Lo que se avecina de aquí a diez años es un maremoto de automóviles eléctricos. En especial, en mercados del primer mundo donde el ciclo de actualización de coches es bastante alto.
Las predicciones hablan de 145 millones de coches eléctricos en 2030, una revolución en la cuota de mercado de automóviles que ayudará a reducir emisiones. Pero también traen bajo el brazo problemas por solucionar, como la cantidad de baterías que van a dejar de ser útiles dentro de esos coches.
Las baterías no son eternas. Los fabricantes estiman que su vida útil se sitúa entre los 8 y 10 años, con unos 3000 ciclos de carga. Cuando llegue ese momento final habrá que buscarles una nueva utilidad, ya que nos encontraremos con más de 12 millones de toneladas de ion-litio.
En algunos mercados, como en China, ya se han introducido leyes que obligan a los fabricantes de automóviles a ser responsables de las baterías obsoletas, y tendrán que evitar que terminen en vertederos o abandonadas. Europa y Estados Unidos se preparan para una situación similar.
Las baterías gastadas siguen siendo útiles
Una batería se va degradando y existe un momento en el que no cumple con los requisitos para mover el coche eléctrico con garantías. Eso no significa que estén acabadas; se puede seguir sacando de ellas una utilidad. Se plantean tres posibles caminos:
- Rehabilitar la batería, reacondicionando las celdas.
- Reciclar sus componentes.
- Reutilizarla en utilidades diferentes a los coches. En este caso, hay alternativas innovadoras que introducen las baterías en la deseada economía circular.
El caso más claro de reutilización tiene que ver con aplicaciones estacionarias. Situaciones en las que las baterías no necesitan tener tanto rendimiento como demanda un coche eléctrico, pero siguen siendo interesantes como almacenamiento de energía.
Como era de esperar, se está creando toda una industria repleta de startups que trabajan, investigan y desarrollan proyectos relacionados con el reciclado de las baterías.
Baterías para iluminar una ciudad
Este es un proyecto que nos toca muy de cerca y premiado por ser un ejemplo ideal de economía circular. En Melilla una central térmica utiliza baterías de coches para garantizar el suministro eléctrico de la ciudad.
Melilla es un caso especial en España, ya que no se encuentra dentro de la red eléctrica nacional. Y necesita garantizar el suministro eléctrico a sus ciudadanos.
Con un nombre tan descriptivo como ‘Second Life Battery Energy Storage System’, se puso en marcha un sistema de almacenamiento formado por 78 baterías interconectadas. La potencia conseguida asciende a los 4 MW y la energía almacenada es de 1,7 MWh.
Con esta batería gigante se puede suministrar de forma puntual energía a una ciudad de más de 85 000 habitantes. Y se reduce la posibilidad de cortes de suministro por desequilibrios del sistema principal.
Tesla presume de reciclaje
Con independencia del nuevo destino que vayan a tener las baterías de sus coches, Tesla está presumiendo de un índice de reciclaje del 92 % gracias a un nuevo proceso. Recuperan ese porcentaje de todos los materiales presentes en las celdas mediante un procedimiento único de reciclaje que la compañía tiene en marcha desde finales del año pasado.
En 2020 recuperó 1300 toneladas de níquel, 400 toneladas de cobre y 80 toneladas de cobalto. Eso quiere decir que por cada 1000 kWh de baterías usadas, Tesla consiguió materias primas para fabricar 921 kWh de nuevas baterías. A pequeña escala, se puede considerar que la empresa de Elon Musk es productora de sus propias materias primas.
Granjas de baterías
Si tuviéramos que elegir un caso de almacenamiento de energía con la tecnología de baterías de coches, ese sería sin lugar a dudas el de las granjas de baterías de Tesla. Un reto energético de Elon Musk que se popularizó gracias a una apuesta.
Es un negocio de la famosa compañía de los coches eléctricos que consiste en crear inmensas instalaciones que mezclan baterías de la casa con infraestructuras de energía renovable. Así, ofrecen energía de manera estable, que es uno de los principales retos de las energías que dependen de las condiciones climatológicas.
El caso más llamativo lo tenemos situado al sur de Australia, donde vivieron un gran problema energético en 2016. Musk consiguió un contrato en 2017 con el gobierno local por el que se comprometía a garantizar 100 MW con una granja de baterías junto a energía solar y eólica.
Si la conseguía instalar en solo 100 días de trabajo, la cuenta no correría a su cargo, sino que sería responsabilidad de Cannon-Brookers, un magnate australiano que no creía en la idea. Por fortuna fue un éxito y puede abastecer a 30 000 hogares durante una hora si fuera necesario.
Energía para un food truck
Tenemos claro que cuando pase una década, la batería de nuestro coche eléctrico tendrá poco que ofrecernos, pero su destino no tiene por qué ser un sistema de almacenamiento gigante. También puede tener una segunda vida en lugares más pequeños.
Mobilize es una división de Renault que trabaja en la nueva vida de las baterías. En asociación con Green Vision, desmontan esas unidades para ensamblarlas con nuevos pesos y voltajes, según su nuevo destino. Por ejemplo, una moto o una bicicleta.
El caso más llamativo es su instalación en un food truck, aportando electricidad a los elementos necesarios para convertir la furgoneta en una cocina ambulante. Esta Food Truck Master Z.E también cuenta con paneles solares que rellenan las baterías de segunda vida.
Conservar vacunas
Vacunas o cualquier otro medicamento que necesite de una temperatura estable en su transporte. Para esto también se están utilizando las baterías ya utilizadas. El conductor puede apagar el motor del vehículo y no cortará la generación de frío en la zona de carga.
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