Este titular es una licencia poética porque orinar en la Luna es asunto más complejo que abrirse la bragueta. Sin embargo, un equipo internacional de científicos, incluidos investigadores españoles, estudian el uso de la urea de la orina como elemento constructivo en futuras colonias lunares.
Tal como podemos leer en SINC, transportar alrededor de 0,45 kg de la Tierra al espacio cuesta unos 10.000 dólares, lo que implica que la construcción de un módulo completo en nuestro satélite de esta manera saldría muy caro. Por este motivo, las agencias espaciales apuestan por utilizar las materias primas de la superficie lunar, o incluso, las que pueden aportar los propios astronautas cuando tengan que orinar en la Luna.
Ahora, científicos de Noruega, España, Países Bajos e Italia, en colaboración con la ESA, han realizado diversos experimentos para verificar el potencial que tiene la urea de la orina como plastificante, un aditivo que se puede incorporar al hormigón para suavizar la mezcla inicial y hacerla más moldeable antes de que endurezca. Los detalles se publican en el Journal of Cleaner Production.
orinar en la luna para impulsar la carrera espacial
“Para fabricar el hormigón basado en geopolímeros que se usará en la Luna, la idea es utilizar lo que hay allí: el regolito (material suelto de la superficie lunar) y el agua del hielo presente en algunas zonas”, explica a SINC uno de los autores, Ramón Pamies, profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena (Murcia), donde se han realizado diversos análisis de las muestras mediante difracción de rayos X.
“Pero, además –añade–, con este estudio hemos visto que un producto de desecho, como es la orina del personal que ocupe las bases lunares, se podría utilizar también. Los dos principales componentes de este fluido corporal son el agua y la urea, una molécula que permite romper los enlaces de hidrógeno y, por tanto, reducir las viscosidades de muchas mezclas acuosas”.
Usando un material desarrollado por la ESA similar al regolito lunar, junto a la urea y diversos plastificantes, los investigadores han fabricado con una impresora 3D diversos cilindros de ‘barro’ y comparado los resultados.
Los experimentos, realizados en la Universidad de Østfold (Noruega), revelan que las muestras que llevaban urea soportaban grandes pesos y se mantenían con una forma casi estable. Una vez calentadas a 80 °C también se comprobó su resistencia, que incluso siguió aumentando después de ocho ciclos de congelación-descongelación como los que ocurren en la Luna.