El cambio climático está haciendo que los incendios sean cada vez más devastadores. La combinación de sequías, temperaturas excesivas y fuertes vientos está propiciando incendios forestales nunca vistos. Para combatirlos, ya no valen las respuestas clásicas. Hay que adelantarse y prevenir. Y los cortafuegos verdes pueden ser una buena solución.
Cada verano las noticias de incendios nos dejan escenas pavorosas. En Australia o Estados Unidos el fuego arrasa zonas de bosques del tamaño de varias provincias españolas. Hace unas semanas nos llegaba la foto de un San Francisco fantasmal, bajo un cielo de color naranja apocalíptico, más propio de una película sobre el fin del mundo que otra cosa. En España también el fuego también causa estragos en multitud de áreas de alto valor ecológico. Y pone contra las cuerdas a la población que las circunda.
Ante la amenaza de incendios, la respuesta de las autoridades suele ser reactiva. Se declara la catástrofe y se envían dotaciones de bomberos, ejército y voluntarios, apoyados desde el aire por helicópteros e hidroaviones. Sin embargo, los expertos consideran que esa forma de actuar es muy cara y no va al fondo del problema. Es más bien un parche. Porque al cabo de los años el monte se carga otra vez de una vegetación que hace de combustible y el lugar vuelve a convertirse en una bomba de relojería.
Pero hay alternativas más baratas y que están destinadas a prevenir la catástrofe ecológica y humana que es un incendio, al tiempo que preservan a largo plazo la biodiversidad. Una de ellas es la que promueve Ferrán Dalmau, un técnico forestal que, al frente de la empresa Medi XXI GSA, lleva décadas desarrollando proyectos de ingeniería ambiental.
Medi XXI GSA y Suez España se han unido para desarrollar cortafuegos verdes alrededor de zonas pobladas y que son regados con las propias aguas recicladas de los núcleos de población que protegen. De estas soluciones, de las implicaciones que tienen para el paisaje y para la seguridad de los bosques o de la ineficacia y alto coste que acarrean las políticas tradicionales de lucha contra incendios, habla Ferrán Dalmau en esta entrevista.
– Su compañía y Suez España han firmado un acuerdo para reciclar aguas residuales y destinarlas a prevenir incendios. Cuéntenos cómo se consigue esto.
El agua es un recurso escaso, y se prevé que cada vez lo sea más. Y cuando hay un incendio, hace falta agua. Desde hace años trabajamos en el concepto de cortafuegos verde. Por contraposición a los tradicionales, se basa en una estructura forestal que, en lugar de eliminar gran parte de la vegetación que hace de combustible, modifica las condiciones de esa vegetación para que sea menos combustible.
Esto implica eliminar todo lo que está muerto o seco, o que puede arder con facilidad aunque esté vivo. Además, para reducir el impacto paisajístico que genera eliminar vegetación, se mantiene todo lo que arde con dificultad, y se añade vegetación más resistente al fuego.
Estos trabajos de gestión de la vegetación, denominados selvicultura preventiva, se complementan con riegos prescritos por técnicos forestales. El problema venía con la sequía. Y ahí fue donde Suez nos dio la idea de aprovechar el agua regenerada. Este reciclaje de agua nos permite tener un recurso hídrico para la prevención de incendios, incluso en zonas que puedan estar expuestas a periodos de sequía.
«Gestionar la vegetación es clave para controlar el incendio. Hay que favorecer las especies menos inflamables dentro de los cortafuegos»
El otro objetivo, frente al cambio climático, es generar áreas de protección de alto valor ambiental y paisajístico alrededor de zonas vulnerables al fuego. Así, esperamos reducir la animadversión que genera en parte de la sociedad el hecho de tener que eliminar parte de la vegetación.
Con estos proyectos, además, favorecemos una mejora de la biodiversidad. Se preservan especies autóctonas que de forma natural pueden desaparecer de la zona por falta de agua, se favorece la fijación de gases de efecto invernadero, se reduce la temperatura de la zona al dejarla sombreada y se favorece que conserve la humedad y se protege el suelo de la erosión, favoreciendo la infiltración del agua a los acuíferos.
– Llaman la atención esos cañones de muchos metros refrescando los bosques en los días de más calor para prevenir posibles incendios…
A la gente le llama la atención lo de los cañones de agua porque es la parte más espectacular del sistema. Pero forman parte del denominado Sistema de Defensa contra Incendios Forestales (Sideinfo). Los cañones son uno de los cuatro pilares del sistema preventivo.
El sistema se basa en primer lugar en la planificación. Diseñar las áreas cortafuegos, cuánto se quita, cuánto se queda, qué se pone, dónde se pone, diseñar cuánta agua hará falta, dónde hará falta, cuándo hará falta…
El segundo pilar es iniciar la ejecución de los trabajos empezando por la selvicultura preventiva. Lo que la gente comúnmente conoce como «limpiar el monte» y que los técnicos llamamos «gestión forestal». Gestionar la vegetación es clave para controlar el incendio. Esta fase implica favorecer las especies más interesantes, menos inflamables, dentro de los cortafuegos verdes. Así como las estructuras vegetales que, en caso de arder, provoquen fuegos de baja intensidad.
La estructura está diseñada para estar sombreada. Más sombra implica menos temperatura y mayor humedad relativa, lo que juega en contra del fuego. También para provocar fricción con el viento, porque menos viento implica menor velocidad de propagación, y para romper la continuidad vertical del combustible de forma que no pueda haber fuegos de copas, que son los más temidos en incendios.
Esto se complementa con la pirojardinería. Es decir, animamos a las personas que viven en estas zonas a que se autoprotejan gestionando su jardín.
– Todavía no ha hablado de los espectaculares cañones de agua…
Una vez se ha considerado todo lo anterior, se aborda el tercer pilar. Las infraestructuras. Los cañones de agua, las aplicaciones de aviso a la población, la red de sensores para monitorizar el riesgo, la señalización de vías de evacuación o de puntos de confinamiento planificado… También los depósitos, conducciones, automatismos, torres hidrantes para que los servicios de emergencias dispongan de agua en las zonas estratégicas…
A partir de esta infraestructura hidráulica, que es como comprar mascarillas cuando aún no hay pandemia, se actúa humedeciendo la vegetación mediante una lluvia artificial cuando no hay incendios. O también generando riegos defensivos cuando el incendio está cerca. Al actuar así, le quitamos fuerza al fuego.
Si no se hace nada, el incendio es imparable. Ni siquiera poniendo allí a los bomberos se va a evitar el impacto. Además, los helicópteros o los aviones no operan de noche por razones de seguridad. Nuestro sistema hace un poco lo mismo, con la ventaja de que nosotros podemos operar también de noche.
Y, finalmente, está el cuarto pilar: la formación. Formamos a las víctimas potenciales de un incendio forestal para que, en caso de necesidad, sepan cómo actuar. Como puedes ver, no son solo unos cañones de agua [risas].
– ¿Por qué se decidieron a sacar adelante una tecnología como esta?
En España la legislación establece la prioridad de defensa contra incendios: primero las personas, luego los bienes y en tercer lugar el monte. Duele ver cómo se queman muchas hectáreas de monte por proteger casas. Especialmente cuando los propietarios de esas casas en demasiadas ocasiones se desentienden de su propia seguridad. Y duele ver cómo se expone al personal de los servicios de emergencia para proteger casas que en ocasiones están vacías.
“En España la legislación establece la prioridad de defensa contra incendios: primero las personas, luego los bienes y en tercer lugar el monte”
Por eso empezamos a desarrollar la idea de crear zonas autoprotegidas donde el personal interviniente se va a exponer menos al riesgo. Además, los medios que se liberan de proteger casas quedan disponibles para atacar el incendio forestal y reducir la factura de monte quemado.
– ¿Tienen ya clientes en este país?
Sí. Tanto públicos como privados. Actualmente, la instalación de tipo colectivo más grande la hemos desarrollado con Hidraqua, que es una de las empresas de Suez, está ubicada en la localidad valenciana de Torrent y permite lanzar de forma simultánea 15.000 litros de agua por minuto (el equivalente a la descarga de dos aviones anfibios y medio cada minuto), siendo uno de los sistemas de defensa contra incendios forestales más grande del mundo.
El sistema también está previsto que se instale en el área del campamento del Pinar de Tamadaba, en Canarias, a través de un proyecto impulsado por el Cabildo de Gran Canaria; y en el Saler, en Valencia, por iniciativa de su ayuntamiento.
– Dicen que se trata de un método de preservación del medioambiente y mitigación de los incendios que es más barato y sostenible que otros. ¿Podría ser más específico?
Prevenir siempre es más eficiente en términos económicos que curar. Apagar incendios es la respuesta que damos como sociedad. Pero no es la respuesta al problema. Tratamos el síntoma, pero no la raíz de la enfermedad. La extinción de incendios tiene un coste. Gastamos dinero que tiene mucho menos retorno para la sociedad en más aviones, más helicópteros, más camiones…
Pero sabemos que hay un efecto denominado paradoja de la extinción. Como somos muy buenos apagando incendios, la cosa irá bien durante un tiempo, pero el monte se cargará de combustible y se superará la capacidad de extinción. Cada vez tendremos menos incendios pero, si se nos escapan, serán más grandes. Es decir, cuanto mejores somos apagando, más peligrosos serán los incendios.
“Hay un efecto que se llama paradoja de extinción: cuanto mejores seamos apagando, más peligrosos serán los incendios”
Para que se hagan una idea, un gran incendio forestal, es decir, que supera las 500 hectáreas, puede costar del orden de 600.000 euros al día. Ha habido incendios, como el de La Palma de 2016, que han costado más de 20 millones de euros.
En 2016 sufrimos en Carcaixent (Valencia) otro gran incendio forestal. El fuego impactó contra una zona protegida con nuestro sistema que se había instalado 10 años antes. El presupuesto global del proyecto que se ejecutó fue de 129.046,14 euros para proteger 140 propiedades. Una vivienda en esa zona está en el entorno de los 170.000 euros. Es decir, que una sola vivienda que se hubiese quemado tiene mayor valor que lo que costó toda la instalación.
– ¿Qué coste tiene movilizar medios aéreos para apagar incendios forestales?
Una hora de vuelo de un helicóptero Biturbina Pesado Extinción Kamov K32A, que es el más grande que opera en España, tiene un coste de entre 3.500 y 4.000 euros a la hora, a razón de 0,11 euros por litro descargado. Un avión de carga en tierra Air Tractor 802F cuesta entre 1.000 y 1.500 euros/hora, a 0,19 euros por litro descargado. Y los aviones del 43 Grupo del Ejército del Aire cuestan de 6.000 a 6.500 euros/hora, a razón de 0,36 euros por litro descargado.
“España gasta entre 300 y 400 millones de euros al año en extinción de incendios forestales”
España gasta entre 300 y 400 millones de euros al año en extinción de incendios forestales. En España el ratio de medios aéreos por cada millón de hectáreas es de aproximadamente 9,7 aeronaves, mientras que en los Estados Unidos es de 2,75 aeronaves por cada millón de hectáreas.
– ¿Cómo estamos en España en el ámbito del aprovechamiento de aguas para prevenir incendios?
En España se riegan los jardines de las ciudades con agua potable en muchos lugares. Durante el boom urbanístico se plantaron praderas de césped de alto requerimiento de agua en muchas zonas áridas o semiáridas. Y ahora se ha empezado a tomar consciencia de eso. Si esto ocurre en las ciudades, imagina en las urbanizaciones. En 2018 un 80% de los municipios españoles que debían tener un plan contra incendios forestales, preceptivo por ley, no lo tenía. Se puede entender que está todo por hacer.
“En 10 o 15 años los sistemas de autoprotección contra incendios forestales en zonas de urbanas y forestales serán algo normal”
Hay empresas con otras iniciativas, muchas de ellas muy interesantes. La ingeniería forestal en España es un referente para otros países. De hecho tenemos casi más comprensión fuera que dentro. Ya sabe, nadie es profeta en su tierra.
Cuesta porque luchamos contra la falta de un marco regulatorio. También porque «toda la vida se ha hecho así» y ahora venimos nosotros a decir que se puede hacer de otra forma. Y porque no siempre es rentable, y nos encontramos con el paradigma de «yo pago mis impuestos, y la obligación del Gobierno (sea local, autonómico o estatal) es protegerme». Ve tú a explicarle a una persona que vive en una zona de riesgo que tiene que poner su dinero para protegerse contra el fuego.
Pero cada vez más la gente va tomando conciencia. En un horizonte de 10 a 15 años los sistemas de autoprotección contra incendios forestales en zonas urbanas y forestales serán algo normal.
– ¿Han dado a conocer esta tecnología en el extranjero? ¿Han notado interés fuera?
Mucho. Francia, Portugal, Italia, Chile, Colombia, Estados Unidos… Llevamos muchos años contando lo que hacemos. En el caso concreto del proyecto Guardian, la propuesta viene avalada por la Comisión Europea en su política de mitigación del cambio climático. Y uno de sus objetivos es la internacionalización del proyecto.
“En 2018 un 80% de los municipios españoles que debían tener un plan contra incendios forestales, preceptivo por ley, no lo tenía”
Una primera iniciativa ya se implementó durante 2019 en los municipios valencianos de Riba-roja de Túria y de Paterna. El objetivo del proyecto es luchar contra los incendios forestales en esta zona a través de la reutilización de aguas tratadas procedentes de la depuradora EDAR Camp de Túria II. Tiene un presupuesto global de 5,5 millones de euros, de los que los socios aportamos el 20% y la Comisión Europea el 80% restante.
– Al contrario que en otras crisis económicas, la salida que se plantea desde Europa a la actual pasa por invertir sobre todo en digitalización y sostenibilidad. ¿Empiezan los gobiernos y los ciudadanos a ser conscientes de lo que nos jugamos con el cambio climático?
Hay que ganar masa crítica entre la ciudadanía para que los gobiernos cambien. Si no hay presión social, no hay cambios políticos. Y al mismo tiempo, debemos hacerlo previniendo un riesgo, que es el del ecologismo urbanocéntrico. Gente con buena intención y una sensibilidad ambiental adecuada, que propone soluciones poco sostenibles que no tienen en cuenta a la gente que vive en el campo, en el mundo rural aquí o en países en vías de desarrollo.
El cambio climático es una amenaza, sin duda. Pero también es una oportunidad. Podemos aprender del pasado. Como ser humano me gustaría que esta era de la humanidad cambie a otra de forma ordenada, a poder ser sin un colapso ambiental a gran escala.
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Imágenes | Medi XXI GSA