Hacer el amor en el espacio puede parecer una fijación de los guionistas de cine. En realidad, es un tema muy serio para los científicos. La NASA y el programa espacial ruso han estado investigando el asunto durante varios años. También para verificar las posibilidades de supervivencia de la especie humana en vista de futuras migraciones a otros planetas.
Hasta ahora, las agencias espaciales han desalentado el sexo espacial por muchas razones. Sin embargo, los futuros viajes interestelares podrían obligar a la tripulación a experimentar situaciones excepcionales durante períodos mucho más largos que los que los más de 500 astronautas que han ido al espacio han vivido hasta la fecha.
Además de la satisfacción de ser los primeros seres humanos en hacer el amor en el espacio, podríamos pensar que el sexo en situación de microgravedad pueda ser extraordinario. Nos imaginamos audaces e imposibles movimientos. Desafortunadamente, no es el caso. Hacer el amor en el espacio es una pesadilla logística y fisiológica.
La sangre en órbita circula con más dificultad y se concentra solo en las partes superiores del cuerpo, por lo que es particularmente complicado llegar a los cuerpos cavernosos del pene. La erección se vuelve un asunto muy complejo.
En una entrevista con la autora del libro ‘Packing for Mars‘ Mary Roach, Buzz Aldrin, el segundo hombre que pisó la Luna, afirmó que los tripulantes del programa Mercury y Gemini habían registrado una ausencia total de actividad en sus partes bajas. Sin embargo, en su libro de 2006, ‘Riding Rockets‘, el exastronauta Richard Mullane escribió que había experimentado erecciones más generosas de lo habitual en el espacio.
Complicaciones fisiológicas de hacer el amor en el espacio
La NASA somete a las astronautas a terapias anticonceptivas que suspenden el ciclo menstrual. Los efectos en el desarrollo de un feto en situación de gravedad cero son desconocidos. Además, desde una perspectiva de exploración espacial, una mujer embarazada podría representar un riesgo para la misión. Los recursos alimentarios, médicos y el oxígeno podrían no ser suficientes por las crecientes necesidades de la futura madre y, posteriormente, por las del niño.
Los niveles de testosterona, una hormona relacionada con la virilidad y el deseo sexual, disminuyen mucho en ausencia de gravedad. Por el contrario, las hormonas femeninas aumentarían volviendo más sensibles las zonas erógenas. Además, en el espacio, los líquidos secretados por el cuerpo tienden a estancarse en el punto de secreción. Por esta razón, habría poca lubricación vaginal, lo que no impediría la relación, pero la volvería bastante desagradable.
Todo esto sin hablar de los fluidos emitidos por el cuerpo, que tenderían a permanecer suspendidos en el aire, lo que crearía una atmosfera un tanto bochornosa. Finalmente, el calor generado por el movimiento sería difícil de eliminar en un ambiente acondicionado, algo que provocaría un aumento de la sudoración.
Según Lyubov Serova, del Instituto de Problemas Biomédicos, un centro ruso líder en investigación de medicina espacial, hacer el amor en el espacio no es en sí un problema físico. Pero lo que sucede es que los astronautas son personas tan concentradas y motivadas en su trabajo que no sienten la necesidad de tener relaciones sexuales. De hecho, incluso durante los estresantes días del confinamiento por la pandemia de coronavirus, las peleas entre parejas probablemente fueron más que los actos sexuales.
Un asunto para acróbatas
En cualquier caso, desde un punto de vista mecánico, hacer el amor en el espacio es algo acrobático. La ‘culpa’ es de las leyes del movimiento de Newton. La tercera ley, en particular, establece que si empujas contra algo, este algo se va hacia la dirección opuesta. Para tener relaciones en el espacio, hace falta mucha fuerza para agarrarse. En ausencia de gravedad, una caricia es suficiente para enviar a la pareja al otro lado del cuarto.
De hecho, algunos expertos recomiendan que al menos uno de los dos esté anclado. Otros más desinhibidos, como el técnico de la NASA Harry Stine, incluso sugieren la participación de una tercera persona. La inventora Vanna Bonta ha creado un mono conocido como 2suit que podría permitir a una pareja hacer el amor en el espacio. El traje cuenta con grandes solapas que se abren al altura de la ingle, y está cubierto con velcro para que los amantes se puedan enganchar entre sí.
Nunca ha habido informes oficiales sobre sexo espacial por parte de la tripulación de Shuttle, Soyuz, Shenzhou o ISS. Pero esto no ha detenido la imaginación de los que se quedan en la Tierra. Para algunos, de hecho, es imposible imaginar que un grupo de adultos confinados durante meses en un espacio estrecho no intentara relajarse con los placeres de la carne.
Mary Roach preguntó al excosmonauta ruso Aleksandr Ivanovich Lavejkin cómo sería el sexo en órbita. Lavejkin respondió: «Yo diría que manual».
El astrónomo y escritor francés Pierre Kohler incluso escribió un libro donde afirmó que los astronautas habrían tenido «acoplamientos cósmicos” regularmente monitoreados. Kohler citó un documento de la NASA con las supuestas posturas permitidas, y agregó que los astronautas habían verificado que solo cuatro de ellas eran practicables. El documento resultó ser falso.
Tecnología para el sexo espacial
Los astronautas estadounidenses Jan Davis y Mark Lee se enamoraron en un campo de entrenamiento de la NASA. Su boda se celebró en secreto poco antes de su misión, en 1991. A pesar de los rumores, la pareja nunca reveló si fueron las primeras personas en hacer el amor en el espacio. Valery Polyakov, quien entre 1992 y 1993 pasó 14 meses en el espacio, admitió haber fantaseado con tener relaciones con su compañera Elena Kondakova. Y que supo controlarse. El cosmonauta ruso también mencionó el hecho de que sus superiores le habían sugerido que trajera al espacio una muñeca inflable. No lo hizo.
De hecho, las tecnologías eróticas podrían representar una solución para las necesidades fisiológicas de los astronautas. Especialmente si, como ha aparecido en algunos informes, las agencias espaciales decidieran apostar por tripulaciones de un solo sexo para las misiones más largas. Ya se ha dicho mucho sobre los poderes místicos del Satisfyer. Pero para una experiencia más completa, tanto para los hombres como para las mujeres, podrían venir al caso los llamados erobots.
Los robots sexuales ya están entre nosotros. Gracias a las innovaciones en mecánica, electrónica e inteligencia artificial, se están volviendo cada vez más realistas, sofisticados y populares. Tanto es así que, según las estimaciones de Ian Pearson, un futurólogo y político británico, en 2050 los humanos tendrán más relaciones sexuales con los robots que entre ellos. Las mujeres alcanzarían esta fase ya en 2025. Actualmente, estos robots no pueden reemplazar el cariño y las implicaciones sociales y psicológicas inextricablemente vinculadas a la actividad sexual. Pero los primeros experimentos con la inteligencia artificial sugieren que hacer el amor en el espacio pronto será solo cuestión de gigas.
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