La historia que vamos a contarles puede parecer producto de una imaginación prodigiosa pero es tan real como la vida misma. Para ponerles en antecedentes, recordaremos que muchos de nosotros gozamos de una buena conexión a internet que nos ha permitido teletrabajar, teleestudiar e incluso perder el tiempo frente a la pantalla durante la pandemia. Pero no todos los habitantes de este planeta pueden decir lo mismo.
Alexéi Dudoladov es un joven siberiano que estudia Ingeniería Mecánica Naval. La crisis provocada por la COVID-19 le obligó a volver a su aldea natal, Stankevichi, después de que los centros educativos procediesen a su cierre temporal. De esta forma, Alexéi cambió los pupitres por unas clases telemáticas que apenas podía seguir con la conexión a internet que recibe su pueblo.
Internet en la remota Siberia
Entrar en un aula virtual de Zoom resultaba casi misión imposible por lo que Alexéi se conformaba con descargar los materiales para poder estudiarlos. Sin embargo, esta tarea que la mayor parte de nosotros realizamos con apenas pulsar un botón, se convertía para él en una odisea. Tanto es así que tuvo que buscar un lugar donde la conexión a internet fuera un poco mejor, algo que llevó al joven siberiano a la copa de un abedul. Tal y como él mismo cuenta a través de sus redes sociales, en Stankevichi no hay cable y mucho menos fibra; solo se puede usar el internet móvil, y solo 2G. Además, la cobertura es pésima.
«Traté de explicar en la facultad que para bajar el material o conseguir unos cuantos minutos de clase tengo que subirme a un árbol, pero no me creyeron; debieron pensar que me las quería saltar» contaba Alexéi. Pero el empeño de este joven por conseguir un ápice de conexión a internet le llevó a denunciar su situación a través de las redes sociales.
Después de que miles de personas conociesen su situación a través de sus perfiles de Instagram y Tik Tok, Alexéi se puso en contacto con las autoridades pertinentes cuya respuesta resulta, como poco, sorprendente. Le sugirieron que lo mejor sería acercarse al arcén de la autovía, donde la conexión sería un poco menos pésima o o comprar un amplificador de señal.
Disconforme con esta solución, Alexéi Dudoladov realizó un nuevo llamamiento a través de redes sociales que se viralizó rápidamente. Quizá alarmado por la propagación del vídeo o quizá concienciado con la difícil situación de un joven que tan solo quiere estudiar, el gobernador de Omsk, Alexander Burkov, se comprometió con Alexéi a mejorar la conexión a internet de su pueblo.
Finalmente, ha sido la popular aplicación china TikTok la que ha acudido al rescate de Alexéi Dudoládov, según informa Lenta.ru. La compañía se ha ofrecido a reparar la conexión a Internet de su casa. Además, la aplicación ha invitado al joven a unirse a su programa de desarrollo de talentos para “ayudarle a revelar su potencial en la plataforma” como bloguero.
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No todos tienen las mismas oportunidades
Más allá de la anécdota protagonizada por este joven ruso, la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 nos obligó a apostar por la educación en línea tras el cierre de centros educativos. Las desigualdades de equipamiento y preparación que existen entre familias, centros y docentes están ensanchando las brechas de aprendizaje que ya existían antes de la crisis. Y no solo en SIberia.
Así se exponía en el informe COVID-19 y educación II: escuela en casa y desigualdad, de la Fundación Cotec, que analizaba la preparación del sistema educativo español para hacer frente al cierre de los centros.
El informe, basado en las respuestas ofrecidas por directores de escuelas y alumnos en la última encuesta PISA 2018, analiza las tres brechas digitales de aprendizaje: la brecha de acceso (disponibilidad de ordenadores, acceso a internet y espacio para estudiar en los hogares), la brecha de uso (tiempo de uso en diversos dispositivos) y la brecha escolar (equipamiento y preparación de escuelas y docentes).
Entre los resultados arrojados se encuentra el hecho de que en Andalucía, Canarias, Extremadura, Murcia, Ceuta y Melilla hay todavía cerca de un 10% de alumnos que no dispone de ningún ordenador en su casa. Además, la situación socioeconómica de los hogares influye más en la desigualdad educativa que la comunidad autónoma de residencia o que los centros públicos parten con desventaja para la educación en línea respecto a los privados y los concertados.
La COVID-19 ha supuesto un auténtico reto, no solo para los centros educativos sino para los alumnos que han tenido que adaptar sus métodos de aprendizaje y, en demasiados casos, hacer casi lo imposible para poder acceder a una clase telemática. Y, si no, que se lo digan a Alexéi.