En los últimos meses, varios estudios científicos han alertado del papel que juegan los aerosoles, partículas minúsculas que exhalamos simplemente con respirar, en el contagio de la COVID-19.
Conocer su impacto con certeza es primordial, ya que determina el tiempo que el virus puede permanecer en el aire y, por lo tanto, el riesgo de reunirse en espacios cerrados y mal ventilados.
Este problema ha vuelto a poner de manifiesto algo que sanitarios, arquitectos y otros muchos profesionales llevan años señalando: la importancia de contar con buena calidad del aire en espacios interiores.
El impacto en nuestra salud
De acuerdo con la ONU, la contaminación causa alrededor de siete millones de muertes prematuras cada año. En total, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado, algo que aumenta la probabilidad de contraer enfermedades cardiacas, cardiovasculares y respiratorias.
La imagen de aire contaminado nos lleva a imaginar la cercanía de fábricas o grandes ciudades atestadas de tráfico. Sin embargo, la contaminación puede provenir de muchos otros elementos, a menudo más cercanos.
“Mucha gente no es todavía del todo consciente, pero en numerosos parámetros el aire interior está de dos a cinco veces más contaminado que el aire exterior. Y no hablamos de virus en este caso, sino de contaminantes puros que se generan en los interiores”, explica Pablo Muñoz, cofundador y CEO de Espacios Evalore, un grupo especializado en diseño y consultoría de proyectos arquitectónicos con foco en salud y sostenibilidad.
Pasar demasiado tiempo en edificios que no cumplen unos parámetros mínimos de salud (como, por ejemplo, una correcta ventilación) puede derivar también en lo que se conoce como el síndrome del edificio enfermo. “Se trata de un conjunto de molestias que en el corto plazo pueden ir desde irritación de ojos y dolores de cabeza hasta mareos, pero que a largo plazo pueden incidir en la aparición de enfermedades respiratorias o del sistema nervioso central. Además, la exposición a compuestos orgánicos volátiles durante un periodo de tiempo prolongado puede influir en la aparición de ciertos tipos de cáncer”, explica Muñoz.
¿De dónde sale tanto contaminante?
De acuerdo con el cofundador de Espacios Evalore, es importante distinguir entre dos tipos de contaminantes: los que se generan fuera y dentro de los edificios. En el exterior podemos encontrar óxidos de nitrógeno, dióxido de carbono o partículas PM10 y PM2,5, (aquellas tan pequeñas que tienen un diámetro aerodinámico inferior a 10 o 2,5 micras), por ejemplo. Suelen estar más presentes en las ciudades que en el campo, ya que muchas veces vienen determinados por la actividad de la industria o el tráfico rodado.
Los que se generan en el interior de las viviendas suelen proceder de los acabados constructivos, los productos de limpieza, el mobiliario e incluso la ropa y otros elementos textiles. Los más significativos son los compuestos orgánicos volátiles (COV), hidrocarburos que tienen un impacto importante sobre el medioambiente y la salud humana.
Entra también en juego el propio dióxido de carbono que las personas emitimos al respirar, y que en concentraciones muy altas desplaza el oxígeno del aire, causando dolores de cabeza, falta de concentración, somnolencia, mareos y problemas respiratorios.
“Dentro de casa podemos tener ambos tipos de contaminantes. Residuos de los exteriores que penetran dentro y todos los que se producen en el interior”
“Como resultado, dentro de casa podemos tener ambos tipos de contaminantes. Residuos de los exteriores que penetran dentro y todos los que se producen en el interior”, asegura Muñoz. Para evitarlo, existen varias soluciones, aunque la más efectiva es siempre la misma: ventilar.
Primer paso: airear correctamente
Ventilar no tiene más objetivo que sustituir el aire que existe en el interior de los espacios cerrados, potencialmente contaminado, por otro libre de partículas en suspensión. De acuerdo con el CEO de Evalore, hay dos tipos de ventilación: la mecánica y la natural.
La ventilación mecánica depende de la propia configuración del edificio. Este debe contar con sistema de doble flujo, que introduce aire exterior y expulsa el interior mediante un sistema de conductos. “Tiene la ventaja de que permite tratar el aire calentándolo o enfriándolo, modificando su nivel de humedad o filtrándolo para eliminar contaminantes”, detalla Muñoz. “Su desventaja es que es un sistema costoso, y por consiguiente se utiliza casi exclusivamente en proyectos de oficinas y grandes centros comerciales”.
La alternativa es la ventilación natural, es decir, aquella que depende de que se abran con regularidad las ventanas y las puertas para que el aire fluya. Para sacarle el máximo partido, conviene hacerla cruzada (contraponiendo las aperturas de puertas y ventanas en lados opuestos) y con frecuencia.
Ventilar es fundamental para garantizar un entorno sano. Sin embargo, el arquitecto de Evalore señala la falta de concienciación y en muchos casos de información de gran parte la población. “Lograr una correcta ventilación depende de que la gente tenga unos protocolos de buenas prácticas y, de acuerdo con nuestra experiencia, esto no es lo habitual”, señala el arquitecto. “Hay oficinas y viviendas en las que la calidad del aire es muy baja porque la ventilación no es adecuada”.
Para airear correctamente, pueden consultarse manuales de buenas prácticas. Un ejemplo es la ‘Guía para ventilación en aulas’ que publicó el CSIC a raíz de la vuelta a las aulas en el mes de septiembre, y que puede servir de referencia para muchos otros espacios.
Filtros, productos fotocatalíticos y otras alternativas
Existen también soluciones activas, como por ejemplo la colocación de filtros. Estos pueden ayudar a purificar el aire y eliminar tanto los contaminantes del interior como los que proceden del exterior.
Otra opción muy interesante es hacer una evaluación de todos los materiales presentes en un espacio. “Hay muchos materiales que son legales, pero que desafortunadamente tienen una composición que hace que emitan contaminantes al aire. Por ejemplo, algunas pinturas de base acrílica, que contienen compuestos orgánicos volátiles. Usar pinturas acrílicas es como envolver nuestra casa en una bolsa de plástico. Son más recomendables las que tienen una base de agua o cal y que permiten transpirar”, apunta Muñoz.
“Usar pinturas acrílicas es como envolver nuestra casa en una bolsa de plástico”
Durante los últimos años han aparecido alternativas a estos materiales. Por ejemplo, pinturas sin compuestos orgánicos volátiles o productos con componentes fotocatalíticos. “La fotocatálisis es un proceso similar a la fotosíntesis. Con la incidencia de la luz (natural o artificial) se produce una reacción que descompone los compuestos orgánicos volátiles del aire. De este modo, estos productos no solo no emiten contaminantes, sino que ayudan a reducir los que ya existen”, afirma el arquitecto.
Soluciones frente al virus
También existe la posibilidad de instalar sensores de medición del aire, que pueden resultar útiles para prevenir los contagios de COVID-19. “Desafortunadamente, no existe un sensor del virus, pero sí que los hay de CO2, por ejemplo”, explica Muñoz. “Estos permiten interpretar la potencialidad de virus en el aire. Si hay mucho CO2, es probable que no se esté ventilando lo suficiente, por lo que se eleva el riesgo de contagio”.
Es necesario, sin embargo, utilizar este tipo de herramientas con prudencia. Para que sean efectivas, es necesario saber interpretar sus resultados correctamente y, sobre todo, no dejar de combinarlas con una ventilación correcta. Algo similar sucede con soluciones que han surgido con esta crisis, como los ozonizadores.
“El ozono es un contaminante del aire. Tiene el potencial de eliminar microorganismos y ayudarnos en la lucha contra el virus, pero a su vez puede llenar los espacios de algo nocivo para nuestra salud”, explica Muñoz. “El problema es que no se miden los niveles de ozono antes de volver a usar las estancias. Esta estrategia debería combinarse con sensores y una correcta ventilación”.
“Las estrategias de purificación con ozono deberían combinarse con sensores y una correcta ventilación”
De acuerdo con Pablo Muñoz, otras de las grandes herramientas para mejorar la calidad del aire en interiores – no solo en relación a la COVID-19 – son la educación y la concienciación.
Para dar un paso en esta dirección, Espacios Evalore ha trabajado junto con científicos y arquitectos para desarrollar Air First, el primer sello español de calidad del aire. Este acredita la implementación de equipos y medidas específicas de seguridad y salud (como sensores, purificadores y protocolos) en establecimientos.
“Con Air First perseguimos dos objetivos. Por un lado, dar una herramienta a los negocios que están decididos a hacer las cosas bien, mitigando las posibilidades de contagio en sus locales y mejorando la calidad del aire en general. Por el otro, generar concienciación, para que la población comprenda la importancia de elegir en qué establecimientos va a pasar su tiempo”.
Durante los últimos meses, la pandemia ha recordado la importancia de evitar espacios cerrados y mal ventilados. Se trata de un primer paso para concienciar de la importancia que el aire limpio tiene en nuestra salud, mucho más allá de este virus.
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Imágenes | Unsplash/Adeolu Eletu, Unsplash/Daria Shevtsova, Unsplash/Chris Barbalis, Unsplash/Philipp Berndt
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