Los cambios en nuestras rutinas provocados por la pandemia han devuelto a la actualidad el debate de si es ‘eco’ ducharse una vez a la semana. Hace años que dermatólogos y activistas alertan de que lavarnos demasiado puede ser malo para la piel y para el planeta.
España es el país occidental donde más personas se duchan a diario, hasta un 71%. Puede ser por nuestra cultura, por el calor generalizado o por la presión social. La realidad demuestra, con números, que nos aseamos mucho.
Además, la covid-19 ha puesto algunas de nuestras costumbres patas arriba. Una de ellas, ducharse cada día. Trabajando desde casa y reduciendo al mínimo el contacto social, ¿es necesaria tanta higiene? Una encuesta de YouGov ya anticipaba que hasta un 17% de los británicos había abandonado la ducha diaria.
Pero este no es un debate original. Muchas voces se alzan en contra de un hábito que, erróneamente, entendemos como “de toda la vida”. Por una parte, los dermatólogos avisan de que podemos estar dañando la protección natural de nuestra piel. Por otra, los activistas subrayan que el planeta no resiste tanta ducha.
Ducharse más, ¿una distinción de clase?
No hay que ser un lince para intuir que no llevamos toda la existencia practicando la ducha diaria. Para James Hamblin, profesor de Yale y editor en la publicación ‘The Atlantic’, el punto de inflexión se sitúa en el éxodo masivo de trabajadores a las ciudades.
Se trataría por lo tanto de una ‘moda’ que comenzó a principios del siglo XX. En concreto tras la Revolución Industrial, con el aumento exponencial de población en las ciudades y la suciedad imperante. La llegada de las tuberías al interior de los inmuebles y las fábricas de jabón hicieron el resto.
Hay también una interesante reflexión de clase. Para diferenciarse del proletariado y de la pujante clase media, los ricos comenzaron a bañarse más. Y mejor, usando jabones y champús exclusivos. Lavarse a diario otorgaba distinción y la publicidad lo aprovechó: si la gente “olía a rosas”, ellos olían dólares.
Activistas a favor de ducharse solo una vez a la semana (o menos)
Hamblin es un conocido activista en esto de ducharse menos. Lo explica en su libro ‘Clean: the new science of skin and the beauty of doing less’ y predica con el ejemplo. Como se suele decir de la grasa y el pelo, la piel se acostumbra pronto al nuevo ciclo de limpieza.
Robin Harper lo definió con sencillez en un artículo del ‘New York Times’. Para la asistente administrativa ducharse una única vez a la semana se convirtió en “una práctica virtuosa y liberadora”. El no-showering challenge ha llegado para quedarse.
Es también el caso de Sarah Ballantyne, más conocida como The Paleo Mom. En la sección de Salud del ‘US News’ defendía no lavarse incluso tras una intensa sesión de crossfit. Para ella, los químicos que usamos en la ducha desestabilizan nuestro equilibrio químico natural.
¿Qué dice la ciencia al respecto de la ducha diaria?
La Harvard Medical School ha dado tribuna al debate. En el artículo ‘Ducharse todos los días, ¿es necesario?’, el profesor Robert H. Shmerling lo ve más norma social que necesidad higiénica. A favor cita razones como la preocupación por el olor, que ayuda a desperezarse y a consolidar rutinas de actividad física.
Pero para Shmerling el baño diario también puede provocar sequedad y problemas de piel. Así lo cree Yolanda Gilaberte, dermatóloga y vicepresidenta de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). Por ejemplo, la dermatitis atópica está en la lista de enfermedades relacionadas con la ‘sobrehigiene’. La AEDV añade que la piel pierde hasta un 25% de su hidratación natural durante la ducha.
La Academia Estadounidense de Dermatología (AAD) insta a los padres a proteger los sistemas inmunológicos de sus hijos, bañándolos acorde al nivel de suciedad. Donde hay consenso es en temer más al (mal) jabón que al agua. A esto la dermatóloga canadiense Sandy Skotnicki ha dedicado un libro entero, ‘Beyond soap’.
El beneficio ‘eco’ de ducharse una vez a la semana
Hay quien defiende lavarse menos también por conciencia medioambiental. Es el caso del escritor londinense Donnachadh McCarthy, que ve claramente muy ‘eco’ lo de ducharse una vez a la semana. El resto de días, repaso de axilas y otras partes íntimas. La única excepción, y más en época de pandemia, es la de lavarse las manos con frecuencia.
Esta postura parece lógica. Según el Fondo de Investigación del Agua, una ducha de ocho minutos consume 65 litros de agua potable. A eso se añade el gasto energético que supone calentarla y la cantidad de plástico necesaria para su traslado. La fabricación de jabones y geles tampoco es inocua.
Hay pocos momentos mejores que un buen baño relajante. Y el número de personas que tendrían que cambiar sus hábitos de ducha para que este ‘movimiento’ tuviera un impacto real es enorme. Pero si puede ser malo tanto para el planeta como para nuestra piel, parece saludable mantener una conversación seria sobre el asunto.
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Imágenes | Portada: fotografía de Seth Doyle en Unsplash. Interior: fotografía de Museums Victoria en Unsplash, fotografía de Aurélia Dubois en Unsplash.