Edu Galán: “Hay mucha gente demostrando su moral en redes sociales, con palabras grandes y actos nimios”

El crítico cultural Edu Galán ha escrito un libro donde analiza el auge del exhibicionismo moral que han traído internet y las redes sociales durante la última década. No pasa un segundo sin que veamos en nuestras pantallas a un político o un influencer de algún tipo exhibiendo sus valores y criticando los de otros. Esta inflación de sermones y buenos sentimientos, que muchas veces esconde una total inacción, han esterilizado nuestra cultura y han roto la cohesión de la sociedad. Y, al final, como advierte en ‘La máscara moral’, los grandes beneficiados no son otros que los dueños de esas redes sociales que han establecido las reglas del juego y donde todos queremos ser protagonistas.

 

– ¿Qué moral nos hace mejores como individuos y como sociedad? ¿En qué se distingue esa moral edificante de la impostura y del juego de máscaras que, en su opinión, preside nuestro tiempo?

No te lo podría decir. Mi libro no trata tanto de qué moral es mejor o peor. Si no de la continua exhibición de la moral. O de la gestión de la exhibición de tu propia moral. Las máscaras morales muchas veces se usan con buenas intenciones, como cuando uno escribe un hashtag del tipo #paremoselhambreenelmundo. Pero lo que debe tener en cuenta esa persona bienintencionada es que su gesto es espurio y no sirve más que para el postureo en redes o para seguirle el juego a multinacionales que se aprovechan de ello. 

– Hace poco el escritor Sergio del Molino, comentando una serie en Filmin, hablaba de “la tendencia al sermón propio de esta época, que no concibe una historia sin moraleja”. La ficción, como otros tantos ámbitos, también está secuestrada por este exhibicionismo moral que usted denuncia. 

Vivimos en una cultura de la atención brutal. Y demostrar moral llama mucho la atención. Y eso se nota en el cine y en el arte. De hecho, la crítica de cine, como se la conocía, ya casi no existe. Ya no se habla de lo bueno o lo mala que es una película, aplicando un análisis fílmico, sino que se destacan cosas como “es una película que ayuda a las mujeres” o “es una película que ayuda a los sordos”. De hecho, en ‘CODA’, la última película ganadora de los Óscar, el principal valor es que hay actores sordos para papeles de sordo. 

“Vivimos en una cultura de la atención brutal. Y demostrar moral llama mucho la atención”

Los valores morales no son lo que definen una película. Son un elemento más. Pero hoy esos valores morales son los que determinan casi exclusivamente el valor de una película. Además, son valores difíciles de contrariar. Si alguien dice que un libro va a favor de la liberación de la mujer, ¿cómo vas a criticar ese libro? Ese libro ha dejado de ser un objeto artístico y se ha convertido en un elemento de activismo. Así, el arte se desmerece y se vuelve un sermón, como dice Del Molino.  

 – Aparte de la ficción, usted dice que el exhibicionismo moral ha viciado otros ámbitos. Desde la política al deporte, pasando por los medios de comunicación. Parece que no se salva nadie. 

No se salva nadie porque estamos todos dentro de un mercado superior que es el comercio de la atención. Por eso, todos estos ámbitos están plagados de gente demostrando su moral en redes sociales, con palabras muy grandes, pero con actos nimios. 

 – En apariencia, todos ganan con este exhibicionismo moral inconsecuente y de trazo grueso. La gente corriente, porque es capaz de explicar el mundo sin entrar en los aburridos detalles. Y las redes sociales y los influencers de todo tipo, porque monetizan de alguna manera la atención que generan.

Los influencers y los deportistas de élite cada cierto tiempo, y después de anunciar unas gafas de sol o ir a un evento pijo, participan en premios de fundaciones benéficas o se van al tercer mundo con una ONG. Lo hacen así porque para seguir captando la atención del otro es necesario cambiar de estrategia de vez en cuando. Y por eso caen en el exhibicionismo moral. No porque quieran erradicar el hambre en África, sino porque eso les renta y les permite recibir corazones en las redes sociales.

“Los ‘influencers’ no quieren erradicar el hambre en África, sino recibir corazones en las redes sociales”

– Usted dice en el libro que todos queremos ser protagonistas y ser percibidos como los mejores. Para ello, no dudamos en hacernos una foto, escribir un hashtag o ponernos una camiseta con el eslogan de la buena causa de turno. ¿Tiene marcha atrás este autobombo vacío y permanente en el que nos hemos instalado?

Este autobombo y este afán de protagonismo se disparan cuando empezamos a comunicarnos por internet y las redes sociales. Además, esta situación debe mucho al individualismo que vivimos. En Occidente, los sentimientos del individuo ocupan la centralidad. En redes sociales, la mayor parte de los argumentos se validan con testimonios personales.

Por poner un ejemplo burdo: se dice “en mi calle a mi hermana le gritaron unos negros” y se piensa “en España habría que echarlos a todos”. Lo que debería importar son los datos, las estadísticas y las opiniones de los expertos. Los casos personales, en principio, deberían ser irrelevantes, pero se convierten en centrales. Un testimonio personal no es un argumento. 

– En el libro asegura que uno de los grandes beneficiados por el exhibicionismo moral es el sector farmacéutico. ¿Podría explicarse?

Hay una epidemia de casos de ansiedad en los últimos 10 o 15 años, que son el periodo en que se masifican las comunicaciones, por el abaratamiento de los costes de conexión y de la tecnología. En este tiempo comienzan a consumirse masivamente ansiolíticos para soportar la vida. Las farmacéuticas están encantadas. Cuando más aumenta el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, y más se etiquetan como enfermedades mentales las ansiedades típicas de la vida, más ganan las farmacéuticas. Nada le interesa más a una farmacéutica que todos, al levantarnos, tengamos que medicarnos para soportar el día. Pero la vida trata de afrontar los problemas cotidianos sin recurrir a la medicación, salvo en los casos más extremos.  

– ¿Quiénes sufren más esta deriva? ¿Hay colectivos más vulnerables?

Parece ser que las mujeres, y, en especial, las mujeres jóvenes, son las grandes perjudicadas por toda esta dinámica. En este caso, el exhibicionismo moral es solo una pata. También hay una presión grande por el físico. En el caso de las mujeres, esto deriva en trastornos alimenticios o incluso en suicidios. 

“El autobombo y este afán de protagonismo se disparan cuando empezamos a comunicarnos por las redes sociales”

Que vaya por delante que yo no demonizo a las redes sociales. Yo las uso sin parar. Pero pido que se entiendan. Las redes sociales no nacieron para que nos comuniquemos, sino para maximizar los beneficios de determinados empresarios con multinacionales que tienen aspiraciones monopolísticas. La pobre gente que se decide a usar esta tecnología sin pararse un minuto a saber de qué, va a pisar muchas minas.  

– Usted mantiene que el baile de máscaras de las redes sociales lleva a un cansancio moral del ciudadano medio. ¿Qué consecuencias tiene esto?

El cacareo moral que no lleva a ninguna parte crea al final un cinismo alrededor de causas realmente válidas. Cuando se está todo el día haciendo postureo sobre el cambio climático sin hacer realmente nada, la población empieza a descreer. Por eso existe una desafección brutal en el mundo del sindicalismo, la política o de los activismos. Es difícil distinguir entre los charlatanes y los activistas de verdad. Porque, además, no tenemos tiempo para distinguirlos.  

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Imágenes | Editorial Debate

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