Casi 1800 satélites en órbita y subiendo. El objetivo: llevar internet de alta velocidad a todos los rincones del mundo. La constelación de Starlink ya funciona, pero ¿quién se beneficia?
El enjambre de satélites para telecomunicaciones de Elon Musk ha estado acompañado de polémica desde el principio. El impacto sobre el cielo nocturno y la contaminación lumínica son ya evidentes. Y, ahora que se han conocido las condiciones reales del servicio, las críticas se multiplican. Sus precios son inasumibles para la mayor parte del mundo. Internet al alcance de todos y, aun así, inaccesible.
Un tren de estrellas
No se sabe cuándo empezamos a ver cosas en el firmamento. Pero hace decenas de miles de años los seres humanos ya miraban a las estrellas e imaginaban en ellas las historias de sus dioses. El posible gravado de la constelación de Orión en un hueso de hace 32 000 años o la representación de las Pléyades en la pared de la cueva de Lascaux (Francia) son algunas de las pruebas que nos dejaron los primeros ‘astrónomos’.
Con la llegada de la escritura, esas pruebas se multiplican. Mesopotamia, la India, Egipto, Grecia, China o las diferentes civilizaciones mesoamericanas dedicaron muchos esfuerzos a aprender de las estrellas. De hecho, algunas de sus observaciones son clave todavía para la astronomía actual, como el trabajo de los astrónomos chinos en el año 1054 para registrar la supernova que dio lugar a la nebulosa del Cangrejo.
Hoy tenemos más ojos que nunca puestos en el espacio; y la tecnología nos permite mirar tan atrás en el tiempo y en el espacio que hemos logrado intuir el origen del universo. Sin embargo, desde la Tierra es más difícil que nunca observar el firmamento. Más del 80 % de la población mundial se ve afectada por algún tipo de contaminación lumínica y en el 23 % de la superficie terrestre el cielo nocturno brilla de forma artificial, según el último atlas de la contaminación lumínica.
Esta contaminación no solo viene de las luces de la superficie, sino que se produce, cada vez más, en el propio firmamento. De acuerdo con un estudio de la Royal Astronomical Society, los satélites y la basura espacial han incrementado la contaminación lumínica del cielo en un 10 % en las últimas décadas. Y todo apunta a que esta seguirá aumentando. Existen algo más de 4000 satélites en órbita en este momento (datos de la Union of Concerned Scientist), de los cuales algo más de 1700 son de Starlink.
Cuando la constelación de satélites esté completada en el futuro, podría haber más de 40 000 de estos dispositivos orbitando la Tierra. Moviéndose en fila india en una órbita baja, el reflejo del sol los hace brillar y llena el cielo nocturno de trenes de centenares de estrellas. El proyecto de Musk no es el único de este tipo y la Unión Astronómica Internacional (UAI) ya ha pedido más estudios de impacto y una regulación para este nuevo negocio espacial.
“La organización defiende que un cielo oscuro y radiosilencioso no solo es esencial para avanzar en nuestra comprensión del universo, sino también como un recurso para toda la humanidad y para la protección de la vida silvestre nocturna”, señalaba la UAI en una carta publicada en 2019. “Aún no entendemos el impacto de miles de estos satélites visibles esparcidos por el cielo nocturno”.
¿Para quién es Starlink?
La constelación de Starlink no recorre el firmamento en vano. Algo más de 90 000 usuarios (según la compañía) ya disfrutan de su internet de banda ancha satelital en lugares donde la fibra óptica no llega. Son, por ahora, clientes de un servicio beta que desde principios de este año también está disponible para precontratar desde España. Un servicio que, si las condiciones se mantienen, pocos podrán pagar.
El público objetivo de la compañía es, sobre el papel, toda aquella persona que no disponga de buen acceso a internet porque vive en un país sin infraestructuras o en zonas rurales de población dispersa a las que no llega la inversión en redes. De fondo, el sueño de conectar a los 3700 millones de personas que a día de hoy no tienen acceso a la red, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Sin embargo, el precio de un servicio en el que se invertirán alrededor de 30 000 millones de dólares (solo para ponerlo en órbita) está lejos de ser accesible para todos esos millones de personas. De acuerdo con la web de la compañía, es necesario hacer un gasto inicial en equipo y gestión de 550 euros y después pagar 99 euros al mes por el acceso a internet. Tal como señalan desde ’MIT Technology Review’, este precio es inasumible para la mayor parte de la población.
En Estados Unidos, según la publicación especializada, Starlink ha recibido subsidios millonarios para llevar su conexión de 150 Mbps a las poblaciones rurales. Sin embargo, el servicio apenas ha sido contratado porque el coste es demasiado alto. Para buena parte de la población mundial, solo los 99 euros mensuales del servicio son inasumibles, ya que es más de lo que gana cada mes (según datos del Banco Mundial).
De acuerdo con ‘MIT Technology Review’, lo más probable es que entre esos 90 000 primeros clientes beta de Starlink haya organismos públicos (sobre todo, ligados al ejército y a operaciones militares remotas), aerolíneas y navieras y usuarios de negocios de poder adquisitivo elevado.
Para el mundo en vías de desarrollo, todavía es pronto para saber el impacto real, concluyen. Pero con estos precios no será la esperada ventana de conectividad universal. Eso sí, los miles puntos de luz de la constelación de Starlink seguirán multiplicándose sobre las cabezas de todos, independientemente de quién pueda pagar por sus beneficios.
Imágenes | Unsplash/Jackson Hendry, Saad Chaudhry, Starlink