El diseño de baterías compostables para móviles puede ser un alivio para el planeta. Este avance se enmarca el desarrollo de tecnologías transitorias basadas en materiales abundantes que se degradan en subproductos no tóxicos.
reciente estudio desarrollado por la Universidad del País Vasco, la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y la Universidad de Nueva Gales del Sur, se ha demostrado que es posible fabricar baterías compostables que además sean competitivas en cuanto a rendimiento.
En unSiguiendo los principios de las tecnologías transitorias, que pretende desarrollar dispositivos o sistemas que experimenten procesos de degradación controlada tras un periodo de funcionamiento estable, dejando tras de sí residuos inocuos, los investigadores identificaron elementos no tóxicos, abundantes y biodegradables que ofrecieran unas características físicas, mecánicas y electroquímicas mínimas para estas baterías.
componentes de las baterías compostables
Tras una extensa búsqueda, identificaron polímeros de origen natural como la celulosa y la agarosa para el electrolito; polidopamina, un material natural con alta capacidad de reducción-oxidación, para el desarrollo del cátodo; y un ánodo de zinc, metal biodegradable y biocompatible que permite fabricar electrolitos basados en agua.
«El trabajo dio como resultado una batería recargable que combina compostabilidad con un rendimiento electroquímico sobresaliente. De hecho, se observó una pérdida de peso del 49,9 ± 2,9 % tras 63 días en condiciones de compostaje industrial», explica , Profesor de Ecodiseño y Economía Circular de la Universidad del País Vasco, en The Conversation.
«También se ha demostrado -añade- que estas baterías pueden cargarse a lo largo de más de 10 000 ciclos, el equivalente a 27 años continuados considerando una carga diaria. Gracias nuestro prototipo, el sueño de una batería compostable que también cumpla la función completa de un dispositivo de almacenamiento de energía desde el punto de vista electroquímico es una realidad».
A pesar de la labor de las empresas en el ámbito de la economía circular, que limitan los posibles efectos nocivos de materiales como el litio, el cobalto o el manganeso, existe un altísimo riesgo de que gran cantidad de teléfonos móviles se pierdan en el medioambiente. Se calcula que solo el 17,4 % de los residuos electrónicos se recogen, tratan y reciclan adecuadamente. El restante no se documenta, y gran parte acaba en destinos de lo más variados, desde vertederos, a bosques, ríos o mares.
En 2019 se produjeron 53,6 millones de toneladas de desechos tecnológicos en todo el mundo. Una cifra nunca antes alcanzada, y que se traduce en 7,3 kilogramos por habitante del planeta. En concreto, los ciudadanos europeos llegamos a los 16,2 kilos por persona. El problema es grave y creciente, pero bastante ignorado, ya que en los últimos cinco años se ha registrado un aumento del 21%.