El desarrollo tecnológico da lugar a realidades inéditas que plantean dudas morales, pues nos enfrentamos a situaciones sobre cuyas consecuencias no hemos tenido tiempo aún para reflexionar. El encuentro virtual de una madre con su hija fallecida es uno de los últimos ejemplos.
Jang Ji-sung perdió a su hija de 7 años a causa de un cáncer en 2016 y solo quien ha sido padre o madre puede tratar de imaginar el dolor que eso supone. El escritor español Francisco Umbral quizás sea la persona que, desde la literatura, ha estado más cerca de explicar con palabras esta sensación de atroz pérdida, en su libro Mortal y rosa.
Tres años después de la muerte de su hija, la compañía surcoreana Munhwa Broadcasting Corporation ofreció a esa devastada madre la posibilidad de encontrarse con su hija gracias a la realidad virtual. El resultado es un vídeo llamado “I Met you” que se emitió en televisión y ahora puede verse en Youtube.
un encuentro virtual que plantea dudas
En él podemos ver como Jang Ji-sung interactúa con su hija. Para ello, se replicó a la niña en 3D, contando con la ayuda de una actriz infantil, y se ofreció a la madre unos guantes sensibles al tacto, así como unas gafas y auriculares que permitían mantener un encuentro “realista” con su hija en un reducido espacio virtual.
En el vídeo asistimos a diálogos como este, que nos dejan con un nudo en la garganta:
Mamá, ¿pensaste en mí?
Todos los días …
Echo de menos abrazarte.
La situación plantea muchas dudas sobre el efecto que puede tener ese encuentro virtual en la madre. ¿Supuso un alivio para sobrellevar el duelo?, ¿dejará secuelas psicológicas? Por otra parte, quizás en un entorno controlado e íntimo, el encuentro virtual entre madre e hija podría resultar menos controvertido, ¿pero convertirlo en un espectáculo televisivo y difundirlo luego en Youtube?
En lo que respecta a la decisión de la madre, quizás cualquiera de nosotros, en una situación similar, hubiéramos aprovechado esa última oportunidad de recordar a quien tanto quisimos.
Sin embargo, en lo que respecta a la plataforma televisiva, esta exhibición impúdica del dolor de esa mujer para conseguir audiencias nos remite a situaciones que, si bien no son tan extremas, nos resultan familiares. Hasta ese punto ha llegado la falta de escrúpulos en la sociedad de las pantallas y la supuesta transparencia.
fantasmas digitales
Un mundo en el que cada vez resulta más difícil dejar atrás la pérdida de los que se fueron y nos dejaron, por mor de eso que hemos dado en llamar huella digital. Incluso hay servicios funerarios que ofrecen ese servicio que viene a solucionar una situación dolorosa con implicaciones relacionadas con la privacidad.
Sin embargo, las personas somos más que fríos datos, más que titulares que hablan sobre nuestro derecho al anonimato, más que líneas en un texto legal. Mucho más que recreaciones virtuales. Borrar la huella digital es cortar el último hilo que nos une a quién partió. Frente al derecho al olvido surge la necesidad de recordar.
Quizás, desde esta perspectiva podamos entender mejor a esa madre que ha querido encontrarse con su hija, aunque ya no sea su hija sino un ente virtual sobre el que proyectar su alma hecha trizas. Una madre que ha buscado consuelo en la tecnología. ¿Cómo juzgarla?