El contagio masivo de COVID-19 entre visones en varias granjas del norte de Dinamarca ha provocado una pequeña guerra política en el país.
Varias semanas después de la detección de los primeros contagios y de una mutación del virus, el país nórdico suma ya decisiones equivocadas, una dimisión, protestas y hasta restricciones perimetrales en la zona en la que se encuentran las granjas.
Más allá de la esfera política, esta crisis ha servido para avivar un debate que lleva vigente desde el inicio de la pandemia: ¿qué debemos hacer con las granjas de animales salvajes con potencial de convertirse en reservorios de virus?
Un caos de proporciones nórdicas
Una de las características de las zoonosis, las enfermedades que se transmiten de los animales a las personas, es que pueden seguir extendiéndose y saltar de nuevo a otras especies animales. Esto fue lo que sucedió hace unos meses en Dinamarca, cuando el virus SARS-CoV-2 se expandió por una granja de visones del norte de Jutlandia.
La diferencia entre este caso y otros similares es que el virus aprovechó estos pequeños huéspedes para variar, dando lugar a una mutación llamada Cluster-5. El contagio posterior a 12 personas de la región hizo sonar todas las alarmas. El State Serum Institute (la institución danesa encargada de combatir y prevenir enfermedades infecciosas) señaló que esta nueva variante era más difícil de neutralizar por los anticuerpos, por lo que se temió que pusiese en peligro la efectividad de las futuras vacunas.
La causa está en un cambio en el genoma de la proteína de espícula del virus. Es decir, la proteína que el virus utiliza para ingresar en las células humanas e infectarlas. Es también el objetivo principal de las respuestas inmunitarias de nuestro cuerpo, ya sean las naturales o las que generamos a partir de vacunas. De esta forma, si solo muta una pequeña parte del genoma que se traduce en la proteína de espícula, los anticuerpos pueden hacerle frente. Pero si el virus muta demasiado, nuestra inmunidad puede volverse menos eficaz.
Una investigación reciente, publicada en ‘Nature’, señala que la mutación Cluster-5 no es especialmente peligrosa para los humanos. Al menos, por el momento. Sin embargo, los estudios llegaron después de que el gobierno danés, con el objetivo de atajar el problema con rapidez, anunciase que todos los visones de todas las granjas del país debían ser sacrificados.
Medidas drásticas
A principios de noviembre, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, lanzó una polémica medida de urgencia: todos los granjeros del país debían deshacerse de sus visones. En total, unos 15 millones de animales ubicados en decenas de granjas diferentes.
Sin embargo, pocos días después el equipo de gobierno fue informado de que la medida no tenía validez legal: tan solo podían ordenar la matanza de los visones de las granjas infectadas. Para el resto, debían limitarse a recomendar su sacrificio a aquellos productores dispuestos a colaborar.
Semanas después y tras haber sacrificado miles de animales, se considera que esta variante del virus está prácticamente extinta. No obstante, las consecuencias de la actuación política tardarán en olvidarse en Dinamarca. Por ahora, ha propiciado ya la dimisión de Mogens Jensen, el ministro de Alimentación, Agricultura y Pesca, y numerosas protestas por parte de la oposición, organizaciones y trabajadores del sector.
Para entender mejor la magnitud de este problema es necesario trasladarse al país nórdico — en el que hay casi el triple de visones que de personas — o a cualquiera de los que lideran junto a él el mercado de pieles de visones a nivel mundial.
Un negocio lujoso, pero peligroso
Aunque puede parecer algo del pasado, la cría de animales con el único fin de aprovechar sus pieles está a la orden del día. Se calcula que tan solo Dinamarca, China y Polonia matan cada año 60 millones de visones para comercializar sus pieles.
La Unión Europea es uno de los principales productores mundiales de prendas de piel. La actividad la encabeza Dinamarca, seguida de Finlandia, Italia, Polonia, Grecia y los Países Bajos. Se calcula que las exportaciones tienen un valor de cientos de millones de euros anuales.
Este año, sin embargo, la situación está complicándose para el sector. Los Países Bajos han acelerado su plan para eliminar gradualmente la cría de visión. Más de 100 productores cerrarán sus granjas en 2021, cuando el plan inicial fijaba la fecha en 2024. El detonante fue la detección del virus en más de medio centenar de ellas.
En España, unos 90 000 animales fueron sacrificados en una granja de Aragón durante el mes de julio, después de confirmarse un brote. Y más recientemente, el gobierno francés ha ordenado sacrificar un millar de visones de una producción al sur de París tras detectarse también positivos en COVID-19.
Los visones son animales muy proclives a sufrir infecciones respiratorias, por lo que desde el primer día han estado en el punto de mira de científicos, epidemiólogos y autoridades sanitarias. Estos han señalado que las condiciones en las que se mantienen, en espacios abarrotados, facilitan la transmisión de enfermedades y convierten las granjas en potenciales reservorios de virus.
Una lucha con historia
Crían animales de forma intensiva y los sacrifican para aprovechar únicamente su piel. Además, la mayoría acoge visón americano, una de las especies más peligrosas para la biodiversidad europea por su carácter invasor, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Estos motivos eran más que suficientes para que activistas, ONG y científicos de distintos países del mundo se opusieran a las granjas de visones, pero llegó la pandemia y les dio un motivo más.
En los últimos meses hemos comprendido la importancia de replantear nuestra relación con la naturaleza para evitar la aparición de futuras enfermedades zoonóticas. La ONG WWF, que ha llegado a categorizar estas granjas de «bombas biológicas» en su informe ‘Hacia el fin de las granjas de visón americano’, lleva años solicitando su cierre en España. Del mismo modo, muchas otras ONG secundan esta petición a nivel internacional.
Debemos tener en cuenta, además, que actualmente los humanos somos el principal reservorio del virus de COVID-19 de la Tierra. Se hace evidente, por lo tanto, la necesidad de tomar medidas para proteger también a las especies animales y garantizar su bienestar.
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