Cerca de un millón de personas acaba con su vida cada año en el mundo y se estima que, por cada muerte, hay unos 20 intentos de suicidio. Y es que por cada persona que ingresa en las estadísticas hay muchas otras que forman una realidad que, al no figurar en los números, no siempre se percibe.
El suicidio es un problema complejo, en el que influyen multitud de factores y que sigue rodeado de estigma. Para hacerle frente, es necesario contar con planes de prevención que se centran, sobre todo, en tres pilares: la información, la concienciación y la sensibilización. Aunque aún queda mucho por hacer en España, lo cierto es que hay algunas pautas para detectar y prevenir conductas suicidas.
La prevención universal
En España, el suicidio fue la principal causa de muerte externa en 2020. En total, 3941 personas se quitaron la vida, un 7,4 % más que en 2019. Sin embargo, no existe un plan nacional de prevención del suicidio para hacer frente al problema de forma coordinada y articulada. Y, sobre todo, para afrontarlo desde sus inicios.
“Una persona que piensa en el suicidio no es una persona que esté deseando morir, sino que quiere dejar de sufrir. Son cosas diferentes”, explica Susana Al-Halabí, profesora de Psicología en la Universidad de Oviedo. “Es importante crear las condiciones sociales que permitan que las personas que tienen deseos de morir puedan pedir ayuda”.
De acuerdo con Al-Halabí, la conducta suicida comprende un amplio espectro de manifestaciones que incluyen la ideación, la planificación, la comunicación y los intentos de suicidio. De ahí que dejar todos los esfuerzos para el final sea ineficiente y, sobre todo, de muy poca ayuda para las personas que viven una situación complicada y dolorosa.
En su informe ‘Preventing suicide: A global imperative’, la Organización Mundial de la Salud da una serie de consejos para llevar a cabo estrategias de prevención universal. Algunas parten de crear mecanismos efectivos para ayudar a la población en casos de emergencia económica u otros problemas sociales. Otras pasan por ampliar las vías para concienciar y sensibilizar a la sociedad en general sobre los temas de salud mental.
“Entre las herramientas para aumentar la sensibilización y la información están las acciones en los medios de comunicación, las campañas de divulgación o los programas de promoción de competencias emocionales en los colegios y los institutos, por ejemplo. Sobre todo, es importante facilitar información que no esté sesgada y que deje de alimentar los mitos y los tabús que rodean al suicidio”, señala Al-Halabí.
Derribar el estigma
Uno de los principales problemas que se encuentran tanto los profesionales de la salud mental como las personas que piensan en el suicidio es el silencio. La falta de comunicación se une a la falta de transparencia, formando una barrera que muchas veces es difícil de superar. “El suicidio es un fenómeno rodeado de estigma, lo que hace que las personas no hablen de ello y no tengan ocasión de pedir ayuda”, explica la profesora de Psicología. “Es importante acabar con esto, porque sabemos que hablar abiertamente sobre la conducta suicida puede reducir este malestar y dar esperanza”.
“El suicidio es un fenómeno rodeado de estigma, lo que hace que las personas no hablen de ello y no tengan ocasión de pedir ayuda”
De acuerdo con la ONU, debido al estigma que rodea al suicidio, la mayoría de las personas no sabe a quién acudir para hablar al respecto. Lejos de fomentar conductas suicidas, hablar abiertamente sobre el problema puede dar nuevas opciones o el tiempo necesario para replantearse la decisión, y ayudar así a la prevención.
Para derribar esta barrera, es fundamental entender bien a qué se enfrentan las personas que contemplan, en alguno o varios momentos de su vida, el suicidio como una solución límite a una situación vivida como dolorosa o irresoluble. Tal y como explica Al-Halabí en su artículo ‘Suicidal Behavior Prevention: The Time to Act is Now’, se trata de un fenómeno psicológico, marcado por el sufrimiento y por un dolor psicológico intolerable.
Además, entra en juego la combinación de diferentes factores biológicos, sociales y culturales que hacen cada caso diferente. “Hay que derribar el mito de que el suicidio está ligado a la presencia de trastornos mentales, ya que no se trata exclusivamente de un problema sanitario”, explica Al-Halabí. “Más bien, estamos hablando de unas circunstancias biográficas y sociales que hacen que algunas personas se sientan incapaces de afrontar la vida. En el caso de los más jóvenes, es importante entender los problemas existenciales propios de esta etapa y las dificultades que pueden surgir en situaciones complejas como el acoso escolar o la violencia, por ejemplo”.
Cómo actuar ante las señales de alarma
Existen señales de alarma que pueden indicar que una persona se encuentra en una situación particularmente difícil. Sea cual sea el problema, quienes lo sufren se sienten abrumados y sin capacidad para manejarlo. “En esta situación, es habitual que las personas empiecen a hacer comentarios del tipo ‘la vida no tiene sentido’, ‘soy una molestia’ o ‘estaríais mejor sin mí”, señala la psicóloga. “Otras señales de alarma son cambios en las rutinas habituales, la pérdida de interés o la falta de higiene, comenzar a consumir alcohol y drogas, redactar el testamento o regalar bienes preciados a modo de despedida”, enumera.
Ante una situación de estas características, es importante evitar los extremos: reaccionar de forma exagerada o quitarle hierro, pensando que son exageraciones o chantajes. “Comentarios como ‘solo lo hace para llamar la atención’ o ‘el que lo dice nunca lo hace’ están muy ligados a los mitos que mencionábamos antes y que debemos derribar”, explica.
De acuerdo con Al-Halabí, en estas situaciones la mejor respuesta es el cariño, hacer compañía a esta persona, retirar medios potencialmente letales que tenga a su alcance y acudir, siempre, a un profesional de salud mental para que dé directrices sobre qué hacer a continuación. Ante situaciones de emergencia, puede llamarse al 112 o al Teléfono de la Esperanza (717 003 717).
Como recuerda la psicóloga, una persona que piensa en el suicidio no desea morir, sino poner fin a un sufrimiento. Con la ayuda adecuada, puede encontrar otras vías para conseguirlo.
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