Los huracanes serán cada vez más potentes durante las próximas décadas, como resultado de una superficie oceánica que aumenta su temperatura. Por desgracia, enfriar esta superficie no es una medida viable. La enorme cantidad de energía necesaria para lograr resultados modestos es impracticable. ¿Qué puede hacer la población costera para adaptarse a estos ciclones?
Para evitar confusión, huracanes, ciclones y tifones son el mismo fenómeno meteorológico. Es decir, sistemas tormentosos. Suelen recibir su nombre según dónde se hayan producido.
- Huracán: Atlántico norte, Caribe y Pacífico nororiental.
- Tifones: Pacífico noroccidental.
- Ciclones tropicales: Pacífico suroeste u océano Índico.
Todos se han agravado debido al calentamiento global, por lo que en este artículo se usan todos como sinónimos.
¿Por qué los huracanes tienen cada vez más energía y son más destructivos?
Los huracanes han aumentado en intensidad debido al calentamiento global. Aunque no crecen en frecuencia, según la NASA, sí se acrecienta la recurrencia con la que se forma un huracán de nivel superior. Así lo reconoce también la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y el resto de organismos que monitorizan la atmósfera y el océano. ¿A qué se debe esto?
- Con aire más caliente, huracanes más fuertes. Los ciclones tropicales “son tormentas con vientos que se arremolinan con rapidez alrededor de un centro de aire caliente”, según define la NASA. Por lo que aire de mayor temperatura da lugar a huracanes que crecen más rápido.
- Más calor del agua, más energía. La temperatura de la superficie del océano es el siguiente factor en la formación de huracanes. Cuanta más energía tiene la capa superior, más rápido crecen los ciclones. Por desgracia, buena parte del calentamiento global está almacenada en esta primera capa de agua de los océanos de todo el mundo.
- Más humedad en el aire. “En cierto modo, el cambio climático sobrecarga de lluvia los huracanes”, comentó Michael F. Wehner, del Lawrence Berkeley National Lab (Estados Unidos), coautor de un artículo científico sobre cambio climático y huracanes. Al haber más humedad en el aire, los huracanes crecen más y liberan más lluvias en menos tiempo una vez tocan tierra.
Un agravante al problema de la energía de los huracanes es la falta de mecanismos naturales de dispersión de esa energía cuando los ciclones tocan tierra. El ejemplo más conocido de esto son los manglares, un tipo de bioma que ofrecía protección natural frente a vientos fuertes, olas generadas por huracanes y maremotos. Su desaparición agranda los daños materiales.
A esto se suma que la velocidad de desplazamiento de los huracanes ha descendido con el crecimiento de temperatura global. Aunque aún no se entiende el por qué, la consecuencia son lluvias más intensas durante más tiempo.
¿Es posible enfriar la superficie del océano?
No tiene sentido intentar debilitar los huracanes. La humanidad no cuenta con herramientas capaces de ello. Ni existe la tecnología, ni tendríamos energía suficiente para alimentar estos cambios. Un reciente artículo publicado en ‘Nature’ y titulado ‘El enfriamiento artificial de los océanos dirigido a debilitar los ciclones tropicales sería inútil’ resulta autoexplicativo.
Como destacan los autores, solo en una situación ideal y no muy realista, la tecnología disponible sería capaz de debilitar un ciclón un 15 %. A un coste energético inasumible y siempre dejando claro que esas circunstancias ideales solo funcionan sobre el papel. En la realidad, no se dispone de ninguna tecnología tan avanzada o asequible.
Eso no significa que no haya manera de enfriar de forma local la superficie del océano. Lo cierto es que sí existen soluciones de geoingeniería, todas prohibitivas y la mayoría no testadas por sus potenciales consecuencias. Por ejemplo, la siembra de nubes para evitar que la radiación solar llegue al océano. Las veces que se ha intentado algo parecido, los resultados han sido tan leves que incluso ahora se discute si entran dentro del error estadístico. Es decir, si sirvieron de algo o solo consistió en gastar recursos.
En cualquier caso, ninguna técnica de refrigeración artificial de la superficie del océano resulta viable. La potencial bajada de temperatura superficial no justifica el consumo de recursos que supondría una acción orientada a reducir la fuerza de los huracanes. Sobre todo cuando ciertas técnicas aumentarían la temperatura en algún otro punto del globo. Si se consume energía, su uso suele calentar el planeta.
Reducir emisiones para evitar agravar el problema
Todos los modelos analizados estos años por el IPCC, la NASA y la OMM ponen el foco en que los gases de efecto invernadero (GEI) están calentando el océano, además de la atmósfera. Y que la simple presencia de los gases ya emitidos continuará aumentando la temperatura de ambos sistemas durante décadas.
Como es obvio, seguir despidiendo más GEI no hará más que agravar este y otros con la misma causa. Es, por tanto, lógico dejar de emitir estos gases tan pronto como sea posible. Cada kilogramo de CO? equivalente que no sea arrojado evitará el crecimiento de la energía de los huracanes.
Adaptación: alternativas razonables al aumento de la energía de los huracanes
Todo indica que la humanidad ha de adaptarse a las consecuencias ya presentes del calentamiento global, como es el aumento de la fuerza de los huracanes. Es por ello que se plantean algunas estrategias de adaptación, tanto para las regiones costeras como para aquellas que tierra adentro tengan una baja elevación. O elevación negativa, como se da en Países Bajos. Entre las estrategias de adaptación se encuentran:
- Mejora de los sistemas de aviso temprano. Aunque los fenómenos atmosféricos y oceánicos son cada vez más graves, el número de víctimas absolutas sigue bajando década tras década. La tecnología de alerta juega un papel fundamental en la protección costera.
- Restauración ecológica de las zonas costeras. Es imperativo devolver espacio a la vegetación y los humedales en estas áreas, dado que ayudan a absorber la energía de los huracanes. Y no solo de las regiones donde había manglares. También es necesario devolver a muchas playas ahora turísticas una estructura preantrópica. Por ejemplo, evitando verter en ella arenas.
- Retranqueo de la infraestructura o retroceso. Una de las medidas estrella entre las medidas de adaptación es el retroceso de la infraestructura hacia el interior, hacia tierra, en busca de terrenos elevados donde construir. A largo plazo es posible. Por ejemplo, vetando permisos de construcción a varios cientos de metros del agua.
- Medidas de protección. Algunas regiones están construyendo muros y diques para proteger las construcciones, aunque esta solo es una medida temporal como adaptación. El coste de mantener estos sistemas es muy elevado y las emisiones que libera su construcción resultan conflictivas.
- Estrategia de acomodación. Otras regiones están aprendiendo a convivir con el agua. En lugar de poner barreras a su envite, le facilitan la vía de escape y diseñan la infraestructura para que no se vea tan afectada. Esta estrategia exige un alto nivel de planificación, recurso y predicciones acertadas.
La división de Estadísticas de las Naciones Unidas estima que el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de la costa. En España, este porcentaje coincide. Por lo que el aumento de la temperatura de las masas de agua es una cuestión de primer orden. El Mediterráneo, en concreto, es la masa que más rápido se calienta
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Imágenes | Mario Caruso, Carl Kho, Carl Kho