¿Crees que gobernaría mejor una IA que nuestros políticos actuales? Para mucha gente, sin duda. Especialmente en España, donde resulta obvia la desconfianza que provocan algunos gobernantes. La posibilidad abre un interesante debate.
La inteligencia artificial (IA) está en boca de todos y su influencia es innegable. Se dice que por su ‘culpa’ nos iremos al paro. Y que transformará las empresas. También que puede ayudarnos a detectar antes un cáncer o que promueve la concienciación medioambiental.
A esto se le suma una gran desafección por la clase política. En una época muy polarizada cala la impresión de que nuestros líderes no afrontan los problemas reales de la gente. Es el caldo de cultivo perfecto para plantear una pregunta tan compleja como interesante.
Si pudiéramos programarla para esta tarea, ¿gobernaría mejor una IA que los políticos de ahora? ¿Su código la haría incorruptible y justa o quedaría lastrada por su falta de ‘humanidad’? Más importante, ¿nos fiaríamos de ella?
España, líder en desconfianza hacia los políticos
Los datos certifican la impresión generalizada. La gente no se fía demasiado de los políticos y aquí menos aún. Uno de los últimos Eurobarómetros de la Comisión Europea situaba la media europea de desconfianza en las formaciones políticas en el 75%. En España alcanza el 90%.
Los partidos no son los únicos damnificados. El Congreso de los Diputados y el Gobierno, con un 75%, nos merecen un gran recelo. Ni siquiera la Administración pública, los ayuntamientos, las comunidades autónomas o la justicia dan para mucho más que un aprobado raspado.
Hay una clara diferencia con respecto al resto de Europa. Por ejemplo, un 55% de europeos confía en la justicia y el sistema judicial. Aquí el porcentaje cae hasta un revelador 44%. Y si nos asomamos habitualmente a Twitter, esta distancia nos parecerá hasta conservadora.
¿Y si los países pudieran funcionar sin políticos?
Hay otra perspectiva que otorga solidez a la opción de confiar más en una IA que en los dirigentes. Solo hay que recordar que tanto España como algunas comunidades autónomas han pasado meses sin gobierno. Mociones de censura, imposibilidad de acuerdo entre partidos, nuevas elecciones y vuelta a empezar.
También hay casos llamativos más allá de nuestras fronteras. Países como Alemania o Irlanda del Norte han vivido recientemente fases sin un ejecutivo. Bélgica alcanzó una cifra récord de 589 días en situación de bloqueo. Por no hablar de casos tan extremos como el de Somalia, cuyo desgobierno duró hasta una década.
Si los servicios públicos no colapsan, existe un mando en funciones y hay cierto control desde la UE, ¿se podría funcionar ‘en piloto automático’? Para el día a día, probablemente. Pero no parece viable que se puedan tomar decisiones importantes sin un gobierno estable. Menos aún en plena pandemia y con una durísima crisis climática acechando.
Japón, Nueva Zelanda y Rusia casi nos desvelan si gobernaría mejor una IA
Más allá de modelos híbridos como los gobiernos tecnócraticos tan famosos en épocas de crisis, ya hemos visto IA candidatas. Puede sonar a capítulo de ‘Black Mirror’, pero se han dado casos reales en un distrito de Tokio, en Nueva Zelanda y hasta en Rusia.
En Japón, una IA llamada Matsuda Michihito se presentó a la Alcaldía de Tama. Sam se propuso llegar a primer ministro en Nueva Zelanda. Y Alisa se atrevió nada más y nada menos que con la presidencia rusa. Una ventaja obvia es la de estar disponibles todo el tiempo (literalmente). También prometían atenerse a la justicia y la legalidad, gracias al algoritmo.
Ninguna fue elegida, por lo que aún no sabemos si gobernaría mejor una máquina. Hubieran sido experimentos interesantes, para bien o para mal. De todas formas las reticencias ante este tipo de avances se suavizan. Lo estamos comprobando con la progresiva aceptación de los coches autónomos. Y en Corea del Sur hasta un 92% de ciudadanos ya preferiría a una IA antes que a los mandatarios.
¿Gobernaría mejor una IA que nuestros políticos actuales? Pros y contras
El debate es fascinante. A favor, una IA debería ser ideológicamente neutra. No se dejaría llevar por las emociones y no pretendería medrar. Sería incorruptible, al menos en teoría. Y con su enorme capacidad de computación, podría comunicarse con cientos de miles de ciudadanos a la vez. Y aprender gracias a estos intercambios.
En contra también hay detalles de peso. Como muestra el documental ‘Sesgo codificado’, nuestros prejuicios se pueden trasladar al algoritmo. Debido al contacto con humanos, hasta un bot conversacional como Tay se pudo hacer racista en apenas un par de días. Y casos como el de Cambridge Analytica demuestran cuánto poder encierra el big data.
No falta mucho para conocer a nuestra primera IA candidata. La rápida adopción de nuevas tecnologías y el distanciamiento entre políticos y ciudadanos, especialmente jóvenes, lo anticipan. Si nace muy española, puede que sea buena idea empezar por tareas rutinarias, antes de lanzarla a una sonora presidencia.
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Imágenes | Portada: foto de Franki Chamaki en Unsplash. Imagen interior: foto de Lukas en Unsplash.