Tener plantas en casa influyó de forma positiva en el bienestar psicológico de aquellas personas que pasaron por el confinamiento derivado de la COVID-19. Así lo recoge un estudio internacional coordinado por el Grupo de investigación de Naturación Urbana e Ingeniería de Biosistemas (Naturib) de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Sevilla.
El confinamiento empujó a millones de personas de un espacio exterior más o menos verde a uno interior con una menor presencia de plantas. Y eso afectó de forma mensurable a su estado de ánimo. Sin embargo, no afectó a todos por igual. Una mayor presencia de verde se ha probado como positiva, aunque no todos han podido acceder a entornos en los que la vegetación es viable.
Necesitamos vegetación para vivir con salud
Hace mucho que se conocen algunos beneficios en materia de salud de vivir en entornos naturales o naturalizados. De hecho, cuando los entornos ecosistémicos se deterioran, la salud de las personas decae, como demostró la ‘Evaluación de los ecosistemas del milenio en España’ en 2011 a través del informe ‘Ecosistemas y biodiversidad para el bienestar humano’ (2011).
El ser humano es una especie animal que ha evolucionado en un entorno natural, y eso significa que la biología humana responde bien a cierto nivel de vegetación (aunque, como demuestran los asentamientos en desiertos, esta no es estrictamente necesaria). Lo que sí hace la vegetación es protegernos muy bien de algunos factores de estrés derivados del modo de vida actual; también de muchas enfermedades y eventos catastróficos.
Algunos ejemplos son la forma en la que las plantas ayudan a regular y reducir la temperatura ambiental localizada derivada del cambio climático o del calentamiento de los entornos urbanos, la manera que tienen de absorber el ruido del tráfico rodado de las calles y el proceso de purificación del aire que retira tóxicos y contaminantes de la atmósfera. Y van más allá.
Tener plantas en casa mejoró el bienestar psicológico durante un confinamiento
Según el estudio científico titulado ‘Particularidades de tener plantas en casa durante el encierro por la pandemia COVID-19’, publicado en ‘Science Direct’, “la vegetación en los espacios interiores de la vida influyó positivamente en [el] bienestar emocional durante el periodo de confinamiento” de aquellas personas que compartían espacios con plantas.
El estudio, que tomó como base una encuesta a 4205 participantes, analizó la importancia de las plantas interiores y exteriores al considerar variables conductuales, sociales y demográficas, y sus resultados eran los esperados: tener plantas de interior se correlacionó con emociones más positivas. Además, los habitantes confinados dedicaron más tiempo a su cuidado.
De hecho, desde la Asociación Española de Centros de Jardinería (AECJ) se confirmó que la demanda de vegetación aumentó de forma notable durante la pandemia. Hasta el punto de aumentar de forma significativa la facturación y que en cuanto se retiró el confinamiento las tiendas recibieron un aluvión de pedidos. La COVID-19 mostró algunas deficiencias habitacionales.
Uno de los puntos más interesantes del artículo, por otro lado también esperable y conocido desde hacía meses gracias a informes de investigación previos como ‘Las consecuencias psicológicas de la COVID-19 y el confinamiento’, es que aquellas personas que viven en espacios con bajos niveles de luz natural y poca o ninguna planta tuvieron una mayor prevalencia de emociones negativas. Este tipo de conclusiones ya existían previas al confinamiento, pero pasar más tiempo en casas pequeñas y sin luz natural las agrava.
¿Qué hay del número de plantas o muros vegetales?
El estudio también analiza las preferencias por el número de plantas y las barreras de las personas a la hora de acceder a muros vivos. Un muro vivo consiste en una vertical de vegetación, a menudo exterior, y es frecuente en espacios como patios vecinales o terrazas amplias. Por desgracia, están relacionados con altos niveles de renta, así como un impacto ambiental per cápita muy alto en el caso de muro verde en vivienda unifamiliar.
En el interior, los muros vivos son mucho más difíciles de mantener y exigen un mínimo de cuidados, espacio y niveles de luz no siempre presentes. Mientras que el informe señala que “se prefirió una mayor cantidad de vegetación acompañada de paredes vivas para entornos al aire libre”, dentro de las viviendas primó “pocas plantas de interior colocadas en posiciones estratégicas en comparación con un gran número de plantas”.
Pero, ¿no era malo dormir con plantas en casa?
Desde hace décadas existe la creencia popular de que tener demasiadas plantas en casa puede reducir de forma drástica los valores de oxígeno de la vivienda, hasta el punto de que se ha llegado a recomendar no dormir con ellas porque estas podrían secuestrar el preciado gas necesario para la vida. La realidad es que no existe ningún riesgo en aumentar su número.
El origen de este mito está en el descubrimiento de la respiración de las plantas, un fenómeno opuesto a la fotosíntesis que consiste en la absorción de O2 y la liberación de CO?. Este mecanismo biológico se activa en seres vivos vegetales cuando se va la luz solar. Es decir, de noche. Es entonces cuando las plantas en un entorno cerrado empiezan a consumir el oxígeno y saturar el aire con dióxido de carbono. Lo que ocurre es que lo hacen en cantidades irrisorias.
En un artículo divulgativo escrito por el biólogo Rafael Medina Bujalance, aparecen cálculos básicos para entender cuánto oxígeno inhala una planta durante la noche. Aproximadamente, una de interior (de las que caben en una maceta) absorberá unos 0,07 moles de oxígeno durante ocho horas de sueño. Es, de nuevo aproximadamente, el 0,022% del oxígeno de la habitación.
¿Qué significa este porcentaje? Que haría falta unos miles de plantas por habitación para dejar limpia la estancia de oxígeno, o que un solo tiesto tardaría más de 36 000 horas de ‘noche’ para vaciar la sala de oxígeno. La preocupación sobre ahogarse por tener tiestos dentro de la casa o la habitación resulta absurda y no puede justificarse desde un punto de vista racional.
A su lado, un ser humano de unos 70 kilogramos extraerá en ocho horas el 1,55% del oxígeno, aunque evidentemente esto tampoco es peligroso. Habría que pasar días enteros en habitaciones cerradas a cal y canto para percibir una bajada preocupante de los niveles de oxígeno. No ocurre nada malo por dormir acompañados, ni de humanos, ni de plantas.
Tanto el artículo como otras referencias mencionadas apuntan en una dirección importante: no conviene despegar la vida humana de una naturalización mínima. Sin que eso signifique volver a una vida de cazadores recolectores, es posible combinar los beneficios de prosperidad de una vida urbana aderezada con elementos vegetales.
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