«El próximo fin de semana, el anticiclón de las Azores dejará cielos limpios y un ambiente seco y frío en el noroeste peninsular. Habrá que extremar las precauciones frente a la COVID-19».
La afirmación no es real, pero podría serlo en un futuro cercano. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y el Instituto de Salud del Carlos III (ISCIII) investigan la influencia de las variables meteorológicas y de la contaminación atmosférica en la incidencia y propagación del virus SARS-CoV-2 en España. El objetivo final es desarrollar un sistema de alerta temprana y de monitorización de dichos factores ambientales. Poder predecir brotes de la enfermedad de la misma manera que hoy pronosticamos el tiempo.
Cristina Linares, investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII, profundiza en la relación del nuevo coronavirus con nuestro entorno. Las hipótesis y los datos que maneja nos hacen reflexionar sobre otra de las muchas caras de la pandemia que ha cambiado el mundo. ¿Frenará el calor la epidemia? ¿Está la contaminación atmosférica relacionada con una mayor incidencia de la enfermedad?
– Los datos preliminares de vuestro estudio indican que, a mayor temperatura, menor incidencia del virus. ¿Es suficiente como para esperar que el verano en el hemisferio norte frene la pandemia?
Una de las hipótesis con las que está trabajando la comunidad científica es la posibilidad de que el coronavirus SARS-CoV-2 sea menos transmisible en presencia de un clima cálido y húmedo. Una posibilidad que podría reducir la incidencia de la enfermedad COVID-19 según avance la primavera y haga más calor.
Pero, por el momento, se trata solo de una hipótesis. Aunque hay estudios preliminares que apuntan en esa dirección, no existen evidencias científicas suficientes para afirmar que el virus sobrevive peor con el calor y que la pandemia podría atenuarse con la llegada de temperaturas más altas o con un clima más húmedo. Esta es una de las grandes preguntas que actualmente se plantea en el mundo científico y hay argumentos tanto a favor como en contra.
«En general, los coronavirus sobreviven durante períodos de tiempo más cortos a temperaturas más altas y mayor humedad. Pero aún falta información sobre si esto puede aplicarse al nuevo coronavirus»
– ¿Podría ser una de las razones por las que el virus parece haber tenido menos incidencia en las regiones del sur de España e Italia que en las del centro y el norte?
Exactamente, podría. Pero son resultados preliminares. Hay que tener en cuenta otros factores que influyen en la posible estacionalidad de la propagación además de las condiciones ambientales. Influyen determinantemente la actividad humana, las medidas de contención y la densidad de población. Así como otras variables ambientales con diferente peso como la contaminación atmosférica, la humedad y la radiación ultravioleta.
Se sabe que algunos virus de tipo respiratorio, como el de la gripe y el del resfriado común, se propagan más durante los meses de clima frío, pero eso no significa que sea imposible enfermar con estos virus durante otros meses. En general, los coronavirus sobreviven durante períodos de tiempo más cortos a temperaturas más altas y mayor humedad que en entornos más fríos o más secos. Pero aún falta información sobre si esto puede aplicarse al nuevo coronavirus.
– Otros estudios señalan que la evidencia de la relación entre temperatura y difusión de la enfermedad es débil. Incluso algunas investigaciones han señalado una resistencia inusual del virus a la temperatura alta. ¿Qué os hace confiar en vuestros resultados?
Entre las razones que podrían apoyar la hipótesis de una menor transmisión en primavera y verano están las puramente ambientales (posible menor transmisión con frío y poca humedad), las relacionadas con la actividad humana (más convivencia en interior en invierno, lo que aumenta los contactos) y las vinculadas al funcionamiento del sistema inmune (algunos estudios apuntan a una inmunidad general más débil en invierno).
Además, hay datos ecológicos que podrían explicar estas hipótesis, como la diferente velocidad de propagación entre zonas geográficas con factores climáticos diferentes. Investigaciones previas en virus similares sugieren una disminución en la intensidad de transmisión asociada a un aumento en la temperatura y la humedad relativa. Y algunos estudios preliminares realizados sobre patrones climáticos en relación con el SARS-CoV-2 apoyarían esta posibilidad.
Sin embargo, el nuevo coronavirus se está extendiendo de manera eficaz a nivel mundial, incluso en climas cálidos y húmedos, por lo que aún es demasiado pronto para considerar la estacionalidad climática como un factor clave de su transmisibilidad.
– En estas últimas semanas se han publicado varios estudios que relacionaban la polución del aire con la incidencia de la enfermedad. ¿Existe también una relación con la capacidad de difusión del virus?
Actualmente se barajan dos hipótesis, que son complementarias a su vez, sobre cómo la contaminación atmosférica podría ser un factor de riesgo en la incidencia de la COVID-19.
Por una parte, se investiga si las propias partículas contaminantes son capaces de transportar de forma viable al nuevo virus. Esto se ha demostrado en estudios anteriores con otro tipo de material biológico: bacterias, virus y granos de polen. La explicación para este mecanismo se puede encontrar en dos investigaciones recientes según las cuales las partículas materiales podrían actuar como vector para la propagación de la enfermedad por coronavirus. Una es un estudio realizado en Lombardía (Italia), según el cual los lugares con mayores concentraciones de partículas de diámetro aerodinámico inferior a 10 micras (PM10) se asociarían con regiones con mayor número de casos de COVID-19. Es un estudio con escaso rigor metodológico aún.
«La disminución de los niveles de contaminación atmosférica sería beneficiosa en un posible rebrote del virus en el futuro»
Este mismo estudio, pero más ampliado, ha encontrado restos de ARN del SARS-CoV-2 en muestras de partículas materiales medidas tanto en ambientes industriales como urbanos de la ciudad de Bérgamo (Italia). La hipótesis que plantean se basa en que las partículas de aerosol que contienen el virus pueden viajar más lejos cuando se une a partículas de contaminación. La partícula resultante es más grande y menos densa que una gotícula respiratoria, por lo que podría aumentar su tiempo de permanencia en la atmósfera.
– ¿Y la segunda hipótesis sobre la relación entre la COVID-19 y la contaminación?
La segunda hipótesis se centra en la mayor vulnerabilidad cardiorrespiratoria que presentan las personas que están expuestas a altos niveles de contaminación. Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada siete pacientes con COVID-19 sufre dificultades respiratorias y otras complicaciones severas.
Hasta este momento, los factores asociados con la mortalidad por COVID-19 incluyen el sexo, la edad avanzada y la presencia de trastornos como la hipertensión, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y las cerebrovasculares. Todas estas patologías se solapan en gran medida con las causas de mortalidad relacionadas con la exposición a partículas materiales, a la contaminación.
En cualquiera de las dos hipótesis, la disminución de los niveles de contaminación atmosférica sería beneficiosa en un posible rebrote del virus en el futuro.
– ¿Qué otros factores que inciden en los contagios y en la enfermedad estáis estudiando?
Lo que sabemos acerca de por qué muchos virus respiratorios son estacionales en invierno en regiones templadas se resume en cuatro factores que contribuyen a este fenómeno estacional. Condiciones ambientales, actividades humanas, sistema inmunitario del huésped y agotamiento de los hospedadores susceptibles.
– ¿De qué manera afectan cada uno de estos factores al virus? Lo sabemos con otros virus similares, pero con este no está tan claro.
En cuanto a las condiciones ambientales, sabemos que en invierno el aire exterior es más frío y también más seco. Esto favorece la transmisión de muchos virus, como los de la gripe. Sin embargo, para los coronavirus se desconoce aún la relevancia de este factor. Las investigaciones que se han realizado hasta el momento están basadas en datos epidemiológicos muy preliminares.
«Las epidemias de enfermedades infecciosas aumentan exponencialmente, se nivelan y disminuyen porque hay más gente con defensas frente al agente infeccioso»
Cualquier predicción de riesgo de la COVID-19 basada únicamente en información climática debe interpretarse con cautela. Hay mucho más que aprender sobre la transmisibilidad, la gravedad y otras características asociadas con la enfermedad.
En relación con la actividad humana, en invierno pasamos más tiempo en ambientes interiores con menos ventilación y menos espacio personal. Esto favorece la trasmisión de enfermedades que se difunden por gotas, como la COVID-19. En particular, los colegios constituyen un sitio de transmisión de enfermedades infecciosas, aunque, en el caso del SARS-CoV-2, se desconoce qué papel juegan los niños en la transmisión del virus.
También en invierno es posible que la condición del sistema inmunitario de una persona promedio sea peor que en verano. En este sentido se manejan varias hipótesis, como la producción de melatonina o los niveles de vitamina D, ambos relacionados con la exposición a la luz ultravioleta, que es mayor en verano.
Por último, incluso sin ninguna variabilidad estacional, las epidemias de enfermedades infecciosas aumentan exponencialmente, se nivelan y disminuyen porque hay más gente con defensas frente al agente infeccioso. Es decir, se ven influidas por el agotamiento de los hospedadores susceptibles.
– ¿Durante cuánto tiempo seguiréis analizando estas variables y para cuándo estimáis tener resultados definitivos?
Estamos analizando datos y a la espera de poder trabajar en condiciones de normalidad; desde el confinamiento domiciliario es difícil avanzar a nivel científico. Lo ideal sería disponer ya de los datos validados y poder ir analizando las variables en tiempo real.
– ¿Hacia dónde avanza la investigación?
Nuestros próximos pasos serán bajar el nivel de especificidad de las variables meteorológicas, al menos a nivel provincial [ahora se estudia a nivel autonómico], además de incluir otros datos como ingresos hospitalarios, ingresos en UCI y mortalidad. Es una primera aproximación. Predecir cómo se comportará un virus nuevo en función de cómo se comportan los análogos siempre es especulativo.
«La idea del sistema epidemiológico de alerta temprana es estar preparado antes. Exactamente igual que pasa con los planes de prevención frente a las olas de calor»
– En un brote epidémico entran en juego infinidad de variables. ¿Cómo conseguís estudiar el rol de una en concreto y evitar que los resultados se vean sesgados por la influencia de otras variables?
Nosotros trabajamos con modelos estadísticos de series temporales. Son modelos ecológicos que no admiten conclusiones a nivel individual, sino sobre el comportamiento de datos agregados o poblacionales. Estos modelos permiten controlar varios factores de confusión a la vez y determinar el impacto de uno solo de los factores sobre las variables de interés, en este caso eventos en salud.
La ventaja de estos estudios es que permiten establecer asociaciones estadísticamente significativas en poco tiempo y nos son costosos. Nos señalan los factores a los que hay que prestar atención o que son útiles para la vigilancia epidemiológica.
– El objetivo final es desarrollar un sistema de vigilancia epidemiológica de alerta temprana. ¿Quiere esto decir que podremos predecir brotes concretos en función de las condiciones atmosféricas, tal como predecimos una tormenta?
Efectivamente. Un sistema de alerta temprana basada en variables ambientales en epidemiología se basa justamente en eso. El objetivo final del proyecto es establecer, en primer lugar, un modelo diagnóstico para conocer y analizar cómo se comportan las variables ambientales en relación con algunas de las variables de salud de la COVID-19, como incidencia, mortalidad, ingresos en UCI e ingresos totales.
Posteriormente, en una segunda fase, estableceremos modelos de pronóstico en base a las proyecciones de variables ambientales y a los riesgos de los modelos establecidos en la primera fase. Esto nos permitiría establecer los modelos como sistema de vigilancia epidemiológica.
– Si los contagios se ven finalmente tan influidos por las condiciones atmosféricas, ¿es de esperar un repunte cuando vuelva el frío y la baja humedad relativa?
La idea del sistema epidemiológico de alerta temprana es estar preparado antes. Exactamente igual que pasa con los planes de prevención frente a las altas temperaturas, las olas de calor, que tan buenos resultados han tenido sobre la disminución del efecto del calor no sólo en nuestro país, sino en toda Europa.
En Nobbot | ¿Por qué los niños están menos expuestos a sufrir la COVID-19?
Imágenes | ISCIII, Wikimedia Commons/Diario de Madrid, Unsplash/Johannes Plenio, Josep Castells/Unsplash
Posiblemente en un futuro cercano sea así. Pero habremos aprendido de nuestros errores, de la primera pandemia del S XXI, con una explosión de casos tan rápidamente e inusualmente vivida, (se suponía que pasaría pero la realidad supera cualquier estudio).. «el Coronavirus se puede controlar o destruir, la pandemia la produce la gente», por lo tanto habrá más medios, nuevas leyes para controlar el sacrificio que se pide a la sociedad, más justas, igualitarias y con la empatía del que sufre del más débil, habrá normas y fondos para la recuperacion económica de los países, la riqueza de un país no se valora por los ricos que se tiene, sino por los fondos y capacidad económica para hacer frente a situaciones trágicas y recuperación de su sociedad, habrá mucho más control de recursos fiables, una lealtad con los científicos y gobiernos, una política no de «posterior» ni de rencor y personificación del odio, habrá mayores recursos para la sanidad, un control contra la desinformación destructiva, una mayor capacidad cívica, una mayor cooperación y coordinación científico sanitaria, las pandemia no se verán como un hecho político, sino como una emergencia sanitaria y no autodestructiva de un sistema de vida. Pienso que será así