La vida de esta química y cristalógrafa de origen inglés giró siempre alrededor de la ciencia y la investigación. Sus descubrimientos en el campo del ADN resultaron trascendentales en la historia de la medicina.
Aunque cada vez son más las voces que apoyan y reconocen la labor de las mujeres en el ámbito científico, no siempre ha sido así. Basta con documentarse un poco para comprobar como a lo largo de la historia han existido científicas que, adelantadas a su tiempo, dejaron un legado que fue germen de importantes avances en disciplinas como matemáticas, física, química, computación o medicina. Lo que sucede es que su trabajo no fue valorado en la época que les tocó vivir.
Paradigma de ello es la biografía de Rosalind Franklin, nacida en Londres un 25 de julio de 1920, la misma ciudad donde falleció a los 37 años a causa de un cáncer de ovario. Se cree que por sus exposiciones continuadas a la radiación. Un caso parecido al de Marie Curie, que murió por una anemia aplásica.
PRIMEROS PASOS
Franklin creció en el seno de una familia judía y desde pequeña manifestó unas habilidades académicas excepcionales no solo vinculadas a la ciencia. También a las letras, a deportes como el hockey o el críquet y a los idiomas. En concreto, aprendió alemán y francés, este último gracias a la física e ingeniera Adrianne Weill que llegó a la Universidad de Cambridge como refugiada francesa e hizo de mentora. Asimismo, era ducha en latín.
Tuvo su primer contacto con la universidad al cumplir los 18 años y, con el beneplácito de sus padres, estudió Física y química en el Newnham College, una institución educativa para mujeres perteneciente a la Universidad de Cambridge. Durante su estancia, conoció al profesor William L. Bragg que había sido reconocido -junto con su padre- con el Premio Nobel de Física en 1915 por sus «por sus servicios en el análisis de la estructura cristalina mediante rayos X».
Este encuentro hizo que Franklin diera sus primeros pasos hacia la cristalografía y el universo de la materia pequeña. Siguió esforzándose y esto le permitió, por ejemplo, trabajar junto al pionero en fotoquímica Ronald Norrish (Premio Nobel de Química en 1967). También aceptó un puesto en la Asociación Británica de la Investigación de la Utilización del Carbón para estudiar qué otros usos, además del combustible, podía tener este mineral. Incluso abandonó su Londres natal para trasladarse a París: lo hizo para profundizar sus conocimientos en las técnicas de cristalografía de rayos X aplicadas a las materias no cristalinas. En aquellos años, compaginó sus labores como investigadora con la publicación de varios estudios que llamaron la atención de la comunidad científica.
LA IMAGEN QUE REVOLUCIONARÍA LA MEDICINA
De regreso a Inglaterra a comienzos de la década de los 50 y con el bagaje que había adquirido, Franklin fue llamada por el King’s College de Londres. ¿El motivo? Profundizar en el estudio de la estructura molecular del ADN, un tema fascinante también para otros científicos de la época como Maurice Wilkins. Dada que la relación entre ambos no era buena, la investigadora continuó con sus investigaciones en el Birkbeck College junto a su colega de profesión Raymond Gosling.
Un par de años después se produjo uno de los logros científicos más importantes de la historia: Franklin tomó la primera imagen que reflejaba cómo era realmente la estructura del ADN del ser humano, la llamada ‘Foto 51’. Asimismo, dejó constancia de otra serie de apreciaciones y notas que resultarían claves para futuros estudios e investigaciones. Esta ‘Foto 51’, obtenida a través de la técnica de difracción de rayos X, confirmaba la estructura de la doble hélice del ADN. Algo desconocido hasta el momento y que en ámbitos como la genética ha tenido especial relevancia.
Wilkins, en un acto desleal y nada ético, envió a James Watson y Francis Crick (científicos que investigaban también cómo era la estructura del ADN) la instantánea que había captado Franklin. El descubrimiento fue de tal magnitud que sentó las bases de los trabajos que les permitió ganar el Premio Nobel de Medicina en 1962 por sus aportaciones en el campo de las moléculas del ADN en colaboración con el propio Wilkins. Ninguno mencionó ni reconoció la labor de su compañera.
giro en su carrera
El incidente de la ‘Foto 51’ y la publicación de unos artículos en la revista ‘Nature’ fueron determinantes para que Franklin tomara otro rumbo profesional, pues la comunidad científica había restado visibilidad a las aportaciones que había realizado. Sin abandonar su faceta como investigadora, centró su carrera a partir de ese momento en el virus de la polio. Asimismo, en el virus del mosaico del tabaco que infecta a plantas como el tabaco y las herbáceas Solanaceae.
La Escuela de Medicina de Chicago le rindió su particular homenaje en 2004, pues pasó a llamarse Universidad de Medicina y Ciencia Rosalind Franklin. De hecho, el símbolo que la representa es casi idéntico a la ‘Foto 51’ que obtuvo la científica.
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Imágenes | Wikimedia Commons/MRC Laboratory of Molecular Biology (portada), Wikimedia Commonds/Amanda Phingbodhipakkiya (Science Poster) y Pixabay
Seria justo entonces retirarle el Nobel a esos farsantes y otorgarlo postmorten a ella. Objetivo? Que se haga justicia alguna vez j… Y así sentar precedentes. Muchas personas hombres y mujeres han sido robadas por estos llamados científicos . Es hora de pasar la cuenta. Si sabemos esto y no hacemos nada somos complices