
El CO2 de un ‘smartphone’
Si los datos del presente nos parecen abultados, las predicciones para el futuro no mejoran el panorama. Al fin y al cabo, nos encontramos en las primeras fases de una revolución digital que todavía tiene mucho que avanzar. Las emisiones relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) podrían llegar a suponer un 14% del total global de emisiones en el año 2040 y superar al transporte como sector contaminante, según un estudio de la Universidad McMaster, en Canadá.
El análisis ‘Assessing ICT global emissions footprint: Trends to 2040 & recommendations’, publicado en ‘Journal of Cleaner Production’, señala el peso desproporcionado de los smartphones a esta huella de carbono. Hoy son responsables del 11% de las emisiones de las TIC. En 2040 podrían generar 125 megatones de CO2 equivalente al año (por comparar, toda la actividad desarrollada en España emitió en 2019 249 megatones). Y, lo que es más destacable, hasta un 95% de la huella de carbono de los smartphones se genera en su producción.
¿Qué hacer para reducir las emisiones?
El impacto de la tecnología en el cambio climático no es diferente al de otros sectores. Las empresas y el sistema de producción tienen mucho que decir. Pero los hábitos de los usuarios también pueden contribuir a reducir las emisiones. ¿Qué podemos hacer?
El paper de la Universidad McMaster propone una receta mixta: potenciar el uso de energías renovables en la industria mediante incentivos fiscales y alargar la vida útil de los dispositivos y reciclarlos a la hora de adquirir uno nuevo. Desde Mozilla proponen, además, cambiar ciertos hábitos concretos con un impacto directo en la huella de carbono de la tecnología.
- Ajustar los parámetros de consumo de los dispositivos en la medida de lo posible. Por ejemplo, reducir el brillo de las pantallas o no dejar los dispositivos en stand-by.
- Evitar el streaming y cambiarlo, siempre que sea posible, por la descarga del contenido.
- Buscar de forma inteligente. Si queremos acudir a páginas que ya conocemos, teclear la URL directamente en lugar de pasar por un buscador consume mucha menos energía.
- Bloquear funciones como autoplay o el tracking en ciertas webs; funciones que no necesitamos, pero conllevan un gasto de energía más elevado.
- Compensar nuestra huella de carbono con iniciativas como, por ejemplo, Ecosia.
Somos 7.700 millones de seres humanos sobre el planeta. Nuestra huella de carbono es, hoy por hoy, inevitable en cualquier actividad. La digitalización ha supuesto avances importantes para los más de 4.500 millones de personas con acceso a internet. Disminuir el impacto medioambiental de la tecnología parece esencial si queremos sumar los 3.000 millones de humanos restantes a la revolución digital.
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Imágenes | NASA, Unsplash/Jason Leung, Katie Moum, Alexandre Debiève
Me agrado mucho leer esta información, esta muy completa, fácil de entender y directa, agregar los links para leer mas del tema esta super bien, ya que complementa y respalda los datos.
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