En 1950 aparecieron en Madrid «gatos con alas». Aquello conmocionó a la sociedad, en buena parte gracias a la cobertura informativa desarrollada por los diarios Informaciones y ABC, que dieron cuenta pormenorizada de los avatares que hubieron de padecer los pobres animalitos.
Catalogados en un primer momento como gatos mutantes, acabaron en las manos de Antonio de Zulueta y Escolano, naturalista experto en genética, que terminó poniendo las cosas en su lugar, para regocijo y paz de propios y extraños.
1950 tuvo una primavera-verano muy movida en Madrid. En plena temporada de avistamiento de platillos volantes, de los que la prensa daba cumplida cuenta, y que no producían en los madrileños precisamente tranquilidad, apareció de buenas a primeras una gata con alas en la capital de España. ¡De golpe y porrazo los ovnis dejaron de importar! El “culebrón gatuno” alcanzó grandes niveles de audiencia.
El martes 23 de mayo, don Juan Priego -portero del madrileño barrio de Moncloa- aparecía en la portada del diario Informaciones en “La Noticia momento del Día”, con un titular que comenzaba diciendo “Los platillos volantes superados…”. Ya se indicaba que el gato de angora, manso y tranquilo, fue de reconocido por un médico, el doctor Suárez Granda, comandante del Ejército del Aire, que según el periodista se pronunció diciendo que se trataba de un atavismo prehistórico, sin más. La noticia concluía valorando lo que un gato con alas iba a suponer de amenaza para los murciélagos…
El 24 de mayo, en páginas interiores de ABC aparecía el anuncio de una empresa en el que se hacía alusión directa a la gata con alas, lo cual era una prueba indirecta pero incontestable del aumento de fama del animalito.
El sábado 27 de mayo, aparecería la información sobre la nueva consulta realizada por Informaciones, y esta vez no anónima, al científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales, entonces Instituto José de Acosta, el doctor Zulueta, adelantando en la noticia que el sabio lo había calificado de curiosísimo. Este mismo día se recogían las diatribas de los naturalistas en ABC.
400.000 pesetas por un gato con alas
Al lunes siguiente, esto es, el 29 de mayo de 1950 y nuevamente en portada, aparecía la foto del Dr. Zulueta que declaraba: “Ante todo hay que reconocer que Angolina es un monstruo sumamente extraño y llamativo, y no tengo recuerdo de haber visto y leído nada semejante’.
Acompañada de la Coronación de la Virgen de Guadalupe, de la victoria del Athletic de Bilbao como Campeón de España, la proclamación de Somoza como jefe de estado de Nicaragua o el porcentaje del 57% de los estudiantes que no lograron superar el Examen de Estado, se refería una nueva oferta de 400.000 pesetas por Angolina.
El asunto gatuno hacía subir la temperatura tanto que, el 13 de junio, nuevamente el diario Informaciones señaló que durante esas fechas Angolina llegó a ser exhibida públicamente y calificada de la “Greta Garbo” de los felinos aéreos de Madrid, en la Exposición Muestrario Industrial ubicada en los bajos del Palacio de la Música de GranVía. La cosa ya daba hasta para humor gráfico.
Quien tomó la decisión de hacer coincidir la exhibición de Angolina con aparatos industriales seguramente conseguiría que muchos madrileños vieran por primera vez de cerca una máquina. Entre tanto ABC recogía que el primer dueño de Angolina, don Carlos Pérez de Vera, demandaba al portero Priego por exhibición de la misma.
El Dr. Zulueta, que fuera en 1933 primer catedrático universitario de genética de España, precisaba que lo que Angolina poseía eran unas expansiones aliformes. Como experto en genética declaraba que a su juicio lo más interesante sería comprobar si el carácter de las expansiones aliformes era o no heredable, es decir, si se estaba frente a una mutación en las células reproductoras y por tanto transmisible a las nuevas generaciones, o si el caso no volvería a repetirse jamás. Con el estudio de Zulueta, el diario Informaciones daba por terminado el asunto hasta nueva información extraordinaria.
El barcelonés afincado en Madrid Antonio de Zulueta y Escolano (1885-1971), se licenció en Ciencias Naturales en la capital de España con Premio Extraordinario, doctorándose en 1911 y siendo ese mismo año nombrado conservador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) de Madrid.
Pues bien, en la Memoria de 1950 del Instituto José de Acosta, que entonces englobaba al MNCN y al Jardín Botánico de Madrid, aparecería referido el suceso gatuno del siguiente modo: “Por último el señor Zulueta ha resuelto el enigma de los gatos con alas hecho que, sin tener trascendencia científica, retuvo durante algunas semanas la atención de la prensa periódica y del público de España y de América y dio lugar a varias intervenciones de las autoridades. Sobre este asunto público una nota en el diario Informaciones de Madrid en el número 26 de julio del corriente año 1950 firmado en Madrid el 27 de diciembre de 1950″.
A ciencia cierta y más allá de las interpretaciones míticas, los gatos alados son en realidad animales afectados por la conocida como astenia cutánea felina o piel débil, que se relaciona con el síndrome de la piel elástica en el ser humano, y que se debe a un defecto en el colágeno que debe hacer permanecer a las células de la dermis unidas, función que no cumple de existir el defecto. Se ha identificado que esta dolencia es más frecuente en los gatos de angora, comportando la aparición de apéndices en hombros, muslos y espalda.
La astenia hace crecer la piel de forma descontrolada y con el tiempo puede cicatrizar creando extensiones rígidas a modo de un par de alas abiertas, por lo que estos animales pueden llegar a mover las alas, pero nunca a volar, porque dichas protuberancias carecen de huesos, y pueden terminar cayéndose, por lo cual en ocasiones da la sensación de que se está produciendo una muda.