La contaminación del aire es una externalidad de la movilidad, la industria y la climatización, actividades humanas que suman cientos de miles de millones de euros de gasto sanitario al año. Un reciente informe de la Alianza Europea de Salud Pública (EPHA, por sus siglas en inglés) indica que cada europeo pierde 1276 euros anuales debido a la contaminación ocasionada por el transporte.
Esta polución, muy localizada en algunas regiones, causa cerca de 400 000 muertes tempranas en la Unión Europea (EU28), con al menos 33 200 de ellas registradas en España, según la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA, por sus siglas en inglés). Además de los fallecidos, hay asociado un importante gasto social sanitario, estimado en más de mil euros por habitante y año.
El coste oculto de la movilidad en España
Según los últimos datos oficiales, a 13 de diciembre de 2020 (día en que se redacta este artículo) la covid-19 había causado la muerte a cerca de 47 624 españoles desde el inicio de la pandemia. Si el año acabase aquí, la covid-19 habría terminado con la vida de un +43% de las personas que fallecen con problemas pulmonares relacionados con la contaminación.
Dicho de otro modo, la covid-19 mata a 1,43 personas por cada persona que fallece por contaminación; o lo que es lo mismo, por cada diez personas que mueren de covid-19, siete lo hacen debido a la polución ambiental. Se lleva décadas asistiendo a una pandemia invisible que recorta miles de vidas anuales en silencio.
Estas estimaciones sobre fallecidos por contaminación provienen del informe ‘La calidad del aire en Europa’ (2015), aunque el último de estos informes (2020) sigue advirtiendo que los niveles de emisiones atmosféricas se mantienen inasumibles. En la gráfica superior se muestran estas emisiones respecto al año 2000. En inferior, la acumulación atmosférica de gases como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O) por parte de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
Aunque las emisiones de algunos gases sigan bajando en algunas regiones, no ocurre así con su acumulación atmosférica. El sistema atmosférico global puede ‘filtrar’ (con ayuda de procesos geológicos y biológicos) solo una pequeña fracción de los contaminantes que se vierten a ella cada año. Y solo cuando estos caigan por debajo de cierto umbral (del que se está cada vez más lejos) y se mantengan durante décadas, se verá una mejoría en la salud de los ciudadanos o en los costes sanitarios asociados a la contaminación.
Según el informe ‘Los costes sanitarios de la contaminación atmosférica en las ciudades europeas y la vinculación con el transporte’, cada europeo pierde 1276 euros al año debido a esta contaminación presente en el aire. Y eso que en el informe solo se tiene en cuenta la contaminación de la movilidad por ciudad. Los costes totales derivados de la contaminación de actividades como la agricultura, la climatización, la ganadería o la energía superan con creces esta cifra.
Cada español pierde 926 euros anuales debido a la contaminación de la movilidad
España es uno de los países mejor representados en el informe de la EPHA, con 48 ciudades analizadas. Solo la superan Francia (76), Alemania (71) e Italia (56). Es gracias a este desglose que se puede conocer el coste sanitario anual per cápita asociado a la contaminación por ciudad.
El ciudadano español medio tiene que gastar 926 euros anuales de sus impuestos para tratar patologías causadas por la contaminación que pudieron haberse evitado sin ella. Es importante destacar que, aunque el grueso de municipios representados en este análisis son entornos de alta densidad, lo cierto es que en ellos las emisiones per cápita son paradójicamente menores.
Es en los municipios más pequeños, particularmente los más distribuidos sobre un mismo área, los que más contaminación per cápita liberan. Sin embargo, esta contaminación pasa a engrosar una ‘contaminación de fondo’ muy difícil de medir en áreas cerradas y corto plazo, pero que, sin duda, hace su aparición en los análisis a largo plazo.
En las ciudades más densas, por el contrario, una menor cantidad de contaminantes per cápita suma un volumen total mucho mayor y, además, lo hace en momentos puntuales y densidades muy elevadas. Es el motivo por el que entornos urbanos como Madrid o Barcelona suelen encabezar las listas de entornos más contaminados. Y buena parte del gasto sanitario asociado.
A este análisis, que está realizado por habitante, hay que sumar que los centros de especialidades suelen estar presentes precisamente allí donde hay más habitantes, por lo que hay un importante sesgo en el informe que penaliza a las ciudades grandes y aumenta un coste sanitario algo más repartido.
Las externalidades de la contaminación, más allá de las sanitarias y de movilidad
Las externalidades sanitarias de la contaminación son, quizá debido a la empatía que sentimos por otras personas, una de las que más atención mediática reciben. Elementos como afecciones respiratorias y cardíacas, ingresos hospitalarios, consultas médicas, sobremedicación, bajas laborales, restricción de actividades, fallecimientos y meses de vida perdidos son algunos factores principales.
Sin embargo, la contaminación atmosférica no tiene ‘solo’ un coste de 1276 euros anuales por persona. Ni la movilidad como único origen. Estos son solo los asociados al transporte, y solo de cara a los sistemas de salud. A estos hay que sumar otros, recogidos en el informe ‘Calidad del aire en las ciudades: clave de sostenibilidad urbana’ (2007) del Observatorio de la Sostenibilidad en España.
Los ecosistemas reciben impactos como afecciones a masas forestales, ríos, lagos y suelos, pérdida de biodiversidad (también traslado de especies) y cambios de calado en el entorno. Con respecto a la agricultura —fuente de una parte importante de las externalidades—, se observan daños en las cosechas, reducción de su rendimiento y disminución de la producción ganadera.
E incluso llegan a afectar a la infraestructura, debido a la corrosión ácida de piedras o metales, o al patrimonio histórico. El deterioro de edificios, estatuas y otros monumentos es visible con el paso de las décadas, lo que a su vez también tiene un importante coste asociado en restauración y en pérdida de patrimonio.
Las externalidades (sanitarias) de la movilidad se cifran en algo más de mil euros por europeo. Las externalidades totales de la contaminación podrían decuplicar esa cifra, empobreciendo a toda la ciudadanía. Un motivo más para cambiar nuestro modelo actual de vida.
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