Aunque en la ficción siempre triunfe la idea de un futuro apocalíptico donde los hackers campan a sus anchas, ser terrorista será cada vez más complicado. Como poseedores de un mayor despliegue tecnológico, los gobiernos tienden a ganar siempre ese tipo de enfrentamientos. ¿Debería esto preocuparnos?
Hay toda una generación que creció trasteando en casa con ordenadores como el Spectrum y fascinada con películas del estilo de ‘Juegos de guerra’. En aquella época parecía que la tecnología abriría muchas puertas, pero también dejaría rendijas por las que se podrían colar los ‘malos’ para hacernos la vida imposible.
Con el paso de los años hemos presenciado ejemplos de hacking ‘moral’, orientado en teoría al interés público, como en el caso de WikiLeaks. Aunque el morbo de una sociedad controlada por una especie de ‘gran hermano’ nunca pierde encanto. Así lo demuestra el éxito de una serie como ‘Mr. Robot’.
Más allá de las intenciones, usar la tecnología para ir contra el sistema resulta cada vez más complejo. Los gobiernos disponen de un auténtico arsenal de herramientas de vigilancia, ante el cual poco pueden hacer los disidentes. Por suerte, lo mismo le pasa a los terroristas.
la historia reciente del antiterrorismo
Vivir en lo que se considera Occidente tiene la ventaja de que sus gobiernos, en general, suelen respetar las libertades individuales de sus ciudadanos. Sin embargo, eso no significa que no tengan la capacidad de revolverse y contraatacar si se sienten amenazados. Uno de esos momentos clave fue el 11 de Septiembre.
Muchos analistas coinciden en que, como respuesta a dicho ataque, las autoridades norteamericanas emprendieron acciones de legalidad dudosa. Por supuesto, en un caso de tal magnitud, se contaba con que la opinión pública antepondría la seguridad a la privacidad.
El reciente asalto al Capitolio de Estados Unidos ha vuelto a demostrar que un ataque directo a los símbolos de una potencial mundial suele acabar con sus perpetradores detenidos. En Europa también se vivió un notable endurecimiento de la seguridad tras el aumento de atentados reivindicados por el autodenominado Estado Islámico, sobre todo entre 2015 y 2017.
Tecnologías antiterroristas que parecen sacadas de la ciencia ficción
El último caso es sintomático. Aunque Estado Islámico, Al Qaeda o los talibanes actuaron en distintas épocas, a todos les benefició poder expandir su mensaje a través de móviles y las incipientes redes sociales. Como ahora las tecnológicas pueden ‘desconectar’ de inmediato temas controvertidos, a veces solo les queda la opción de usarlas para las relaciones públicas.
El poderío de dichas empresas y de ciertos estados es abrumador, con ejemplos incontables. Hace poco se desveló cómo se pudo asesinar a un científico nuclear iraní utilizando una ametralladora dirigida por control remoto. Una historia digna de una película de espías o de ciencia ficción.
También se ha discutido mucho sobre los sistemas de reconocimiento facial. Según parece, el gobierno chino podría estar usando uno muy sofisticado para identificar a minorías étnicas como los uigures. Y esta tecnología no solo está implantada allí, sino que también funciona en otros países europeos.
No todo es una amenaza terrorista: cualquier disidencia puede ser perseguida
La cuestión es que no siempre está tan claro el límite entre ‘buenos’ y ‘malos’. Y la tecnología puede volverse de forma injusta contra el más débil. Esto se pudo comprobar hace un par de años durante unas protestas en Hong Kong en las cuales los manifestantes utilizaban trucos para despistar a las cámaras de reconocimiento facial.
En las redes sociales también se libran ‘batallas’ virtuales. Hace unos meses se conoció la desaparición de contenido en directo que podría haber demostrado abusos por parte del ejército israelí sobre la población palestina en Gaza. La denuncia de varias oenegés obligó a responder a gigantes como Facebook o Twitter.
Hay más casos, como el de Bielorrusia, donde un grupo de hacktivistas intenta revelar documentos que podrían confirmar la corrupción de su gobierno. Hace poco ha sido polémica en Rusia la retirada de las tiendas de aplicaciones de una app creada por el líder opositor Alekséi Navalny para arañar votos al partido oficialista.
Seguridad Vs. privacidad: el debate que la lucha contra el terrorismo relativiza
El especialista Thomas Hegghammer lo tiene claro. Según el académico noruego, el miedo a posibles ataques terroristas ha permitido un incremento del poder coercitivo de los estados. En un artículo publicado por ‘Foreign Affairs’ afirma que toda opción de rebelarse, con razón o sin ella, ha desaparecido.
A día de hoy parece impensable no usar una tarjeta de crédito, conectarse a internet o llevar un móvil encima. Dejar huella es inevitable. Existen opciones que protegen la privacidad, pero exigen un cuidado extremo y un desgaste diario que pocos serían capaces de asumir cuando incluso pasear por la calle podría ser ‘peligroso’.
Nadie en su sano juicio argumentaría en contra de defenderse de ataques terroristas. El debate, como en tantas ocasiones durante los últimos años, estriba en dónde colocar los límites para que por esa razón no perdamos libertades y derechos. Y es que, como advierte Hegghammer, “cuando la vigilancia estatal pone a alguien en su diana, esa persona pierde cualquier tipo de privacidad”.
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Imágenes | Portada: foto de Baudouin Wisselmann en Unsplash. Imágenes interiores: foto de Bermix Studio en Unsplash y foto de Tobias Tullius en Unsplash.