“Lo que veía Hubble. Lo que ve el James Webb”. Internet se ha llenado de comparativas entre las fotografías de alta resolución del último prodigio espacial y el viejo Hubble, un telescopio que nació miope y no ha sido capaz de sacudirse los prejuicios por completo.
Sin embargo, el Hubble fue en su día un prodigio tecnológico similar a lo que hoy es el James Webb. Aunque nació con fallos en su lente principal, pudo ser reparado en órbita en lo que es una de las operaciones más complejas desarrollada por astronautas en el espacio. A lo largo de sus tres décadas de vida nos ha ayudado a responder a grandes preguntas de la astronomía. Y lo seguirá haciendo, probablemente, hasta al menos 2040.
Con permiso del James Webb y el nuevo mundo que ha colocado ante nuestros ojos, estos son los grandes hitos de un telescopio que nos ha ayudado a ver el pasado y a entender un poco mejor el futuro del universo. A pesar de su miopía, larga vida a Hubble.
Lo que veía Hubble. Lo que ve James Webb. pic.twitter.com/nIO5c2XOMj
— Jorge ?? ??? (@lithospheric) July 12, 2022
Los pilares de la creación
La imagen más icónica de Hubble es también uno de sus grandes hitos. Los pilares de la creación fotografiados en 1995, una vez corregidos los defectos en la lente principal del telescopio, nos han ayudado a entender mejor el nacimiento de las estrellas, un proceso violento que libera grandes cantidades de radiación ultravioleta. Estas observaciones habrían sido imposibles desde la superficie de la Tierra, ya que la atmósfera impide que la mayor parte de los rayos UV alcancen el planeta.
Un universo viejo y en expansión
Antes del lanzamiento de Hubble, la edad del universo se estimaba entre 10 000 y 20 000 millones de años. Sabíamos que era viejo gracias a los cálculos sobre la expansión del universo que un siglo antes había hecho Edwin Hubble. Pero nos faltaba mucha precisión. Las mediciones del telescopio han permitido fijar la edad del universo en 13 800 millones de años y conocer mejor la velocidad a la que este se está expandiendo.
El primer gran mapa cósmico
Todas las estrellas que vemos desde la Tierra forman parte de la Vía Láctea. Con unos prismáticos podemos incluso observar alguna galaxia cercana, como la de Andrómeda. Pero Hubble nos ha llevado a otro nivel de observación. A lo largo de su vida útil, ha permitido construir un catálogo de más de 100 000 millones de galaxias, incluyendo algunas de las primeras galaxias que se formaron en la infancia del universo. Observando galaxias de diferentes épocas cósmicas, Hubble ha trazado también un mapa de cómo estos inmensos conjuntos de estrellas han evolucionado a lo largo del tiempo.
Además, los datos recabados por el telescopio sobre nuestra vecina Andrómeda (M31) han permitido a los astrónomos predecir una colisión entre esta y la Vía Láctea dentro de unos 4000 millones de años. Aunque ambas están separadas por 2,5 millones de años luz, se atraen inevitablemente. El futuro de ambas será una inmensa fusión. Nosotros (o, al menos, la Tierra) probablemente ya no esté aquí para contarlo.
El cazador de agujeros negros
En los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, la mayoría de astrofísicos sospechaban, en base a los datos, que en el centro de algunas galaxias había un inmenso agujero negro. Un objeto tan masivo que ni siquiera la luz escapaba de sus dominios. El Hubble permitió comprobar que no solo era verdad, sino que era lo habitual. Casi todas las galaxias tienen un gran agujero negro en su centro y el tamaño de ambas está relacionado: cuanto mayor es la galaxia, mayor el agujero negro.
El nacimiento de los planetas y las atmósferas extraterrestres
Todavía hay muchas cosas que desconocemos sobre la formación de los planetas. Pero casi todo lo que sí sabemos se lo debemos a Hubble (por ahora). El telescopio ayudó a descubrir los discos protoplanetarios, discos del material sobrante de la formación de estrellas que, poco a poco, se va compactando hasta formar planetas. Algunos son rocosos, como la Tierra. Y otros son inmensas bolas de gas, como Júpiter o Saturno.
Los primeros planetas fuera del sistema solar no fueron descubiertos a través del Hubble. Pero el telescopio ha ayudado desde su lanzamiento a detectar y caracterizar miles de ellos. Además, gracias a la espectrografía, Hubble ha servido para analizar las atmósferas de esos lejanos cuerpos celestes, compuestas de elementos como sodio, oxígeno, carbono, hidrógeno, dióxido de carbono, metano y vapor de agua.
El eco de la luz (y de la oscuridad)
Cuando una estrella explota, su luz reverbera a través del espacio que la rodea, como si fuese una inmensa onda brillante liberada por el estallido. En enero de 2002, Hubble captó la mejor secuencia que tenemos hasta la fecha de este eco luminoso que hacía resplandecer las nubes de polvo cósmico a su alrededor (como se puede ver en el vídeo sobre estas líneas).
Además, Hubble ha aportado luz al misterio de la materia oscura, una forma invisible de materia que constituye la mayor parte de la masa del universo y forma su estructura. Gracias a un fenómeno conocido como lente gravitacional, los astrónomos han usado Hubble para ‘observar’ cómo la materia oscura influye en la configuración de la materia visible y cómo distorsiona la luz que viaja a través del universo.
A lo largo de sus 30 años, Hubble ha sido inmensamente productivo. Con él se han hecho más de un millón de observaciones del universo y se han recabado datos e imágenes que han servido para publicar alrededor de 19 000 artículos científicos. Su conocimiento está presente desde las grandes universidades hasta los colegios. Y sus imágenes llenan libros y libros y siguen siendo compartidas a través de internet, muchos años después de ser tomadas (y a pesar de su miopía). Nos quedan al menos 20 años para seguir disfrutándolo.
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Imágenes | NASA/Pilares de la creación, Mapa de galaxias, ESA/Exoplaneta