Thea Scognamiglio es médica higienista especialista en atención a poblaciones vulnerables. Sirvió en Irak entre las mujeres yazidíes que huían del ISIS. Luego en las cárceles de Malawi, entre pacientes con tuberculosis y sida.
Durante la primera fase de la pandemia de COVID-19 se ha ocupado de la organización de alojamientos para personas contagiadas que no podían pasar el aislamiento en sus propios hogares. En particular, ha coordinado el equipo de sanidad pública en el Hotel Michelangelo de Milán (Italia), el primero en Europa en hospedar a personas en cuarentena.
En todos estos meses, la doctora Scognamiglio ha estado en primera línea frente a una pandemia que ha atacado con mayor violencia al segmento de población más vulnerable, en muchos casos, personas sin hogar. El ‘Covid Hotel’ cerró en julio. Ahora la doctora está trabajando en otra estructura similar instalada en el aeropuerto milanés de Linate. Desde su posición privilegiada nos habla de esta segunda ola en Italia.
La situación en Italia
– ¿Cómo ha llegado Italia a la segunda ola de la pandemia?
En comparación con la primavera, la capacidad de hacer test, reaccionar e investigar es muy diferente. Las cifras actuales de infecciones, más altas que las de la primera ola, deben tomarse con cautela. Los datos de las pruebas de primavera en realidad nos dijeron muy poco. Por otro lado, la cifra de muertes en exceso era más significativa. El contact tracing ahora es masivo y hasta octubre ha ??funcionado. De esta forma hemos podido rastrear a los asintomáticos, lo que no hicimos en marzo y que nos dejó ver solo la punta del iceberg. Sin embargo, ahora, y en Lombardía (Italia) en particular, la aceleración de los últimos días ha sido violenta y ya es imposible rastrear los contagios.
– ¿Cuáles son las diferencias en la evolución de la pandemia en comparación con marzo?
Ahora la demografía ha cambiado y los contagiados son mucho más jóvenes. En particular, vemos a muchos adolescentes y pocas personas mayores. Esto significa que el sistema de protección creado en el interior de los hospitales y residencias está aguantando. A diferencia de la primavera, ahora están equipados. También cambia el lugar de infección: antes los hospitales eran el principal foco. Ahora es sobre todo el ámbito familiar y extra laboral, mientras que, de momento, el contagio es escaso en el ámbito profesional o escolar.
– ¿Se podría decir que la situación está bajo control?
La realidad es que frente a la pandemia siempre actuamos con cierto retraso, porque los muertos se ven tras dos semanas y los cuidados intensivos tras una. Lo que yo veo directamente desde mi posición es la parte preventiva, y si perdemos el control de esta, entonces no podremos recuperarlo. Por tanto, no creo que sea un exceso de precaución, porque debemos evitar absolutamente que los hospitales lleguen al colapso. El sistema preventivo ya está a punto de colapsar, y la prioridad es proteger a los hospitales.
«El sistema preventivo está a punto de colapsar, pero la prioridad es proteger a los hospitales»
La Navidad, un riesgo
– ¿Cómo ve la próxima Navidad?
Me parece que la situación se nos está escapando de las manos en la medicina territorial, por lo que me temo que en cuestión de semanas el problema también arrollará a los hospitales. Una vez llegados a eso, la única solución, lamentablemente, sigue siendo el confinamiento. No sé si será factible, pero es muy probable que en Navidad nos encontremos en esta situación, sobre todo si es cierto, como parece, que son las relaciones familiares las que están generando el mayor número de contagios. En este sentido, en Italia, pero también en España, la Navidad es probablemente el evento más peligroso posible.
Diferencias en la gestión de la pandemia
– Esta vez parece que España está más afectada que Italia, ¿por qué cree que ha sucedido?
No lo sé, pero vi pasar algo en España que me hizo preocupar. El Gobierno pidió el cierre de la Comunidad de Madrid y el gobierno local se negó. Desde mi punto de vista, esto es muy peligroso, porque cualquier retraso puede marcar una diferencia negativa. Según nuestro análisis, esto fue evidente precisamente en Lombardía. Las demoras iniciales en decretar el cierre de las zonas más afectadas provocaron luego el estallido de la pandemia y la imposibilidad de controlarla. Creo que es más útil tener una directriz nacional y luego, como mucho, dar a las regiones la posibilidad de endurecer las medidas, ciertamente no de aligerarlas. Dicho esto, está claro que cada país es diferente y no pienso que haya una receta válida en absoluto. Por ejemplo, sabemos que el seguimiento de los contagios funciona mejor en los países asiáticos, pero no creo que su modelo sea aplicable o deseable en Occidente.
– ¿La COVID-19 golpea más en las grandes ciudades?
La COVID-19 no es la única enfermedad infecciosa con prevalencia en áreas metropolitanas. De hecho, la tuberculosis, la enfermedad de la que más me he ocupado directamente, en Europa encuentra su mayor propagación en Londres, seguida de Barcelona, ??Milán y París. Es una situación normal. Las áreas urbanas son los lugares donde se concentran los sectores más débiles de la población. Es el caso de las personas sin hogar, las grandes poblaciones carcelarias y, en general, las personas que no tienen posibilidad de aislarse o mantener la distancia. Las enfermedades infecciosas prosperan donde hay una alta densidad de población. Lo que ha pasado en India o Brasil era bastante previsible.
La pandemia golpea con más fuerza a los más vulnerables
– ¿Podemos decir que los más pobres corren mayores riesgos?
Por supuesto, las desigualdades se observan también en las enfermedades infecciosas. En la tuberculosis es algo extraordinariamente evidente, porque hoy en día casi solo se infectan las personas sin hogar o aquellos que están en la cárcel. Es lo que suele pasar con casi todas las enfermedades, excepto las que discriminan por edad, y es aún más claro en el caso de las enfermedades infecciosas. Las consecuencias de los cambios de hábitos por la pandemia también han afectado a los diversos grupos sociales de diferente forma, tanto en términos de salud como económicos. Me refiero a las personas que no pueden teletrabajar o que viven en apartamentos pequeños y superpoblados. La enfermedad no ataca a ciegas.
«La sanidad pública debe tener en cuenta las desigualdades sociales y actuar allí donde son más fuertes»
– Entonces su trabajo se vuelve aún más importante, ¿no cree?
Desde luego, para mí es un privilegio poder trabajar dentro de los programas residenciales porque podemos dar una oportunidad a las personas que de otra manera no podrían aislarse. Esto significa cuidar a los más débiles y, al mismo tiempo, evitar muchas infecciones. De hecho, amontonar a las personas en un dormitorio también significa exponerlas a una probabilidad de contagio mucho mayor que la de alguien que vive en su apartamento. De este modo, nosotros logramos garantizar las condiciones de seguridad.
– ¿Podemos decir que tenemos suerte de vivir en países con una buena sanidad pública?
La sanidad pública debe tener en cuenta las desigualdades sociales y actuar allí donde son más fuertes. Esto no solo por razones éticas, sino funcionales. Dado que la enfermedad afecta más a esa parte de la población, tenemos que llegar hasta allí porque es donde tendremos el mayor impacto. De esta manera, haremos el bien de toda la comunidad, incluso de aquellos que pueden pagarse una atención médica privada.
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Imágenes | Nick Fewings/Unsplash, Cameron Venti/Unsplash, Thea Scognamiglio