Good Night Oppy cuenta la inspiradora historia real de Opportunity, un róver que fue enviado a Marte para una misión de 90 días, pero terminó sobreviviendo durante 15 años.
Prime Video, sigue el periplo de Opportunity y su robot gemelo Spirit en Marte y el vínculo forjado entre estos robots y los humanos que los crearon. Good Night Oppy ganó el premio al mejor Documental en los «Critics’ Choice Documentary Awards 2022».
La película, que se puede ver enEl director Ryan White consigue humanizar un amasijo de metal enviado a millones de kilómetros de distancia de la Tierra con instrumental científico hasta tal punto que, por momentos, el róver que recorre en soledad la superficie marciana nos recuerda a Wall-E y otros robots de ficción que consiguieron conmovernos frente a la pantalla.
«No hemos conseguido contactar con Opportunity. Con profundo cariño y gratitud, declaramos que su misión se ha completado». Con estas palabras, Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la NASA, daba por concluida su misión de un artefacto de 185 kilogramos, que contaba con un sistema de tracción de seis ruedas, paneles solares que generaban hasta 140 watios al día, dos antenas (de alta y baja frecuencia), una cámara panorámica o un espectómetro para identificar rocas y suelos. Tanto Opportunity como su gemelo Spirit estaban equipados con una cámara de un megapíxel y de 256 megabits de memoria (todo un logro para la época). Aterrizaron en Marte en enero de 2004 y, rápidamente, consiguieron sus primeros hitos, como descubrir que Marte no es rojo, sino gris, aunque le recubre una capa de polvo de este color.
Fue diseñado por la NASA para una misión de 90 días en la que recorrería 600 metros. pero los planes del Opportunity eran otros y sus investigaciones se prolongaron durante 15 años, en los que recorrió más de 45 kilómetros.
unos ojillos de metal
El documental se centra en la exploración de la superficie de Marte, con bellísimas imágenes de archivo o creadas digitalmente que dan cuenta de las aventuras vividas por estos dos vehículos a los que, de manera premeditada, sus creadores dieron forma ligeramente humanoide. Esta característica hace que, durante la proyección del documental, sea muy difícil no atisbar unos ojos expresando las más diversas emociones donde solo hay sensores y cámaras.
Pero, sobre todo, resulta emocionante la relación que se establece entre el róver y el equipo de la NASA que protagonizó una de las grandes hazañas científicas de la humanidad. Seguimos en la pantalla el proceso de creación de estos vehículos, la emoción del lanzamiento, la alegría del éxito por el aterrizaje sobre la superficie marciana, el orgullo por la labor realizada por el róver, la sorpresa por su imprevista longevidad y, finalmente, la tristeza por el fin de su vida útil.
Fueron 15 años participando en una misión que revolucionó la exploración humana del espacio y los científicos y técnicos que participaron en ella terminaron considerando a estos ingenios de metal como si fueran sus hijos, tal como confiesan en el documental.
Good Night Oppy nos hace recuperar la fe
En Good Night Oppy conocemos a algunos de los ingenieros, físicos o geólogos que participaron en la misión. Ellos nos narran, en declaraciones a la cámara, detalles desconocidos de esta aventura y los diferentes estados emocionales por los que pasaron durante ese tiempo en el que tuvieron el privilegio de seguir las evoluciones de Opportunity y Spirit. Incluso dejan escapar alguna lágrima transmitiendo esa emoción al espectador, algo a lo que contribuye la música elegida en cada momento.
Esta intención de conmover es lo que se ha criticado de este documental y no entendemos la razón. Cuando hablamos de la «magia del cine» sin duda incluimos en esa expresión su capacidad para emocionarnos siguiendo la misión científica de un robot sobre la superficie de un planeta muy lejano. Al finalizar la película, el robot que dejó de emitir señales a la Tierra es ya nuestro Oppy. Y lloramos su muerte entre los remolinos de polvo marciano. Y recuperamos la fe en nuestro futuro como especie.