La neurociencia lleva años planteándose si la realidad es real. La cuestión, afirman los expertos, es que una cosa es la realidad objetiva y otra bien distinta lo que percibimos de ella. Y la evolución parece ser quien manda sobre nuestros sentidos.
Podría interpretarse como una pregunta trampa, una compleja disquisición filosófica o una cita de ‘Matrix’, pero plantearse si la realidad es ‘real’ tiene su miga. Tampoco es una cuestión original.
Galileo ya sacudió conciencias en su época afirmando que la Tierra giraba alrededor del Sol y que no éramos el centro del universo. Su teoría heliocentrista chocaba con la lógica del día a día. De ahí que desconfiara de lo que percibimos como instrumento de conocimiento, proclamando el famoso “donde los sentidos nos fallan, la razón debe intervenir”. Avanzadas ideas que costaron al genio ir a la cárcel.
El neurocientífico británico Anil Seth recordó que la idea de que vivimos una especie de alucinación colectiva y llamamos ‘realidad’ a aquello en lo que nos ponemos de acuerdo tiene más de mil años. Ya entonces resultaba obvio que si la percepción intenta descifrar el mundo, el cerebro no tiene acceso directo a él.
La duda sobre qué es ‘real’, una de las más antiguas del mundo
Hay más veces en las que la ciencia se alejó de la arrogancia connatural al ser humano. Con Copérnico y Darwin, por ejemplo. En estas ocasiones, los pensadores supieron ver más allá de lo que captaban sus sentidos. Y es que se puede considerar que estos, en realidad, nos mienten.
Materialistas como Locke denominaban cualidades primarias de las cosas a la extensión, movimiento, forma y volumen. Y secundarias a color, sonido, olor y gusto. Según esa clasificación, las primarias son objetivas, puesto que se mantienen bajo cualquier cambio. Las secundarias, en cambio, son subjetivas, aportadas al objeto por el sujeto conocedor.
Berkeley negaría después la existencia objetiva de las cosas materiales. Y el materialismo dialéctico afirmó que la exactitud del reflejo de las cualidades objetivas de las cosas en la conciencia se confirma por la práctica, la experiencia y el progreso del conocimiento humano. Años después, ¿qué aporta a este debate la neurociencia?
La ‘realidad’ es más bien una ilusión colectiva
En 2011 la neurocientífica de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Kia Nobre contestó de manera rotunda al divulgador Eduard Punset que, sin ninguna duda, la realidad es distinta de cómo la vemos. Según la investigadora, hay ilusiones como que el tiempo es algo lineal y predecible a las que nos acostumbramos porque moldean nuestras experiencias.
No es placentero pensar que nuestros sentidos mienten. La cuestión es que lo que percibimos son experiencias reales, no realidades objetivas. Para entenderlo de una manera sencilla, el cerebro inventa el mundo. Así lo afirma sin tibieza el catedrático de Psicobiología Ignacio Morgado.
Lo que ‘vivimos’ es una ilusión práctica que no tiene un correlato con la realidad, pero funciona porque nos adapta al mundo. Y nada se salva: el amor sería una ilusión provocada por moléculas en nuestro cerebro. Un ejemplo práctico es el tacto. No se sabe por qué personas con brazos amputados siguen notándolo en miembros que ya no existen.
La adaptación como clave: la realidad no es tan importante
El ya mencionado Seth imagina al cerebro encerrado dentro del cráneo recibiendo señales sensoriales, impulsos eléctricos que por sí mismos no tienen colores, ni formas. El cerebro toma estos estímulos y los combina con experiencias previas para otorgarles un sentido. La predicción más probable será lo que sintamos como ‘real’.
Aunque, ¿qué explicaría que vivamos en una ‘invención’ permanente? La respuesta es que las ilusiones del cerebro son prácticas. Y, por encima de todo, nos permiten sobrevivir. En definitiva, lo que entendemos como ‘realidad’ son, en esencia, acuerdos generales entre los humanos.
Para Donald Hoffman, profesor de ciencia cognitiva en la Universidad de California (Estados Unidos), vemos de manera más realista las percepciones de la realidad beneficiosas que hasta ‘eliminan realidad’. Esto cuadra con la teoría evolutiva de juegos y sus fitness payoffs o recompensas de actitud: la realidad no es tan importante para sobrevivir.
Entonces, ¿es la realidad objetiva?
Sí, la realidad existe y el mundo es tal cual es. Solo que nadie lo ve como tal, porque es útil. Además, por la disparidad perceptiva, nunca sabremos a ciencia cierta si nuestros sentidos son fidedignos. Cuando escuchamos un acorde, también oímos las notas que lo producen al combinarse, de forma distinta a cómo captamos los colores. Y esto llega al extremo si hablamos del pequeño tanto por ciento de la población que posee capacidades sinestésicas.
Desde la neurociencia se afirma que no solo ‘inventamos’ colores, olores y sentidos; hasta el espacio-tiempo podría ser, en parte, fabricación. Debido a que el sentido evolutivo prevalece, la percepción sería la reducción de una realidad transperspectiva. Por suerte, aunque no podamos asegurar la existencia de una ‘realidad objetiva’, la ciencia funciona. De hecho, permite cosas tan increíbles como llevarnos al espacio y salvar millones de vidas durante una pandemia.
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Imágenes | Portada: foto de Bret Kavanaugh en Unsplash. Interior: foto de Eugene Zhyvchik en Unsplash y vídeo de Big Think en YouTube.