¿Alguna vez te has descubierto haciendo doomscrolling? Esta forma de perder el control sobre las redes sociales sin poder parar de desplazar la pantalla hacia arriba (hacer scroll) en busca de noticias negativas es más frecuente de lo que parece.
Es un tipo de comportamiento compulsivo que lleva a recargar la pantalla del teléfono u ordenador una y otra vez, en busca de una nueva ‘dosis’.
El término, relacionado con las adicciones del comportamiento, es intencionado. La dependencia de los dispositivos móviles está cada vez más documentada y es más específica (como ocurre con el binge watching). En este caso, el doomscrolling está relacionado con la incapacidad de controlar impulsos en redes sociales en busca de noticias sombrías, deprimentes, apocalípticas y condenatorias. Esto lleva a ‘andar a la caza’ de contenido una y otra vez, aunque no siempre sea satisfactorio.
La pantalla infinita en redes sociales, combustible para el doomscrolling
Hace tiempo que la mayoría de redes sociales han adoptado una perspectiva de ‘pantalla infinita’. El timeline de Twitter, el muro de Facebook, el feed de LinkedIn, los mosaicos y fotos continuas de Instagram y, en fechas más recientes, los interminables y siempre disponibles vídeos de Instagram (llamados reels), los de TikTok y los shorts de YouTube.
En esta pantalla infinita, millones de millones de piezas audiovisuales esperan a ser descubiertas por los usuarios. La cifra no es una errata. Solo en 2019 Douyin, la versión original de TikTok, tuvo a casi medio millón de familias compartiendo vídeos con la comunidad. La red se llenó de saludos virtuales a recién nacidos, bodas y escenas familiares. Y eso que el grueso de los perfiles son adolescentes y adultos jóvenes y las familias ocupan una fracción más bien pequeña.
No existe una cifra absoluta sobre cuántos archivos hay, pero si uno hace scroll con su dedo y desliza la pantalla hacia arriba, siempre encontrará uno nuevo que consumir. Un vídeo gracioso, un chiste absurdo, un baile, un breve tuit, alguien explicando matemáticas, un hilo, una curiosidad, noticias, conspiraciones y un largo etcétera.
¿Qué es el doomscrolling y en qué se diferencia de usar ‘bien’ las redes sociales?
Como toda tecnología, las redes sociales pueden usarse con mesura. El problema es que no han sido diseñadas para eso. Han sido creadas para ser utilizadas de forma compulsiva, de manera que se maximice el tiempo de exposición. Cuando el contenido a consultar se vuelve apocalíptico recibe el nombre de doomscrolling.
Doomscrolling deriva de doom, que significa muerte, destrucción o una situación simular que no se puede evitar, y scrolling, esas pulsaciones (o ‘arrastres’) que dan lugar a una nueva publicación en pantalla. Como si se tratase de un castigo divino, el usuario tiene a su disposición una cantidad ingente de información ‘oscura’, pero nada le satisface. Siempre hay una catástrofe a la espera de ser descubierta o una conspiración a un clic de distancia.
Como si de un tormento de tántalo digital se tratase, con el doomscrolling el usuario pierde el control sobre la red social y sus impulsos de consumo continuo hacen que no pueda detener la descarga de datos con tintes apocalípticos. Una y otra vez desliza la pantalla para dar con contenido que no le sacia, que consume y da paso al siguiente. A menudo, durante mucho tiempo y a altas horas de la noche.
Hasta ahora, hay varias líneas de investigación sobre actitudes impulsivas en redes sociales, a menudo derivadas de situaciones diferentes.
Doomscrolling desde el punto de vista de la adicción a la dopamina
La primera aproximación de scrolling sin control surgió tras descubrir muchas investigaciones sobre cómo funciona el sistema de recompensas del cerebro. En especial, sobre cómo desatar determinados comportamientos mediante disparadores o triggers. Al cerebro le gusta el azar. Mucho. Tanto que una forma de gamificar juegos, aplicaciones y redes sociales consiste en ‘esconder’ elementos para que el usuario pueda encontrarlos a través de sus acciones.
El libro ‘Irresistible ¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?’, de Adam Alter, trata esta problemática a fondo. Desde cofres con contenido aleatorio en videojuegos a nuevas noticias imposibles de adivinar por adelantado en el timeline. El resultado es el mismo: una dosis extra de dopamina en el cerebro. Una que puede repetirse ad infinitum gracias a la pantalla infinita. A este sistema se lo conoce como ‘de recompensa variable’ y lo usan todas las redes sociales.
En esencia, las redes sociales funcionan como cajas de Skinner o, en su nombre técnico, cámaras de condicionamiento operante. Al pulsar algo (un botón, una palanca, una pantalla), quien esté dentro de la caja recibirá un premio (un tuit, una noticia, un vídeo gracioso) diferente. El resultado es un nivel de adicción difícil de superar.
Doomscrolling tras la COVID-19
La pandemia de la COVID-19 ha modificado de forma perceptible el uso que se hace de las redes sociales. Incluso ha cambiado la manera en la que se piensa y se habla. Ha dado pie al debate sobre la actualización continua y en tiempo real de información muy compleja y sus consecuencias. Por ejemplo, el problema de credibilidad que supone la sana corrección científica.
En este sentido, el doomscrolling se ha convertido en una búsqueda compulsiva de la última información catastrófica, fiable o no (desde documentación íntegra a bulos varios) sobre los efectos del virus. Cómo se puede infectar uno, qué hay que hacer para protegerse, las últimas cifras de contagios, qué vacuna funciona mejor y hasta asuntos sobre geopolítica. Los bulos están a la orden del día.
“Solo uno más” o “paro en cinco minutos” son algunas de las mentiras que se cuentan estos usuarios justo antes de continuar pulsando sobre la pantalla. Como cualquier adicción del comportamiento, detectar que somos víctimas del doomscrolling es el paso previo a la búsqueda de ayuda profesional.
En Nobbot | ¿Cómo lidiar con la adicción al móvil y la hiperconexión?
Imágenes | Marten Bjork, Rachel Martin, Jeremy Zero