El asunto de los ataques espías sonoros, más conocido como ‘síndrome de La Habana’, continúa de actualidad. Varios funcionarios estadounidenses que trabajan en Viena (Austria) y Berlín (Alemania) son los últimos afectados por un misterio que perdura.
¿Serán los rusos, como en las películas de los ochenta, o es un extraño caso de histeria colectiva?
La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, tuvo que alterar su reciente gira diplomática. La causa fue “un posible incidente de salud anómalo” en Hanói (Vietnam). Su vuelo desde Singapur se retrasó por la aparición de dos nuevos casos de este misterioso síndrome.
Se trata de una dolencia de origen desconocido que ha estado afectando en los últimos años a trabajadores estadounidenses. La mayoría de las veces, del sector de la seguridad y, en especial, a agentes de la CIA. Sin duda, un inicio de trama ideal para una película de James Bond.
El misterio va más allá de la anécdota. A los casos de Hanói se les han unido los de Viena o Berlín, pero la cadena de ‘ataques’ se remonta en el tiempo. Hasta unos 200 afectados a lo largo de varios años, siendo el incidente más conocido el de la capital cubana. De ahí que se conozca como síndrome de La Habana.
En qué consiste el síndrome de la habana
A finales de 2018 las grandes cabeceras publicaron los informes de los doctores que habían evaluado el síndrome de La Habana. En ellos se aseguraba que los síntomas que notaron los diplomáticos estadounidenses afectados por un supuesto ataque sónico en Cuba en 2016 fueron “reales”.
Los médicos de la Universidad de Miami (Estados Unidos) certificaron “daños en el oído interno, que afecta al equilibrio, y confusión o problemas para pensar”. Hasta 26 personas relacionadas con la embajada en La Habana (Cuba) sufrieron dolores de cabeza, presión en los oídos, mareos y confusión. Los síntomas ocurrieron tras notar durante unos minutos un ruido agudo, de ahí que se hablara de «ataques espías sonoros».
El informe contradecía la investigación de las autoridades cubanas, que declararon “inexistentes» las evidencias de un supuesto ataque acústico. Más tarde, otro grupo de científicos de la Universidad de California (Estados Unidos) pensó en otra posibilidad: el estridente canto de las cigarras tropicales.
El citado informe no resolvía cuál era la causa. Lo único que parecía claro era que todos los individuos afectados estaban conectados de una u otra manera con la comunidad diplomática en La Habana. Inferir el origen fue calificado en su momento de “imprudente”.
Esto ocurrió durante el mandato de Donald Trump, época convulsa para las relaciones internacionales de Estados Unidos. La presunta existencia de estos ‘ataques’ enrareció una diplomacia ya de por sí inestable entre ambos países. La noticia fue filtrada a la prensa por la oficina de Marco Rubio, senador republicano por Florida (Estados Unidos). Hijo de migrantes cubanos, se muestra crítico de manera constante con el régimen de la isla.
Un síndrome que se produce también fuera de cuba
La principal queja de los afectados por el síndrome de La Habana es que siempre se ha manejado con una perspectiva política. Desde que se hizo público, no han parado de producirse alertas similares que incluso se remontan atrás en el tiempo.
Un empleado del consulado en Cantón (China) mostró síntomas similares a finales de 2017. Su diagnóstico fue una lesión cerebral traumática leve. El entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, afirmó que el incidente era “médicamente similar” al de Cuba, pero no acusó a China de ser responsable.
Más de una docena de funcionarios y sus familiares sufrieron síntomas parecidos. En un artículo del ‘New York Times’ denunciaron que su gobierno “no quería encontrar nada”. Según ellos, ocultaban información para no enturbiar más las tensas relaciones diplomáticas.
El incidente en la gira de Kamala Harris ha devuelto el misterio a los titulares. Para los senadores Rubio y Mark R. Warner (senador demócrata por Virginia), los ‘ataques’ siguen un patrón y se han intensificado. En las últimas semanas, Austria y Alemania se han unido a una larga lista que incluye a países como Taiwán, Australia, Polonia, Georgia, Colombia, Kirguistán, Uzbekistán, Reino Unido y hasta Estados Unidos.
Por el momento, se desconoce la causa. Muchos sospechan de Rusia, al registrarse en dichos lugares la presencia de supuestos miembros de sus servicios de inteligencia. También se ha barajado la posibilidad de que se trate de un artefacto de radiofrecuencias. Incluso de daños ‘colaterales’ derivados del uso de algún aparato capaz de extraer información de teléfonos o computadoras.
Ninguna explicación justifica los síntomas registrados en todos los casos. De momento, parece que la Fuerza Aérea ya trabaja en un proyecto de ingeniería inversa para reproducir un aparato similar. Una trama digna de la mejor historia de espías.
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Imágenes | Portada: foto de Matt Seymour en Unsplash. Imagen interior: foto de Williams Cruz Perdomo en Unsplash, foto de Road Trip with Raj en Unsplash.