Un estudio compartido por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) muestra relación entre el aire acondicionado de un restaurante y un brote de coronavirus. Varias familias de Guangzhou (China) se infectaron en febrero al ubicarse en el tiro de aire del aire acondicionado.¿Debemos tener miedo al aire acondicionado? ¿Qué podemos aprender de esta experiencia?
Lo primero que hemos de decir, para que no haya dudas, es que el aire acondicionado no provoca coronavirus. Ni mucho menos, como no lo hace ninguna otra tecnología. Lo que sí favorece es su distribución, como también ocurre con los aviones. El mecanismo del aire acondicionado es sencillo: coge aire por una rendija con filtros, lo calienta o enfría y lo expulsa por otro.
¿Cómo distribuyó el aire acondicionado la COVID-19?
Si en un mismo entorno cerrado una persona con coronavirus se sienta cerca del aparato de aire acondicionado y sus gotículas de coronavirus (gotas minúsculas con el virus dentro) acaban en la máquina de aire acondicionado, es probable que el filtro no pueda atraparlas. Además, en su interior no se dan las condiciones para destruir al virus.
Lo que ocurre es que el mismo aire vuelve a salir por el sistema de impulsión. El aire acondicionado actúa como un ‘agitador’, algo que favorece la transmisión de patógenos. Y hablamos de todo tipo de patógenos, como ácaros, virus o bacterias, no solo SARS-CoV-2, aunque este sea la novedad.
La imagen superior, tomada del estudio, muestra la posición de diferentes personas y el momento de la detección de coronavirus. Hay cierta consistencia en los datos que apunta a que el movimiento del aire del aire acondicionado fue un factor clave en la transmisión. Veamos por qué pasa esto y cómo podemos evitarlo.
Distancia social y velocidad relativa, factores clave
Hace tiempo que sabemos que mantener una distancia social de al menos 1,5 a 2 metros es altamente recomendable. Sin embargo, los expertos han demostrado cómo el virus puede desplazarse hasta 4 metros en diferentes entornos. Así lo asegura un segundo estudio, también compartido por el CDC.
Un tercer estudio, esta vez computacional y de Ansys, demostró que la velocidad de las personas era también un factor clave. Si queremos correr por la calle, la distancia social debería aumentar hasta 20 metros, o 10 como mínimo. De ahí las reticencias de algunos gobiernos a permitir que sus ciudadanos se ejerciten fuera de casa. El vídeo es bastante esclarecedor.
Cuando una persona corre detrás de otra, la velocidad relativa del aire que le rodea es diferente que cuando camina. Y lo mismo ocurre con el aire acondicionado. Cuando la impulsión de aire está encendida, la velocidad relativa del aire aumenta. La consecuencia es similar: se hace necesario separarse mucho más cuanto más rápido vamos.
Para entender esto podemos ir a un caso conocido: la diferencia de temperatura y la sensación térmica. Para una misma temperatura ambiente (pongamos unos apacibles 22 ºC), aumentar la velocidad del viento puede darnos frío. Esto ocurre porque la cantidad de aire que choca contra nuestra piel es mayor. En este caso, robándonos un poco de energía térmica (el cuerpo está a más de 20 ºC), y, en el caso del coronavirus, exponiéndonos a más gotículas.
Entonces, ¿es seguro el aire acondicionado?
Cuando hablamos de entornos cerrados con poca gente y siempre las mismas personas, como una casa, el aire acondicionado no supone un peligro, al menos para nosotros. El movimiento del aire aumentará el posible contagio, pero no supondrá una diferencia importante si ya vivimos con esa persona, la abrazamos o pasamos horas en el mismo cuarto.
El problema son los lugares públicos, especialmente aquellos con poca ventilación o que toman el aire de las proximidades. Pensemos en un restaurante familiar o en un comercio con tiro de aire vertical en la puerta (la llamada ‘cortina de aire’). En ambos entornos se dan las condiciones para aumentar la transmisión: se toma el aire del entorno cerrado y se impulsa, aumentando su velocidad.
El riesgo será más bajo en grandes superficies con toberas de aire que lo desplacen pero no lo tomen del interior, aunque no nulo, especialmente si tenemos en cuenta la masificación de estos entornos.
Imaginemos, en cambio, un centro comercial de techos amplios y conductos de aire frío que lo recogen de fuera. Aunque la impulsión aumentará la velocidad del aire (y, si no, ya se encargará la convección o corrientes por diferencia de temperatura), al menos el aire que sale del tubo no tiene gotículas. Y eso es un factor clave.
¿Podemos evitar esta diseminación del coronavirus?
La ventaja de contar con estos estudios que relacionan las corrientes de aire con la dispersión del SARS-CoV-2 es que podemos tomar medidas al respecto, empezando por aumentar al máximo posible la distancia social y evitar los entornos cerrados, particularmente aquellos que hagan uso de ventiladores o máquinas de clima que desplacen el aire.
Si tenemos uno de estos locales, lo ideal sería prescindir de ventilación forzada durante un tiempo, priorizando la calefacción por radiación y evitando el enfriamiento con aire en la medida de lo posible. También ventiladores. Cuando no sea viable, podemos configurar la impulsión a la mínima velocidad posible.
Al mismo tiempo, es recomendable airear las estancias de tanto en tanto para disminuir la carga vírica. Es decir, la concentración de gotículas por metro cúbico. De ahí que desde la hostelería se demande ampliar las terrazas.
Imágenes | triosolution1, CDC, Heamosoo Kim