En el Centre Tecnològic de Cataluña (Eurecat), una palabra está cada vez más presente: sostenibilidad.
Esta institución, que tiene como misión generar impacto positivo a la sociedad a través del desarrollo de tecnología, cuenta con cuatro grandes áreas de actuación: la industrial, la digital, la biotecnológica y, de un modo transversal, la que hace posible que todas las anteriores cumplan con criterios de sostenibilidad. Hablamos con Miquel Rovira, director del Área de Sostenibilidad de Eurecat, sobre la situación en la que nos ha dejado la COVID-19 en materia de gestión ambiental, los retos a los que nos enfrentamos para conseguir una economía circular y la amenaza del cambio climático.
– Vivimos tiempos de cambio. ¿Son también la oportunidad de dar un giro hacia la sostenibilidad?
Tenemos la oportunidad para aprender la lección y la importancia de reaccionar y anticiparnos, pero también existe el riesgo de que prioricemos únicamente la seguridad sanitaria y todo lo demás quede en un segundo plano. Por ejemplo, el consumo de plásticos de un solo uso se está disparando. Es algo lógico en estos momentos, pero debemos pensar en cómo dar solución a un problema sin desatender el otro.
De hecho, estamos convencidos de que parte de lo que está pasando se reproducirá si no actuamos desde un punto de vista ambiental, porque el cambio climático traerá consigo más pandemias. Subirá la temperatura del planeta y las enfermedades transmitidas por vectores, por ejemplo, se expandirán a más latitudes. Si sube la temperatura cambia la biodiversidad, y en este cambio está parte del problema que hemos tenido.
En los últimos meses hemos sido capaces de colaborar y de organizarnos. Hemos reaccionado muy rápido y hemos conseguido allanar la curva. Pero también hay curvas ambientales, como las del consumo de recursos o la de emisiones de CO2, que debemos allanar. Y el problema es que no podremos hacerlo tan rápido.
– ¿Cómo describirías la situación a la que estábamos llegando antes de la pandemia, en cuanto al uso de los recursos?
Depende mucho del recurso. En cuanto al agua, por ejemplo, se ha mejorado mucho la eficiencia de uso a nivel personal e industrial, aunque en este último hay espacios de mejora.
El problema está en que en los climas mediterráneos el cambio climático nos trae sequías más intensas y tormentas más exageradas. El agua no nos caerá del cielo de igual manera que hacía hasta ahora, por lo que cobra importancia su reutilización. Es importante para continuar con el nivel de vida que tenemos, sobre todo porque creceremos en el ámbito de la actividad económica.
En cuanto a los minerales, la Unión Europea cuenta con la lista de los materiales críticos que se va actualizando cada tres o cuatro años. Es una lista de unos 17 elementos compuestos (como el magnesio o el fósforo) de los que puede haber escasez en el futuro, y que hace sonar las alarmas de que esto se va a acabar. ¿Cómo podemos competir contra la escasez? Con un uso razonado de estos materiales y el concepto de economía circular.
– Un concepto muy ligado a las nuevas perspectivas que se pueden dar a la gestión ambiental.
La economía circular es una gran respuesta porque garantiza el acceso a los recursos, hace que los consumidores puedan tener productos sostenibles, minimiza el impacto ambiental y contribuye a mitigar el cambio climático. Cuatro ejes que resumen muy bien las iniciativas del futuro de la gestión ambiental.
«El sector agroalimentario tiene un gran potencial para ser el abanderado de la economía circular en España»
Tiene como principal objetivo alargar la vida de los recursos. Cualquier iniciativa que lo haga es economía circular. Aquí hay mucho cambio que recorrer.
– ¿Cuáles serán los sectores que alcancen antes la economía circular? Si es que es posible alcanzar una economía circular perfecta.
Es cierto que la economía circular no deja de ser una utopía: el reciclaje y la reutilización también tienen impacto ambiental, pero es menor que la de extraer los materiales de la naturaleza.
En el caso de España, el sector agroalimentario tiene un gran potencial. Es innovador, muy potente y avanzado tecnológicamente. Además, por el tipo de residuos que genera y el uso del agua que hace, puede ser el abanderado de la economía circular en España. Pero no es el único: el sector químico también es importante, y el del agua y la energía también proporcionan soluciones circulares.
– El confinamiento nos ha hecho debatir también sobre los retos de la calidad del aire. Sobre todo, de la necesidad de hacer un cambio en los sistemas de transporte.
Debemos entender la calidad del aire desde dos puntos de vista: por un lado, analizando la presencia de gases que generan cambio climático y no son tóxicos, como el CO2. Por el otro, la de gases que no generan cambio climático, pero sí contaminación. En ocasiones van unidos, pero no siempre.
En cuanto al primero, si descarbonizamos el sector de la movilidad y pasamos a las energías renovables, mejorará mucho la calidad del aire. Usar vehículos eléctricos, que ya están ahí tendría un gran impacto en las ciudades, por ejemplo. Al igual que cambiar la forma de generar energía para alimentar la calefacción de los hogares: buena parte de las emisiones del CO2 vienen del uso masivo del coche y de la calefacción.
A medida que aumenta la sofisticación tecnológica, aumentan también los retos para descarbonizar. De ahí que sea más complejo en la aviación o las industrias químicas.
– ¿Qué medidas lleváis a cabo en Eurecat para ofrecer soluciones de economía circular?
Nuestros compañeros de biotecnología desarrollaron hace unos años un proyecto para revalorizar la piel de la avellana, por ejemplo. Esta piel tiene polifenoles (compuestos orgánicos), lo que la convierte en un residuo que puede tener valor añadido. Otro proyecto realizado con Casa Ametller [grupo de alimentación] cubre toda la cadena de valor siguiendo los principios de la economía circular, ya que todos los subproductos que generan pueden utilizarlos ellos mismos en otras partes de la producción.
En el sector de la alimentación tenemos también el proyecto Solieva, que busca recuperar la sal y los polifenoles de las aguas residuales de la industria de la aceituna de mesa.
En el ámbito químico tenemos Rewatch, un proyecto de recirculación de agua en el polo petroquímico de Tarragona. Es interesante porque el área aúna mucha población, una zona turística y el polo petroquímico. Las actividades que generan estos tres factores deben compaginarse en cuanto a recursos. También tenemos otros proyectos para reutilizar aguas para regar jardines, arenas de fundición para hacer baldosas, etcétera.
– ¿Qué valor juega la tecnología en estos proyectos?
Es fundamental. Para estos proyectos hay que seleccionar la mejor tecnología, optimizarla, compararla y probarla (primero a escala de laboratorio y luego de la planta piloto). También es muy importante medir su impacto ambiental: cuando hacemos una mejora, calculamos la huella de carbono para constatar que hay una ganancia en cuanto al medio ambiente.
«La mentalización va avanzando conforme existe buena tecnología, la regulación lo acompaña, el consumidor lo exige y salen los números»
Hay que escoger la tecnología con el método científico. Y eso es algo bueno del centro tecnológico: nos permite comparar las opciones de manera neutral y elegir la mejor solución para cada caso en concreto.
– ¿Están las empresas comprometidas con la idea de girar hacia un lado más sostenible?
Yo creo que sí, que ha habido un gran cambio, aunque aún queda por hacer. Entran en juego cuatro actores: empresarios, reguladores, tecnólogos y consumidores, que cada vez exigen más productos sostenibles. De hecho, algunos estudios indican que, de media, en Europa se valora más la sostenibilidad que la marca.
La mentalización va avanzando conforme existe buena tecnología, la regulación lo acompaña, el consumidor lo exige y a las empresas les salen los números. Es un cambio gradual, pero que se va dando.
– Y desde el punto de vista de trabajadores y empresas, ¿cambiará la COVID-19 este ritmo?
No diría cambiar, porque los retos ambientales siguen estando ahí, pero creo que en un escenario de crisis puede haber otras prioridades. La Unión Europea y los gobiernos deberán apoyar para recuperar la economía, y es fundamental que los aspectos de sostenibilidad no se dejen de lado, porque seguirán pasando cosas. Olas de calor, sequías, otras pandemias.
Entiendo que para las empresas puede haber otras prioridades a corto plazo. Pero a nivel macroeconómico debe aprovecharse la lección aprendida para incorporar los conceptos de sostenibilidad. Y conseguir anticiparnos, que es algo que al ser humano, como hemos podido ver, le cuesta mucho.
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